
LOS INDEPENDIENTES DE LISBOA
Cuando nació el Indielisboa en 2004 el cine estaba en un momento de transformación: ya se comenzaba a intuir la substitución del cine analógico por el digital, se desarrollaba una producción menos vinculada a la industria, etc. El Indie estaba en línea con otros certámenes que intentaban detectar esas mutaciones, como el BAFICI, el FIC Valdivia, Torino… que estaban creando un nuevo mapa del mundo.
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Martín Pawley: ¿Podrías hablarnos de cómo nació el Indie y cuáles eran las intenciones?
Miguel Valverde: Antes de nada, gracias por esta entrevista. Aquí en Lisboa había la idea de que los festivales de cine tenían que tener una conexión con la ciudad y habiendo festivales en Berlín, en Londres, en Copenhague, en las principales capitales de los países, era extraño que en Lisboa no existiera un festival. Acabamos siendo un grupo de personas, sobre todo jóvenes, quienes nos aventuramos en parte por no tener la idea estigmatizada de que para hacer un festival de cine se necesitaría mucho dinero. Aprovechamos nuestra experiencia anterior en la gestión de un cine independiente para pensar “¿por qué no hacer ahora un festival en Lisboa?”, pero no queríamos que fuera un festival de alfombra roja, lo que queríamos era continuar nuestro trabajo de exhibición de cine de autor. En aquella época había muchos títulos y muchos autores que nos gustaban mucho que no se distribuían comercialmente en Portugal, y por lo tanto el festival cumplía un papel fundamental para crear una diversidad en el panorama cinematográfico.
Es cierto que el panorama ha cambiado mucho. Yo no sé si fruto también de una nueva generación como la nuestra que comenzó a estar mucho más atenta a estas cuestiones, no sé si fue el mercado que cambió o si fue por la democratización de los medios, que no solo permitió la democratización de la propia producción de las películas sino también la democratización de la distribución y de la exhibición. Hoy en día comprar una película para su distribución en Portugal es mucho más barato que hace 20 años. Antiguamente no había distribuidores que pudieran comprar películas por 3 o 4 mil euros en el mercado internacional y hoy sí los hay. Eso hace que, aunque no sean negocios fabulosos, sí hay un conjunto de distribuidores que tienen un papel relevante para traer a esos autores que antes no encontraban espacio en la sala de cine. Ahora creo que estamos llegando a un paradigma casi opuesto al de 2004, pues los distribuidores portugueses van a mercados como Cannes y Berlín y lo compran todo, hay una gran competencia incluso entre ellos. Por otro lado los festivales les roban -entre comillas- espectadores: si la película pasa en un festival como el Indie, el Doc Lisboa o el Leffest, ellos saben que habrá 500 espectadores menos que vayan a ver la película en salas. Eso creó también una cierta competencia entre festivales y distribuidores por las mismas películas. El festival tuvo que cambiar también debido a estas nuevas circunstancias.
Por otro lado, el festival se fue adaptando también a los nuevos tiempos, porque si nuestra primera edición tuvo, mayoritariamente, película en soporte fílmico, aunque ya tuviéramos objetos en vídeo, ese medio ahora ya no cuenta tanto, porque la mayor parte de las películas se exhiben en DCP. Recibimos muchas más películas de geografías mucho más diversas; si los primeros años recibíamos alrededor de 500 o 700 películas, hoy día nos llegan 5 mil. El propio festival tuvo que reorganizarse. Tenemos en este momento 24 programadores entre todas las secciones; tenemos, incluso, coordinadores por sección para sistematizar donde puede encajar mejor cada película. También tuvimos que parar un poco el crecimiento del festival, porque en cierto momento sentimos que era demasiado. Exhibimos ahora alrededor de 270 películas, entre cortos y largos, pero hubo años que presentamos más de 300 películas. Esto para el equipo, que tiene que gestionar un conjunto de invitados, toda la información para el catálogo, todo el tráfico de copias… representa mucho trabajo.
Pero también cambió, en cierta forma, el tipo de público.
Nosotros queremos que las personas que están al otro lado y quieren ir al cine continúen teniendo razones para venir y se sientan cómodas con las elecciones que hemos hecho para ellas, aunque por supuesto les gustarán más unas películas que otras y no les van a gustar todas. Yo ya no estoy en la dirección del festival, sigo siendo el presidente de la asociación que organiza el Indie y quedé también con la responsabilidad de la industria, pero ahora la dirección está a cargo de Carlos Ramos y Susana Santos Rodrigues. Carlos y Susana tienen un abordaje mucho más lúdico de lo que debe ser un festival y de como el festival se debe insertar en su comunidad, con ideas como el “Indie date”, el “cine en la piscina” o el “baby cine” que nos permiten mirar hacia las nuevas generaciones, los nuevos públicos que tenemos.
