PARADOR RETIRO

PARADOR RETIRO

por - Críticas
25 Jul, 2009 05:11 | comentarios

**** Obra maestra  ***hay que verla  ** Válida de ver  * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor

Por Roger Alan Koza

LOS NÓMADES DEL ASFALTO

Parador Retiro, Argentina, 2008.

Escrita y dirigida por Jorge Colas.

***Hay que verla  

Premiada en los Festivales de Mar del Plata  y Marfici, la película de Jorge Colas consigue desarticular el humanismo televisivo característico a la hora de retratar la miseria y la desposesión, e interroga, por consiguiente, una institución específica que funciona como un síntoma social y político.

El asombro que suscita un atardecer, el reflejo de la luna sobre el mar o cualquier fenómeno natural encuadrado y fotografiado por un cineasta es un misterio. El espectador parece predispuesto al encantamiento, como si por sus propios ojos no pudiera capturar la luz del mundo. Por algún motivo perverso se ha naturalizado nuestra mirada cuando caminando por la calle vemos a un sujeto dormir en una vereda. Esa confrontación mecánica con lo siniestro puede también ser conjurada por el cine: no se trata, lógicamente, de asombro, sino de sostener la mirada ante alguien que vive en el espanto, sin girar la cabeza como si ese gesto garantizara inmunidad ante la desgracia.

Es por eso que el riguroso documental de Jorge Colas adopta una modalidad nada televisiva y sí muy cinematográfica, la del documental observacional. Nada de entrevistas, nada de placas informativas, ninguna voz en off que constituya un discurso capaz de organizar el registro. Se trata de radicalizar la observación, de permanecer con la mirada (y la cámara) hasta convertirse en un fantasma mecánico que registra segmentos vivos de una institución, la vida de sus sujetos, los espacios, los ritos, las relaciones de poder. La imagen es la palabra, la puesta en escena un discurso.

Parador Retiro es un refugio asistencial (y existencial) nocturno del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. En un galpón cuadriculado con más de 200 camas, una al lado de la otra, hombres de todas las edades y no necesariamente de una única clase social van todos los días a dormir, comer y bañarse, incluso hasta cuentan con servicio médico. Son habitués, lo que no significa que sus camas estén reservadas, algo que en el invierno adquiere un significado preciso: ser puntual es sinónimo de no morirse de frío.

En el período de un año, Colas consigue componer un retrato fidedigno de quienes viven en el parador y su funcionamiento. Se ven algunos personajes y ciertas rutinas. Se los ve charlar, comer, mirar un partido de fútbol, dormir, despertar. Algunos diálogos exteriorizan el deterioro psíquico que produce la indigencia, aunque el humor nunca es ajeno a los intercambios. Colas, al respecto, es respetuoso: un disparate teológico en boca de un hombre no es motivo de burla; tampoco lo es mostrar la versión completa de “Tomo y obligo” interpretada por un viejo. Las visitas médicas son todo un descubrimiento. Justamente allí se percibe algo insensato, que se constata tanto en un test delirante de un interno frente a una notebook como en la descripción, por parte de un residente, del médico como el doctor Mengele.

En su desenlace Parador Retiro deviene contundente. Cuando Colas abandona el parador siguiendo a una ambulancia que lleva a un interno, la película revela que estuvimos en un Club Mediterranée de la miseria; una gran mayoría pertenece al club del desamparo infinito.

 Copyleft 2009 / Roger Alan Koza

Esta crítica fue publicada en otra versión por el diario La Voz del Interior en el mes de julio de 2009