PARADOR RETIRO
**** Obra maestra ***hay que verla ** Válida de ver * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
Por Roger Alan Koza
LOS NÓMADES DEL ASFALTO
Parador Retiro, Argentina, 2008.
Escrita y dirigida por Jorge Colas.
***Hay que verla
Premiada en los Festivales de Mar del Plata y Marfici, la película de Jorge Colas consigue desarticular el humanismo televisivo característico a la hora de retratar la miseria y la desposesión, e interroga, por consiguiente, una institución específica que funciona como un síntoma social y político.
El asombro que suscita un atardecer, el reflejo de la luna sobre el mar o cualquier fenómeno natural encuadrado y fotografiado por un cineasta es un misterio. El espectador parece predispuesto al encantamiento, como si por sus propios ojos no pudiera capturar la luz del mundo. Por algún motivo perverso se ha naturalizado nuestra mirada cuando caminando por la calle vemos a un sujeto dormir en una vereda. Esa confrontación mecánica con lo siniestro puede también ser conjurada por el cine: no se trata, lógicamente, de asombro, sino de sostener la mirada ante alguien que vive en el espanto, sin girar la cabeza como si ese gesto garantizara inmunidad ante la desgracia.
Es por eso que el riguroso documental de Jorge Colas adopta una modalidad nada televisiva y sí muy cinematográfica, la del documental observacional. Nada de entrevistas, nada de placas informativas, ninguna voz en off que constituya un discurso capaz de organizar el registro. Se trata de radicalizar la observación, de permanecer con la mirada (y la cámara) hasta convertirse en un fantasma mecánico que registra segmentos vivos de una institución, la vida de sus sujetos, los espacios, los ritos, las relaciones de poder. La imagen es la palabra, la puesta en escena un discurso.
Parador Retiro es un refugio asistencial (y existencial) nocturno del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. En un galpón cuadriculado con más de 200 camas, una al lado de la otra, hombres de todas las edades y no necesariamente de una única clase social van todos los días a dormir, comer y bañarse, incluso hasta cuentan con servicio médico. Son habitués, lo que no significa que sus camas estén reservadas, algo que en el invierno adquiere un significado preciso: ser puntual es sinónimo de no morirse de frío.
En el período de un año, Colas consigue componer un retrato fidedigno de quienes viven en el parador y su funcionamiento. Se ven algunos personajes y ciertas rutinas. Se los ve charlar, comer, mirar un partido de fútbol, dormir, despertar. Algunos diálogos exteriorizan el deterioro psíquico que produce la indigencia, aunque el humor nunca es ajeno a los intercambios. Colas, al respecto, es respetuoso: un disparate teológico en boca de un hombre no es motivo de burla; tampoco lo es mostrar la versión completa de “Tomo y obligo” interpretada por un viejo. Las visitas médicas son todo un descubrimiento. Justamente allí se percibe algo insensato, que se constata tanto en un test delirante de un interno frente a una notebook como en la descripción, por parte de un residente, del médico como el doctor Mengele.
En su desenlace Parador Retiro deviene contundente. Cuando Colas abandona el parador siguiendo a una ambulancia que lleva a un interno, la película revela que estuvimos en un Club Mediterranée de la miseria; una gran mayoría pertenece al club del desamparo infinito.
Copyleft 2009 / Roger Alan Koza
Esta crítica fue publicada en otra versión por el diario La Voz del Interior en el mes de julio de 2009
Querido Roger.
Habrá que verla.
La pregunta es, se me ocurre (y discrepo contigo), si una película que se limita a filmar de manera neutra el discurrir cotidiano de los indigentes, que no formula un alerta, sino antes bien colabora en su naturalización (los homless de Parador Retiro tienen ahora su película), es algo que ayude a la reflexión sobre esta realidad dolorosa o queda liberado a la sensibilidad (y la inteligencia) del espectador. Si el director no se ocupó de remarcar, de algún modo, lo inhumano de lo que retrata, habrá sido funcional, le guste o no, a la indiferencia ya existente, planificada, y en crescendo vertiginoso.
Si, como decís, el Parador Retiro puede pensarse como un refugio existencial (no solo asistencial), estamos a las puertas de una transformación cuasi-ontológica. Los pobres alcanzarán así el lugar de membresía, digno y formal, del cual desde hace milenios intentan escapar… Estamos mal, pero vamos bien.
Un abrazo.
Edgar
me quede con ganas de verla, una lastima
Me pregunto, más allá de Colas: Cómo se señala la responsabilidad de un cineasta cuando a través de su producción potencia una mirada o ayuda a pensarse la realidad de una determinada manera?
Si como se dice en «Vals con Bashir»: «Lo que no es simbolizado no puede ser pensado», es permisible que se cargue de sentido cualquier realidad de la manera que a los directores (o a las productoras por atrás –o por delante) se les ocurra?
¿No hay, no habrá nunca una visión crítica y medidas protectoras al respecto, que nos resguarde de esta manera “7°Arte” de formatear por millones las conciencias…?
Será mucho pedir?
Qué onda las Ciencias Psico? Tienen dueño?
Me parece de una vulnerabilidad extrema nuestra posición.
Bueno. Ya está.
Otro abrazo.
Edgar
Querido Edgar: la modalidad observacional no significa neutralidad. Todo lo contrario. Esa modalidad en el documental requiere un esfuerzco mayor, pues implica paciencia y trabajo, hasta que la institución habla por sí misma y denota sus contradicciones, su puntos débiles, sus logros. En efecto, cuando se trabaja en esta modalidad se logra, paradójicamente, el efecto contrario a la naturalización, pues nuestra mirada es interpelada en la observación y nadie la interrumple con una historia de vida, típica estrategia televisiva, de humanizar al desposeído en función de neutralizarlo. Precisamente, no se trata de humanizar sino de mostar lo inhumano en toda sus dimensiones. Mi modo de utilizar el concepto existencial no fue en un sentido positivo. Usé ese vocablo para demarcar que la subsistencia no es exclusivamente física. En otros términos, son sujetos que sienten, sueñan, creen, desean, y por ello, en ese espacio, pueden encontrarse, aunque el desamparo es la regla. Abrtazo, querido Edgar.
Edgar: 1) los grandes cineastas han siempre pensado la forma como una expresión indirecta de la ética. Generalmente, hay muchos colegas míos y teóricos que suelen reclamar una esfera autónoma para el arte, más allá de la ética. A mi entender, toda estética es una ética, incluso, creo que lo político precede a ambas dimensiones. La puesta en escena en el cine es el lugar de la responsabilidad. Un plano que embellece una violación, por ejemlo, es un plano abyecto. Fue Rivette, luego Daney, quienes vieron el problema en toda su dimensión. 2) Los modos de modulación de la subjetividad contemporánea van más allá del cine. El cine, al menos, cierto cine, hasta permite un camino de oposición al regimen general de signos por el que hoy pensamos y esos signos piensan por nosotros. Ciertas películas son criticas en el sentido que vos reclamas. Un film de Godard, de Kiarostami, de Pedro Costa, dan testimonio de otros modos de habitar en el mundo. Incluso en medio de la máxima estupidez hollywoodense aparecen expresiones disidentes. Abrazo. RK
Roger:
Gracia por tus devoluciones. La veré en el Malba, la dan hasta el 29 de agosto a las 18.30
Abrazo fuerte.