Yo he visto muchos festivales que o acabaron entre la edición 10 y 15, porque todo era siempre lo mismo, o acabaron entre la edición 15 y 20, o antes de llegar a la edición 30. Hay un conjunto de desafíos que nosotros, en cada momento, tenemos que asumir para llevar el festival por un camino correcto, aquel que permite que podamos seguir mostrando las películas que nos gustan, los autores que nos gustan, y compartir esa experiencia de cine con otras personas a las que creemos que también les gusta.
Desde 2004 hasta hoy hubo cambios felizmente radicales en la forma de ver el mundo, y una de ellas pasa por que cualquier evento cultural tiene que tener una mayor percepción de la diversidad en todos sus sentidos. Primero enfocada a la cuestión feminista, con una mayor presencia de mujeres realizadoras, pero no solo eso: ya no es suficiente substituir el paradigma de hombres blancos por el de mujeres blancas, tiene que haber más de todo. El Indie se sumó a esa dinámica, no solo por la simpatía LGBT que siempre tuvo, sino también por una diversidad geográfica y étnica mucho más amplia. Siempre la hubo, pero ahora, por ejemplo, hay más cine africano del que se podía ver hace 20 años.
El festival comenzó con tres hombres blancos en la dirección y hoy día tenemos una dirección compartida entre un hombre y una mujer; solo eso creo que ya es fruto de esa evolución de los tiempos. Sé que lo voy a decir es controvertido, pero yo sigo creyendo que las películas deben ser más importantes que la calificación de lo que es que es cada persona, cada género, cada geografía. O sea, yo creo que las películas deben dictar su propia elección y la diversidad debe venir de ahí. Lo que yo siento que el Indie hizo bien, y lo hizo bien hace mucho tiempo, es que nuestros equipos de programación son muy paritarios. No lo eran al principio, y efectivamente en los primeros diez años del festival había muchas más elecciones de hombres en los ciclos y competiciones. A partir de más o menos 2010 los comités de selección pasaron a tener el mismo número de mujeres y hombres, y también personas racializadas o LGBT, pero también personas que tienen más de 60 años y personas que tienen 20, y para mí es tan importante pensar en edad como en género. Cuando tú tienes estas personas tan diversas que defienden sus criterios y que creen en cierto tipo de cine, no necesitas estar contando en la selección final si efectivamente hay un número paritario de mujeres y hombres, sale solo. En esta edición tenemos 10 largos en la competición nacional, 6 de hombres y 4 de mujeres; en los cortos tenemos 16 y hay exactamente 8 y 8, en la sección Novíssimos, 6 y 6.
En el catálogo de Portugal Film, que es una colaboradora muy importante, siempre hubo cineastas trans como Isadora Neves Marques o Paula Tomas Marques, que después pasan al festival. Pero nosotros también representamos, y va a estar este año en el Indie, la película Primeira Pessoa do Plural de Sandro Aguilar, un hombre blanco hetero; no podemos excluir hombres solo porque lo son, igual que las personas que afirmaron su género son otra cosa. Son lo que son, y eso es bueno. No nos podemos olvidar de que la diversidad para ser real tiene que venir de dentro y no ser una colección de números que quedan bien cuando estás haciendo las estadísticas.
