DE NUEVO OTRA VEZ

DE NUEVO OTRA VEZ

por - Críticas
09 Jun, 2019 09:52 | comentarios
En el debut como directora, Romina Paula indaga la inestable lógica del deseo y su relación con el tiempo.

TIEMPO INESTABLE

Toda biografía cuenta con sus momentos de exaltación, insignificancia, olvido y reposo. Según parece, al llegar a los 40 años, si el quehacer y las exigencias diarias lo permiten, las personas tienden a revisar su trayecto vital, que aún puede conocer desvíos y correcciones. La famosa crisis de los 40 –quizá un privilegio de clase y un lugar común de la psicología folclórica– reside en la posición subjetiva: el punto de observación es presuntamente equidistante del remoto inicio y de la aún lejana capitulación. Todo puede volver a empezar.

Eso es exactamente lo que sucede con el personaje interpretado por Romina Paula: viaja a Buenos Aires junto a su hijo pequeño para pasar unos días con su madre, tomarse un tiempo y pensar. Su marido espera en las sierras cordobesas, en la naturaleza, “allí donde las cosas son lo que son”, como dice una de las grandes amigas de Romina, porque en la ciudad todo es susceptible de opinión y la abstracción. Es así que, en ese limbo delimitado por la casa materna, Romina da clases de alemán, juega con su hijo, disfruta de su madre, visita a sus amigas, se besa con un hombre y una mujer y trabaja, íntimamente, sobre sí.

De nuevo otra vez, Argentina, 2019.

Escrita y dirigida por Romina Paula.

Toda crisis intensifica lo endeble de cada material simbólico que define la vida de una persona. Paula identifica la contingencia de la historia de su personaje (quizás una duplicación indirecta de sí en tanto que su propia madre e hijo son los intérpretes en esos roles) en ciertas variables comprensibles: la pertenencia lingüística, la relación de la Historia con la novela familiar, la maternidad y el ineludible hecho de ser un sujeto de deseo. La introducción de tales variables conlleva elecciones cinematográficas específicas: viejas fotografías familiares empleadas como diapositivas y con la voz en off de la protagonista añaden un punto de vista propio de los flujos migratorios de principio del siglo pasado. En efecto, Paula podría estar narrando De nuevo otra vez en francés o inglés, si a sus antepasados alemanes no los hubieran rechazado en Canadá, lo que precipitó su destino sudamericano. En otras ocasiones, los personajes posan y hablan a cámara delante de una proyección de una fotografía fija que exterioriza una situación o simplemente evoca un deseo. La abuela le habla en alemán a su nieto, Romina le confiesa sus temores y anhelos a su madre en el mismo idioma. Cada situación en el relato suma algo en el retrato móvil de un estado anímico de transición.

Debido a que De nuevo otra vez no se erige en un sistema dramático de actos definidos y orientados a una resolución decisiva, la fluidez narrativa es felizmente refractaria a escenas grandilocuentes en las que la catarsis y las revelaciones clausurarían la inquietud del personaje. El hermoso travelling final de 3 minutos se detiene en el momento justo y es suficiente. Es en sí el título expresado en una mirada, o el tiempo visto en toda su piadosa extensión.

*Esta reseña fue publicada en Revista Ñ con otro título en el mes de junio de 2019.

Roger Koza / Copyleft 2019

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