CINEFILIA MALDITA. LA COLUMNA DE MIGUEL PEIROTTI: EL CINE SPAM: CONTRA LA OBEDIENCIA DEBIDA A LOS “BLOCK-BASTARDS” DE SUPERHÉROES

CINEFILIA MALDITA. LA COLUMNA DE MIGUEL PEIROTTI: EL CINE SPAM: CONTRA LA OBEDIENCIA DEBIDA A LOS “BLOCK-BASTARDS” DE SUPERHÉROES

por - Columnas
05 Jun, 2018 05:53 | Sin comentarios
Una idea por párrafo en esta invectiva amable contra el abuso de los poderes de los héroes inflados.

El arco es amplio: desde los promotores más lúcidos de la “infoxicación” digital hasta los avezados en conspiranoia anti-reptiliana advierten que cada vez que abrimos nuestro perfil de Facebook nos convertimos en empleados ad honorem de Mark Zuckerberg el tiempo que se extiende la navegación; el aprovechamiento mercantil de nuestra identidad, el usufructo de nuestro tiempo y el espionaje de la geolocalización – por demás, una herramienta sobrevalorada: ¿a quién le importa si estoy escribiendo este artículo en San Antonio de Arredondo o en un bar de Río Tercero?) –, son herramientas de conectividad tan instaladas por el cisma de lo que los gurúes de la tecnología llaman “realidad mixta” que no nos quedará otra alternativa que concluir que el único camino plausible para evitar esta existencia social inmersiva será regresar al estilo de vida de Jeremiah Johnson, el personaje que interpretó Robert Redford en la película del mismo nombre dirigida por Sydney Pollack: de community managers con chupín a tramperos con polainas y que me la fumen los Illuminati (?).

Pronósticos deprimentes al margen, en el campo de la crítica sobre el cine industrial está ocurriendo algo parecido, no menos sombrío: la extracción del criterio personal con el fórceps de la estadística y la ubicuidad del mercado. Retroceso de décadas, derrota cultural: que una película tenga más oportunidad de ser halagada si viene precedida del éxito comercial siempre fue una toma de posición decididamente a contrapelo del oficio, prácticamente su némesis; un mecanismo de análisis horripilante y embrutecedor al estilo de la justificación “algo habrá hecho”: si es exitosa, por algo será. Sobre la que podría ser la peor pesadilla de André Bazin, ¿en qué se basan? El bullying del marketing monopolizador propició que el famoso chiste-refrán de las moscas obtuviera una victoria impensada: si millones comen caca es porque la caca es rica. Ejecución sumaria del criterio; la infección del pensamiento a base de números.

El campo del análisis filosófico del cine se encuentra amenazado por una era donde la falacia es utilizada como la mejor aplicación intelectual gratuita que se puede descargar para convertir un diálogo abierto en una discusión cerrada. Por eso es mucho más valorable (adorable) la sinceridad del escritor Fernando Vallejos cuando aclara que no participa en debates porque no le gusta que lo contradigan; alguien que entiende el presente.

Los críticos de cine que saludan como obra maestra una película de superhéroes fundamental(ista)mente porque resulta exitosa en la taquilla (o porque no se animan a contradecir a los lectores, que hoy te espían desde su IP con perspicacia y conocimiento de causa, prestos a batallar desde la ignominia) son la avanzada apostólica de una metamorfosis semántica de la profesión que a futuro cercano resultará veneno para el estudio del cine, no tanto por su prepotencia discursiva como por la inconsciencia que tiene de sí misma; contradecirlos es tan peligroso como despertar a un sonámbulo: recibirás patadas y codazos acompañados por un chillido agudo e infantiloide. ¿Te parece una exageración? Hacé la prueba y posteá en tus redes sociales que la puesta en escena prístina e hiperproducida de “Black Panther” es una bolsa de aire, un eructo con fragancia a jazmín. ¡Precaución!: al día siguiente podés llegar a ver un sorete humano, ennegrecido por la intemperie, prolijamente untado en el picaporte de tu casa, acompañado por una carta que te insta a desafiliarte inmediatamente del Ku Klux Klan. ¿Querés leer cómo la falacia alcanzó el grado de arte supremo? Cuando te insulten por tu discrepancia pediles que desarticulen su ira con explicaciones: nunca en tu vida leerás tantos adjetivos empleados como argumentos per se.

Que en lo personal me gusten árboles aislados como “Deadpool” (sólo como comedia de humor negro), “Ant-Man” (¡ese viaje insólito al espacio molecular!) y (mucho) la crepuscular “Logan” (pero mucho) no significa que se me pase de largo la oscuridad del bosque. No es este el punto. ¿A quién puede no gustarle ser parte de una euforia colectiva relacionada con el cine? El cine es un plato de vicio individual pero su postre es la felicidad grupal. Crecí rodeado de historietas porque mi papá es artista gráfico y su influencia primordial es el cine. Cine y cómic: primeros capítulos de la vida pop. En casa nunca hubo escritorios sino caballetes; el living o algún “cuarto al fondo” eran convertidos en una fábrica de historietas donde veíamos hacerlas a centímetros. Mi papá traía las últimas Ásterix, Skorpio, Mad, Fierro, Blueberry, Lucky Luke, entre otras, como los tomos de El Eternauta y alguna Heavy Metal o El Péndulo. Pocas hermandades de la cultura popular me producen tanta excitación como ver plasmado un cómic en una película. Aún recuerdo mi éxtasis al ver el tosco pero emotivo “Dick Tracy” de Warren Beatty.

Pero, otra vez, este no es el punto.

No todo lo legal es correcto. Supongamos que estrenar una película en 300 salas no sea ilegal. Tampoco es correcto, porque priva a otras obras cinematográficas con menos dinero para promocionarse de ocupar el lugar al que pueden acceder por el mismo derecho y, sobre todo, le priva al espectador su derecho a elegir. La discusión es obvia, y a este punto, casi infantil, pero nunca se ha desmenuzado a fondo. Si quiero ir al cine a ver una película inglesa y en todas las salas hay un “tanque” de superhéroes alguien está haciendo proctología con mi gusto. Los blockbusters de Marvel y DC son los patovicas que preseleccionan el ingreso. ¿Querés entrar? Ponete camisa = ¿Querés ver una película? Mirá “Avengers”. La supresión de la elección es el triunfo de lo que llamo “el cine spam”: aquellas superproducciones que emergen ante nuestra vista para negarnos la imagen de lo que realmente estamos interesados en ver o, sencillamente, para impedir que vea el resto de lo que hay para ver. A lo mejor quiero ver “Avengers”, pero a lo mejor, no. Lo peor: el único adblocker posible es no ir al cine.

La irresponsabilidad de cierto sector de la prensa especializada – alucinada por la apoteosis tecnocrática, confundiendo difusión con discernimiento, estética con estilo, trabajando gratis para Marvel para acceder a una remera, que creció leyendo más cómics que analizando el lenguaje del cine y por eso teme “traicionar su origen” si su comentario es una invectiva, o, lo que es peor, por dicho origen es incapaz de ver una película sin subjetividad, cuando su profesión y su sueldo se basan en la objetividad – fomenta que esta realidad sea tan irrevocable como cómplice, puesto que es en sus espacios en los medios donde podría revelarse esta realidad. La connivencia es perfecta, como la puesta en escena de “Black Panther”. El imperio de la gacetilla contraataca.

Miguel Peirotti / Copyright 2018

Cinefilia Maldita. La columna de Miguel Peirotti

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