DAR LA CARA

DAR LA CARA

por - Entrevistas
05 Oct, 2022 07:42 | Sin comentarios
Argentina, 1985 no sería la misma película si no contara con la delicada interpretación de Laura Paredes como Adriana Calvo de Laborde. En este breve diálogo la actriz se refiere al desafío de encarnar a la física que fue una voz central en el Juicio a las Juntas.

Laura Paredes puede aún resultar desconocida por su solo nombre, no por su presencia. Quienes hayan visto OstendeLa princesa de FranciaLa flor, entre algunas de sus películas, no deben haber pasado por alto el semblante calmo de la actriz. A Paredes también se la conoce por ser miembro del grupo teatral Piel de Lava, que desde el 2003 hasta hoy ha significado una deriva creativa incuestionable del panorama teatral argentino. En este sentido, Paredes es algo más que una actriz que recibe órdenes e indicaciones de sus directores o directoras. Hay una dimensión autoral en sus interpretaciones, una posición creativa que irradia un escenario o una escena de una película.

Su participación en Argentina, 1985 es decisiva. En este film interpreta a la física Adriana Calvo de Laborde. Darle cuerpo y voz a esa testigo clave en el Juicio a las Juntas es un desafío de primer orden para una intérprete. Quienes habían sido humillados, quienes habían sido destinatarios de tormentos diversos daban su testimonio a espaldas de los genocidas y también de la cámara que grababan el juicio. Revivir ese momento conlleva una responsabilidad, y más todavía si se tiene que dar la cara y ser frente a cámara aquella mujer que dio a luz en condiciones infrahumanas a su hija y cuyo testimonio resultó cardinal para perforar los límites ideológicos que todavía impedían ver la legitimidad del juicio.

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Este es un año excelente en su carrera. El film de Santiago Mitre, Argentina, 1985 se estrenó en Venecia, y también en ese festival se presentó Trenque Lauquen, de Laura Citarella, en donde tiene un papel protagónico. ¿Cómo vivió la experiencia? 

Paredes en Trenque Lauque

No podía creer esa combinación. Trenque Lauquen es un proyecto en el que estoy involucrada desde hace más de cinco años. Una película que formó parte de nuestras vidas durante mucho tiempo. Un rodaje en donde lo personal está completamente fundido y es parte del lenguaje del film. El otro día Laura Citarella decía que salir a filmar Trenque Lauquen era más parecido a la organización de un viaje familiar que un rodaje. Y fue así. Íbamos con nuestros hijos, a veces con nuestras madres. Muchos años de esa intimidad. El caso de Argentina, 1985 es el contrario. Un rodaje enorme, con miles de actores involucrados, un equipo grandísimo. Sin embargo, también se volvió un rodaje muy personal. Hacer de Adriana Calvo de Laborde me generaba una responsabilidad muy alta. Pensaba en su familia. Tenía que honrarla y estar a la altura. Y también humanizarla y dejar que se escapen los nervios que podía tener frente a una exposición tan grande. Dar su testimonio en el juicio a las juntas militares en un momento donde la democracia estaba aún debilitada. Poder ver las dos películas juntas, en el mismo festival, fue un regalo para mí.

De todas las películas que ha filmado hasta el día de hoy, Argentina, 1985 es la primera en la que tiene un papel ligado a una persona real. Si fuera una persona entre otras, incluso un personaje histórico reconocido, la exigencia no sería la misma que en esta ocasión. El testimonio de Adriana Calvo de Laborde en el Juicio a la Juntas fue y es decisivo. ¿Cómo se sintió reviviendo ese momento crucial? 

La escena se filmó en la misma sala donde se llevó a cabo el juicio. Yo estaba sentada en el mismo lugar y diciendo textualmente sus palabras. Fue una experiencia muy conmovedora. Actores, técnicos, extras, todos estábamos muy conmovidos. Fue realmente del orden de la catarsis.

¿Tuvo alguna referencia de otras interpretaciones similares al asumir el papel? 

Mi única referencia fue Adriana. Vi muchas veces el testimonio y todas las pistas estaban allí. La precisión con la que tiene que relatar los hechos para no olvidarse de nada. Las pausas que hace para poder respirar. Los lugares donde pierde mínimamente el control y vuelve a organizarse.

Adriana Calvo de Laborde

Lo que usted dice en la escena del juicio es lo que la propia Calvo de Laborde dijo. ¿Cómo trabajó sobre ese texto-testimonio? ¿Intentó imitarla, tomó distancia, combinó lo propio con lo mimético? 

Cuando nos juntamos a trabajar con Santiago probamos de todo. Probamos imitarle ese tono que tiene tan particular, pero no funcionaba. Generaba un artificio no deseado y también generaba distancia. Así que decidimos acercarla a mi tono. Igual, paradójicamente, cuando vi la escena en el cine me pareció que hablo bastante parecido a ella. Qué extraña es la actuación. Cuánto más la acerqué a mí, más la reconocí a ella.

En la grabación de los juicios no se veían las caras de los testigos. La película sí prodiga el contraplano de la perspectiva del registro: el rostro de las víctimas. Usted tenía el sonido de la voz y la referencia de la nuca y la espalda. Supongo que trabajar sobre los gestos faciales no es un tema menor. ¿Qué hizo al respecto? 

Por la voz de Adriana una puede adivinar en qué zonas reprime la emoción. Eso nos parecía un poco la clave con Santiago. No permitirse quebrarse del todo porque hay que seguir adelante con el relato. Los militares estaban sentados detrás de los testigos. Ellos tenían que dar el testimonio con los asesinos en sus nucas. Tuve esa imagen muy presente a la hora de pensar una gestualidad. También tenía muy en claro que era una escena que tenía que tener cierta ética en la actuación, si tal cosa existe. No era una escena para que la actriz mostrara sus habilidades y sus dotes expresivos. Era un homenaje a todas esas personas que tuvieron que contar los horrores que sufrieron para asegurar la democracia. Una valentía sin límites.

Imagino que no fue una película más en su carrera. ¿Qué aprendió? 

Yo tengo una relación muy gozosa con la actuación, muy poco sacrificada, aunque a veces los rodajes lo sean. Esta película fue muy exigente técnicamente. Tuve que repetir el testimonio muchísimas veces. Con distintas puestas de cámara, tratando de llegar a la misma efectividad en todas las tomas. Santiago es un director muy cariñoso y entendía la complejidad de la escena, y el equipo estaba completamente a favor también. Pero tuve que volverme una máquina. Una máquina capaz de hacer llorar al espectador.

*Publicada en el diario La Voz del Interior en el mes de octubre 2022.

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