CREED II: DEFENDIENDO EL LEGADO / CREED II

CREED II: DEFENDIENDO EL LEGADO / CREED II

por - Críticas
18 Ene, 2019 10:42 | Sin comentarios
La invencible saga del boxeador tambalea un poco en este nuevo round en su existencia.

EL PUGILISTA SIN PUEBLO

En cierto momento, Rocky le dice al hijo de Apollo: “Este es tu momento”. La aparición del personaje de Creed en el film de título homónimo, unos tres años atrás, fue una grata sorpresa. Rocky revivía, paría a un hijo simbólico, se celebraba la unión de las razas y lo mejor del pugilista de Filadelfia retornaba con un vigor asombroso: el nuevo campeón volvía para vindicar el mito estadounidense de la invencible voluntad individual, y en este debut su lucha desbordaba el mero equilibrio psíquico signado por la figura de su padre. Creed evocaba al primer Rocky, el que saludaba a los vecinos y corría con los chicos. Era aún el pugilista del pueblo.

En esta segunda parte, se añade otro hermoso artículo de fe de los estadounidenses: la segunda oportunidad. Los hombres y las mujeres pueden hundirse, pero nada es definitivo, si apelan al recurso espiritual que emerge de la voluntad. Técnicamente, el nuevo campeón no perderá su condición de campeón, pero la paliza propinada por el macizo y frío retador ruso Víktor Drago (el hijo de Iván y viejo enemigo de Apollo y del mismo Rocky) dejará dudas sobre su condición de vencedor. En los últimos 15 minutos, en la pelea final que tiene lugar en Moscú, se sabrá realmente quién es Creed.

Creed II: Defendiendo el legado / Creed II, Estados Unidos, 2018

Dirigida por Steven Caple Jr.

Escrita por Sylvester Stallone y Juel Taylor.

Creed II: defiendo el legadoes un film desangelado. Se mantiene en pie, como el propio protagonista, pero, igual que este, tambalea e intuye la impiedad de la lona. ¿Cuál es el problema? Los requerimientos están ahí: el melodrama, la épica, el drama filial, el espectáculo ordenan el relato, pero ninguno de estos lo enciende para darle algo más que una estructura simbólica. Todo es un remedo de algo. Víktor de Iván, la declaración amorosa de Creed a su enamorada de la de Rocky a Adrian en Rocky II, la Rusia de Putin de la crepuscular Unión Soviética. Ni siquiera el esperado entrenamiento heterodoxo que siempre conecta al boxeador con la mística del sacrificio y la superación personal le suministra el cambio de ritmo necesario por el que un film se asienta inesperadamente en lo sublime. ¿No tiene el entrenamiento algo de spot apurado de Freelectics en Instagram? Todo puede llegar a ser, pero nunca lo es del todo.

Tal vez la sustitución de Ryan Coogler por Steve Caple Jr. haya aplanado la intensidad del film precedente, o simplemente insistir con las leyendas no puede sino conducir a una involuntaria conmemoración mecánica, un poco como el propio film lo sugiere cuando los transeúntes hacen selfies en las famosas escaleras del Museo de Arte de Filadelfia. Que entrene en el desierto es apenas una concesión estética para una época como la nuestra, en la que al hedonismo narcisista se lo conjura mediante la reclusión y los retos extremos. Pero el problema radica en otro lado: ¿dónde está el pueblo del pugilista? Es lo ausente, sustituido aquí por una unidad afectiva de menor escala: la familia.

El mayor placer de Creed II: defiendo el legadose circunscribe a la presencia de Stallone; su primera aparición en el film es cinematográficamente de una elegancia en escasez, pues la mayoría de las decisiones formales denotan corrección y efectividad, más allá de algún plano subjetivo y algunas ideas sonoras en la segunda pelea. Pero Stallone aún está, y aquí parece despedirse para siempre. Es entonces el tiempo de Creed. Él también puede volver a resplandecer en una eventual tercera parte y volver a luchar por el legado cinematográfico.

*Esta crítica fue publicada en otra versión por el diario La Voz del Interior en el mes de enero 2019.

Roger Koza / Copyleft 2019