EUREKA

EUREKA

por - Críticas
24 Abr, 2024 02:40 | Sin comentarios
Una apreciación sobre la última película de Lisandro Alonso.

LOS DUEÑOS DE LA TIERRA

En todos los westerns, no importa si pertenecen al esplendoroso período clásico, o a su ulterior transformación lúdica después de la década de 1960, hay un personaje conceptual siempre incómodo, presente o elidido, marginado o envilecido: el indio. Pueden ser sioux, cheyenes, navajos o hopi, todos habitantes de las tierras que hoy se denominan Estados Unidos, un Estado-nación posterior. El género por antonomasia ha erigido mitos y héroes, ha representado batallas y conquistas, ha tallado un imaginario oficial y ha prodigado un rol al nativo. Esa sola denominación sugiere un antes de la cultura, una forma de vida natural antes de la civilización. Esa fue la lectura canónica, pero no faltaron los desobedientes. Los de antes nunca fueron bárbaros.

Eureka se inscribe en una tradición contracultural del western, que ha dado algunos hitos, como la reciente Dead Man. Pero lo extraño en esta ocasión reside en otra cosa. ¿Por qué un cineasta argentino ha decidido hacer un western sobre los sioux? A juzgar por los 20 minutos iniciales, Lisandro Alonso ha tomado una buena decisión: los seis planos iniciales en los que un hombre solitario canta frente al mar, hasta el plano once (un soberbio encuadre en profundidad de campo), en el que desde la montaña ese mismo hombre observa una carreta donde viaja una religiosa, un cowboy y el cadáver de una criatura en un cajón son prueba de talento y rigor. ¿Por qué un criollo no puede representar el pasado de los yanquis? Ese primer movimiento de Eureka es contundente y breve. Ese western inicial se inmiscuye magistralmente en el segundo movimiento de la película, que tiene lugar en el presente, en una reserva india en Pine Ridge.

El abuelo de la hermosa protagonista del relato que se circunscribe a la reserva le explica a su nieta que el tiempo es ficción y el espacio es lo real. Es una definición misteriosa, pero revela la poética de Eureka. Todo empieza en el territorio legendario del western, sigue en la reserva aludida y culmina en un tercer movimiento en la selva amazónica, en un presunto universo idílico donde los indios comparten sus sueños en la mañana con sus pares. El epílogo parece un paraíso, pero apresuradamente se mancilla; es el año 1974, y las consecuencias de la crisis del petróleo del año precedente se hacen sentir en Brasil. 

Como sucede con la música clásica, Alonso organiza tres movimientos con una melodía común: filmar de cerca a los que pisan la tierra, intentar plasmar su sufrimiento. La pieza central es la que transcurre en Pine Ridge, que no es otra cosa que el seguimiento respetuoso del estado de ánimo de una joven basquetbolista que ha entrevisto una vida desolada interminable. Los jóvenes se quitan la vida en esos parajes. El modo en que Alonso resuelve ese dilema existencial de la hermosa Sadie es glorioso. Pocas veces se puede ser testigo de una metempsícosis, pocas veces se puede observar a un personaje pensar sobre un pasaje al acto que es irreversible. El tiempo de esa escena es prodigioso; una exposición circunspecta de la ética del cineasta y su madurez como artista.

Los mundos de Eureka no son reinos de felicidad. La mujer policía que vive con Sadie recorre las rutas en la noche y atiende las denuncias de violencia doméstica. Desde la ventana del hotel de un casino, la mujer mira por la ventana cómo cae la nieve en la noche. Es un instante de piedad estética. Lo mismo sucede con la incursión en lo fantástico. Cuando el relato desborda la razón se trata solamente de una licencia poética por la cual se conjura por la ficción la degradación a la que han sido sometidos aquellos que sin reclamarlo eran los legítimos dueños de la tierra.

Eureka, Francia-Alemania-Portugal-México-Argentina, 2023.

Dirigida por Lisandro Alonso.

Escrita por L. Alonso, Fabián Casas y Martín Camano.