El Indie en sus primeras ediciones era un festival muy enfocado a la contemporaneidad. Evidentemente eso sigue sucediendo pero los últimos años hubo una apuesta explícita, sobre todo la través de las retrospectivas pero también a través de la sección Director’s Cut, de revisar el pasado del cine buscando llenar huecos que, en general en todo el mundo pero en particular en Portugal, estaban por cubrir. Pienso este año en la retrospectiva de Binka Jeliaskova, que es fabulosa y muy necesaria, pero también en época reciente las retrospectivas de Ousmane Sembène o Sarah Maldoror. Ahora está más presente esa idea de releer el pasado, la memoria del cine, y relacionarla con el presente.Yo no sé si tengo exactamente la misma impresión que tú. Lo que dijiste es un hecho, existe
Yo no sé si tengo exactamente la misma impresión que tú. Lo que dijiste es un hecho, existe ese mayor pensamiento ahora. Nuno Sena, que fue director del Indie, es ahora subdirector de la Cinemateca, y tenemos con él una relación muy buena, como es obvio. Las retrospectivas se piensan con la Cinemateca y para el espacio de la Cinemateca, y por el propio local donde se exhiben están más orientadas hacia la historia de cine. Es un hecho, es real. Por otro lado lo que yo siento es que esa es la forma en que nosotros miramos el cine. Varios periodistas portugueses me cuestionan casi todos los años cuando yo coloco en la competición nacional a João Canijo, Rita Azevedo Gomes o incluso este año Sandro Aguilar, porque para la crítica portuguesa son nombres demasiado consagrados, y en realidad la única respuesta que tengo es que para mí son cineastas que hacen películas contemporáneas. Cuando João Canijo decide invitar a Leonor Teles, que tenía 27 o 28 años, para hacer la dirección de fotografía de Mal viver y Viver mal, João Canijo no está haciendo una película como hace 20 años, está arriesgando. O cuando a Rita Acevedo Gomes decide reunir a un grupo de actores y, sin dinero, va a una casa de un amigo de ella arquitecto y filma una cosa que parece casi una pieza de teatro, super bien filmada, y nos muestra que hay toda una inmensa posibilidad de cine que no está fijado en los años 80 o 90 sino que posee la contemporaneidad del presente, yo quiero que una película así esté en competición. Sandro Aguilar nunca había hecho una película filmada en parte fuera de Portugal y con toda una parafernalia técnica que muestra que él no es solo ese cineasta que conocemos de los cortos, sino que es mucho más versátil. Sigue arriesgando y eso para mí es símbolo de contemporaneidad. Binka Jeliaskova estaba completamente oculta en la historia del cine y, en el contexto de una Bulgaria cerrada, dentro de un régimen aliado a la Unión Soviética, fue capaz de hacer unas películas de enorme modernidad. Sembene o Maldoror hablaban de cuestiones raciales en los años 60 y 70 que solo hoy día, finalmente, parece que son escuchadas. Este tipo de cine, para mí, es también contemporáneo.
La historia del Indielisboa coincide con una época especialmente fértil del cine nacional; en los grandes festivales es habitual que haya películas portuguesas, largos o cortos. El Indie siempre acompañó este crecimiento, primero a través del propio festival, pero después también con iniciativas como las Lisbon Screenings o la distribuidora Portugal Film.
Portugal no siempre está presente en las competiciones principales de los festivales, a veces estamos en competiciones secundarias o paralelas. Aquí, en realidad, hay muchos autores de los cuales no puedes anticipar nada. En Brasil sabes que un nombre como Kleber Mendonça Filho cuando tiene una película está orientado, digámoslo así, a la competición de Cannes. Los portugueses aparecen inesperadamente, como conejos salidos de la chistera; de repente hay un nombre, como Paulo Carneiro el año pasado, que solo las personas que siguen el cine portugués sabían que ya había hecho dos largos antes, pero no era un nombre muy conocido.
Para nosotros siempre fue muy importante tener representación de cine portugués en el festival. El primer año del Indie tuvimos en competición a João Canijo con Noite Escura, Lisboetas de Sérgio Treffaut y A cara que mereces de Miguel Gomes. Pero si miras los cortos, aquel primer año estaba Pedro Pinho con Perto y Teresa Villaverde con Cold Water. Son cinco nombres que recuerdo de una competición que tenía ocho títulos, cineastas importantes para el contexto nacional hoy en día.
Gracias a la democratización de los medios, el cine portugués creció y no había muchos espacios para los cineastas jóvenes. El Indie ganó ese espacio y, por ejemplo, no es casual que Gabriel Abrantes estrenase su primer corto con nosotros, João Salaviza estrenó su primer corto con nosotros, Arena, antes de ganar la Palma de Oro en Cannes, Leonor Teles presentó también su primer corto, igual que Ico Costa, Carlos Conceição o Salome Lamas. Hay todo un conjunto de autores portugueses que acompañamos desde sus primeras películas, también a través de la Portugal Film, que, aunque sea una entidad ligada al Indielisboa, nuestra idea siempre es la de trabajar con todos los festivales, y por eso tenemos siempre películas en Vila do Conde o en el Doc Lisboa.
El Indie estuvo y está al lado de esos cineastas, porque para nosotros la competición nacional siempre fue un bastión, en primer lugar para traer autores que nunca se veían aquí y por otro lado para crear una audiencia para el cine portugués que era absolutamente nula en 2004. El Indie sintió la necesidad, precisamente, de mostrarle al público portugués que si iba a ver una película portuguesa al cine, quizá hasta podría gustarle, y aún hoy es la sección que tiene más espectadores en el contexto del festival.
