TRENQUE LAUQUEN (02)

TRENQUE LAUQUEN (02)

por - Críticas
13 Mar, 2024 07:57 | Sin comentarios
Un pueblo, dos hombres, una mujer desaparecida, otras dos aparecidas, libros recónditos, mujeres memorables, cartas encubiertas, una entidad no identificada, una radio, unas flores amarillas. Con este puñado de objetos y circunstancias, Laura Citarella construyó una de las más bellas ficciones de los últimos años.

Costumbres

No suelo mirar las películas cuando se estrenan. A veces, las visualizo mucho antes de que lleguen a pantallas públicas (aunque esto último, no siempre sucede). A menudo, las visualizo después de su estreno en festivales, plataformas o en sala. 

La tercera opción es que, aun habiendo visto un filme, prefiera dejar correr los meses antes de escribir al respecto, para volver a visualizarlo varias veces. Sucedió con Trenque Lauquen (2022), la película de Laura Citarella, que recién ahora accedí a su visualización. 

(Por esta circunstancia, entre otras, es que me resisto a hacer listas de “mejores películas de…”. Claro que suelo ceder a mi propia intransigencia o a mi vanidad. Por esto mismo y porque las películas siguen largos y sinuosos caminos, insospechados, vale la pena volver a escribir sobre ellas para reanimar el debate crítico y el disfrute estético).

Trenque Lauquen

Trenque Lauquen

Desde el título, la película de Citarella desafía los márgenes, si se prefiere, el canon del realismo. Si bien la acción transcurre en el pueblo bonaerense que lleva ese nombre (gesto que se reitera en el nombre de les personajes que coincide con el de les actores), esa denominación es un enunciado mapuche que significa “laguna redonda”. En el caso de una laguna, la redondez remite a una figura cerrada, “sin salida” o que “gira en falso” o que “gira sobre el propio eje”. Como el movimiento al que obligan las rotondas o las duplicaciones que promueven los espejos. Dos elementos (las rotondas y los espejos) que, en buena medida, sirven a la estructura narrativa de Trenque Lauquen. Entonces, hasta aquí hay un pueblo bonaerense que, en lengua aborigen, significa una laguna redonda o sin salida, que da título a una película. No es un juego de encastres ni un rompecabezas: es la ficción insinuándose. 

Si el pueblo y la laguna existen y la película que lleva su nombre también, lo objetivo y lo representado coinciden por ahora. Fin (diría el vocero presidencial). 

En cambio, la aventura que anuncia el primero de los doce capítulos (repartidos en dos partes) en que está fragmentada la película, se desenvolverá en otros pueblos, en rutas, en bulevares, bares y hoteles, yendo y viniendo alrededor de rotondas, reflejándose en espejos y cristales, habilitando distintas dimensiones (capas) del relato. Es que Trenque Lauquen cuenta una historia abierta que se abre a otras, que ocurrieron en el pasado, con otres protagonistas, en otros lugares. Es decir: en la continuidad de lo que vemos hay una superposición. Sin embargo, cronológicamente, los sucesos narrados ocurrieron desfasados. Además, esas historias se cuentan a través de distintos géneros. Lo abordaré más adelante. 

Me interesa resaltar lo que me asombró en ese primer capítulo: “La aventura”. La primera versión de la historia (Laura, la bióloga sin título que recoge y cataloga flores, la cronista radial de “las mujeres que hicieron historia”, la novia de Rafael, la compañera de Ezequiel —cualquiera de esas descripciones debe leerse entre signos de interrogación—, un día desaparece —esto debe leerse sin signos: en Argentina, la persona que amas puede desaparecer) se desenrolla entre dos personajes: uno parece ser el que escribe y traduce las pistas, el que asume el relato y construye el que, se presume, sería el punto de vista predominante (¿la verdad?). Mientras que el otro es el que escucha y, en ese rol, representaría al espectador/a. No importa quién ocupe cada lugar en los capítulos siguientes. Lo relevante es que la alternancia de esos lugares, en tanto roles (el que sabe, el que no) que hacen avanzar la trama, es un principio constructivo del relato que se repetirá en otros momentos del filme, encarnado por otros personajes. Claro que, los espejos, Freud y Borges nos enseñaron que las repeticiones no son cuentas exactas. Más vale, constituyen el orden de lo siniestro: aquello que, por cercano, cristalizó en nosotres hasta que, de pronto, se vuelve monstruoso y entonces se hace evidente. Eso también sucederá en Trenque Lauquen

Otro rasgo o forma capital de la estructura narrativa es el círculo. Las rotondas, las lagunas redondas o los circuitos cerrados (tan parecidos a los vagabundeos fortuitos de los personajes de la Nouveau roman) o las imágenes intervenidas (el sol que texturiza el vidrio del parabrisas que, a su vez, se imprime en los rostros o las sombras de la noche que ocultan las facciones o la distancia de la cámara que nubla lo que se ve) así como los flashback mediante los que la historia vuelve a empezar, aunque variando el punto de vista. 

Otra forma de repetición en simultáneo es el fuera de campo sonoro. En este caso, el/la espectador/a es forzad@ a jerarquizar los planos de sonido, para elegir adónde conducir su escucha. 

Trenque Lauquen

Así, al cabo nada es lo que parece ser en un primer momento. En verdad, en Trenque Lauquen la película, nadie nada nunca es lo que parece ser. Así funciona el cine: hace como si abriera ventanas, pero los cristales siguen allí y están empañados. 

Géneros

Entre los muchos círculos no concéntricos que dibuja el guion de Trenque Lauquen (Laura Citarella despliega una sagacidad sutil y extraordinaria, demostrando, a la vez, su dominio y la confianza indeclinable en el “lenguaje cinematográfico”), la utilización de los géneros es uno de los más eficientes. Citarella se apropia de y pone a jugar a varias de esas matrices (el policial, el suspense, la ciencia ficción, el melodrama romántico), hibrida registros (por momentos, el artificio cede ante el documental) pero se empeña en hablar de otra cosa. Esa otra cosa de la que se habla (y se escucha) desde el comienzo, va cobrando cuerpo muy de a poco, a medida que se exponen las diferentes contingencias, que se despejan las incógnitas iniciales, que se derivan hacia nuevos enigmas. En Trenque Lauquen la proliferación es el carácter de los círculos. Claro que, cuando hay repetición y replicación, de inmediato, hay variante y bifurcación. Entonces, nada es lo mismo ni es igual: porque los hechos transcurren desincronizados en el tiempo y el espacio, diseminados en las acciones de nuevos personajes, provenientes de fuentes múltiples (fotos, libros, diarios, cartas, creencias, hipótesis).

En resumen: hay policial pero no hay crimen. Hay suspense pero no hay cuerpo del delito ni del delirio. Hay ciencia ficción pero no hay alienígena (aunque sí hay, una desaparecida que habla). Hay drama romántico pero in absentia… En cambio, hay muchos chistes y “juegos de palabras”. Trenque Lauquen es una obra noble y compleja. Entretiene a lo largo de más de cuatro horas sin devaluar ni la ocurrencia ni su factura. Interpela al/a espectador/a y le pone a descifrar acertijos. Hace uso de todas las herramientas y procedimientos de que el cine es capaz, sin arrogancia ni superioridad académicas. Sobre todo, toma para sí la épica de su época resumida en una sentencia que ya nos es diáfana: “Lo personal es político”. Enunciado cuya forma emula la de una “laguna redonda” que contiene todo lo que podría ser mostrado, incluso, en tiempo real, sin cortes, sin apresuramientos. Para que no les queden dudas a les espectadores que lo que está exhibido en la pantalla, que lo que se ve allí, lo que se escucha y no se ve, lo que se superpone (sean sonidos o sean imágenes) y se supone, lo que se referencia o se insinúa. Todo ese embrollo engañoso será resuelto, cinematográficamente, en la peripecia emancipatoria de una mujer. Una Laura más que se suma a las muchas Lauras literarias que la precedieron. Una Laura que, en el transcurso de Trenque Lauquen, será más de una/otra mujer peleando por conquistar o sostener el tiempo, el espacio, el aire, los cuerpos. Una Laura que abandona los lugares habituales, incluidos sus afectos, para reaparecer ante nosotres: les que miramos del otro lado de la pantalla. 