Como las primeras competiciones nacionales del Indie funcionaron tan bien muchos festivales extranjeros nos comenzaron a pedir recomendaciones de películas. Yo empecé a mandar DVDs y en cierto momento los festivales nos dijeron “ah, ¿pueden cubrir aquí la inscripción oficial?”, “¿pueden mandarnos unas fotografías?”, “¿pueden mandarnos esto y aquello?”. La idea de crear la Portugal Film en 2014 vino precisamente de esa necesidad de tener una agencia que hiciera lo que les faltaba a las películas portuguesas o a los cineastas que, cuando pasaban al largo, no tenían un acompañamiento internacional. Obviamente es el talento de los cineastas y las películas lo que cuenta en primer lugar, pero nosotros dimos un empujón y yo creo que, en cierta manera, esta visibilidad internacional en los festivales principales tiene mucho que ver con nuestro trabajo, con como alguna gente cree en nuestro criterio, viene aquí a las Lisbon Screenings, ve las películas, conoce el contexto, y así las cosas acaban saliendo.
En el caso de la Portugal Film, ¿cómo hacéis la selección? Más allá de la calidad de las películas, ¿tenéis algunos criterios generales, por ejemplo de con cuántas películas podéis trabajar cada año? Lo pregunto también pensando en que manejáis nombres más o menos obvios, como puede ser este año Sandro Aguilar o José Felipe Costa, pero en los últimos años hay singularidades como Falcão Nhaga, un estudiante de universidad que hace un corto en el ámbito de la escuela, cae en vuestro radar y lo estrenáis en el Indielisboa semanas antes de que acabe yendo a la Cinefondation de Cannes.
Tenemos un equipo muy pequeño y es muy complicado, de hecho, responder a todas las solicitudes que tenemos, iy además sabemos que el panorama de los festivales está cambiando. Hemos tenido este año una conversación importante en el seno de la Portugal Film para analizar como el año pasado hicimos varias elecciones de cortos en los que creíamos mucho, pero lo cierto es que no nos fue muy bien en ese ámbito. Tuvimos el corto de Isadora en la Semana de la Crítica y varios estuvieron a punto de entrar en otros festivales, pero finalmente no sucedió. Comenzamos a pensar, mirando las programaciones de esos festivales, que hoy día tiende a haber una búsqueda que responde a los asuntos del momento más que a la capacidad de pensar en el cine por sí mismo. Siento que algunas elecciones que hacemos ahora son arriesgadas cuando antes no lo eran. Pero yo no consigo defender una película en la que no crea, ni mi compañera Ana Isabel Strindberg, ni mi compañera Margarida Moz, ni mi compañero Luís Lemos. No conseguimos escribir a festivales para decirles que deben seleccionar una película si nosotros no creemos en ella. El hecho de que esas películas en las que nosotros creemos puedan tener menos posibilidad de ser elegidas allá fuera puede ser un problema en el futuro con el que tenemos que lidiar en el presente para intentar anticiparnos.
El criterio de la Portugal Film es diferente del que tiene el Indielisboa, porque en la Portugal Film nosotros acompañamos a autores y sabemos que los autores unas veces hacen películas buenas y otras veces hacen películas menos buenas, y nuestro papel en realidad es no dejarlos caer. Paula Tomás Marques es un magnífico ejemplo. Nosotros adoramos la película de escuela que hizo y entró en nuestro catálogo. Su segunda película también pasó a nuestro catálogo y después cuando ella fue a San Sebastián hizo algunas películas que son verdaderamente interesantes, que me gustan mucho, pero sentimos que tendrían una mayor dificultad de circulación, y efectivamente fue lo que sucedió. Pero cuando tú ves un potencial en una persona, sabes que hay un momento en que de repente se da el click y salió Dildotectonics, que es probablemente junto con Balada de um batráquio una de las películas más veces seleccionada del catálogo de la Portugal Film, y este año su primer largo estuvo en competición en Berlín.
Nosotros no tenemos espacio para más de cuatro o cinco largometrajes por año, asumiendo que si son seleccionados en cada uno de los festivales principales en realidad todo va bien, pero si son seleccionados todos a la vez en el mismo festival, tenemos un problema porque no tenemos equipo para responder a tantas demandas. Por ejemplo, este año los dos largos en Rotterdam más el largo en Berlín nos creó una dificultad inmensa, estábamos cerrando la programación del Indie y a la vez muy ocupados con el estreno de estas tres películas y pensando ya en su recorrido posterior. Tenemos estos cuatro o cinco largos por año y después conseguimos tener alrededor de siete u ocho cortos, pero no más que eso, porque con los cortos a veces puede pasar casi un año hasta que son efectivamente seleccionados. No podemos quedarnos con todas las películas que nos gustan, porque no podríamos trabajar bien. Todos los meses recibimos unas diez propuestas de películas y a la mayoría tenemos que decirles que no.
* Conversación por videoconferencia entre A Coruña (Galicia) y Lisboa el 14 de abril publicada originalmente en la revista digital Quiasmo. Artes, Letras e Ciência (https://quiasmo.net/).
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