Películas

Trenque Lauquen “cita” muchas películas y autores. El movimiento no pretende establecer una potestad (autoafirmarse en una tradición, señalar una influencia, celebrar maestros o autoridades) sino, simplemente, un cierto anclaje (estético, ideológico, formal, generacional a veces) desde el que Laura Citarella hace cine, a la vez que una complicidad con les que miran. ¿Maridaje de cinefilia y posmodernidad? ¿Chiste interno? Cada une disfrute y resuelva de qué se trata. 

Lo cierto es que los primeros indicios conducen a Michelangelo Antonioni (La aventura, 1960), Spike Jonze (El ladrón de orquídeas, 2002) y Mariano Llinás (Historias extraordinarias, 2008). A medida que transcurre la trama, haciendo girar las incumbencias de género, van a irrumpir Abbas Kiarostami replicando la ocurrencia formal (filmar la fritura de un huevo en tiempo real) del corto del iraní incluido en la antología Lumière y compañía (1995), la especulación psico-existencial-policial a lo Hitchcock (La ventana indiscreta, 1954), el despojo voluntario al que se somete la protagonista (Isabelle Huppert) de Villa Amalia (2007/2009 Benoît Jacquot, basada en la novela homónima de Pascal Quignard).

Trenque Lauquen

Apenas murmuradas, estas referencias podrían funcionar como declaración o manifiesto: ninguna película se hace de la nada ni está sola en el medio de una constelación de acontecimientos artísticos, sociales, culturales que le son contemporáneos. He ahí la repetición de un gesto: empujar lo personal hacia el terreno de lo colectivo. 

Territorios

Trenque Lauquen es la tercera película en largometraje de Laura Citarella. Las anteriores (Ostende, 2011; La mujer de los perros, 2015, codirigida con Verónica Llinás) también transcurren en territorio de la provincia de Buenos Aires. Lo mismo que otras las películas realizadas por El Pampero Cine. La productora (fundada en 2002 y, desde ese momento, conformada por Mariano Llinás, Laura Citarella, Agustín Mendilaharzu y Alejo Moguilansky) asegura en su página oficial que “ha desarrollado un sistema de producción basado en el rechazo a los postulados industriales y a la radical independencia de las fuentes clásicas de financiación, que le ha permitido una producción constante y fértil. (…) El Pampero Cine ha impuesto en la Argentina una nueva manera de producir, trabajando con  presupuestos marcadamente inferiores a la más pequeña de las producciones industriales sin que dicha inferioridad de condiciones tenga relación alguna con la calidad técnica o estética de las obras”.

Sin embargo, quiero concluir aquí que, parte de esa producción (en total, alrededor de veinticuatro películas) constituye la cartografía cinematográfica más versátil, meticulosa e incondicional de la provincia de Buenos Aires, que jamás se haya filmado. 

Es cierto que otros realizadores filman historias y personajes bonaerenses (Raúl Perrone, José Campusano, César González). También lo es que la mayoría de los pueblos y ciudades que eligió El Pampero existían antes de que fueran filmados. Sin embargo, las cámaras de est@s cineastas los dotaron de otra sustancia. De alguna manera, los reinventaron. “Privada de lo que le agregan los aparatos, la realidad es aquí la más artificial que pueda imaginarse y, en el país de la técnica, el espectáculo de la realidad inmediata se ha transformado en inhallable flor azul”[1]. O amarilla, como las que encontró Laura antes de “desaparecer”.

Trenque Lauquen, Argentina-Alemania, 2022.

Dirigida por Laura Citarella. Escrita por L. Citarella y Laura Paredes.


[1] Benjamin, Walter (1973). Discursos interrumpidos I, Taurus, Madrid.

María Iribarren / Copyleft 2024

Otras lecturas sobre Trenque Lauquen:

  1. Acá (RK)
  2. Acá (MG)

Entrevista a Laura Citarella (acá)

CRÍTICAS 2024

Las ausencias (leer acá)

El color púrpura (leer acá)

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Sleep: el mal no duerme (leer acá)

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