FIRST COW / MARTIN EDEN (02)

FIRST COW / MARTIN EDEN (02)

por - Críticas
25 Ago, 2021 05:54 | Sin comentarios
Dos películas luminosas, simplemente.

Nada es más misterioso y placentero a lo largo de toda una vida que la forma casi desinteresada del intercambio afectivo que llamamos amistad. Dos personas, sin proponérselo, sienten que pueden confiar mutuamente en todos los órdenes imaginables, en ocasiones desconociendo impedimentos que no se eligen, como la pertenencia de clase, el origen y algo no menos decisivo como la lengua. Esta consideración no le debe ser ajena a la cineasta más rutilante del cine estadounidense actual, Kelly Reichardt. Había ensayado unos años atrás sobre esta hermosa invención amorosa en Old Joy, y ahora vuelve con lo mismo en First Cow, y con una ambición mayor. 

La razón por la cual se puede afirmar que este retrato situado en Oregón durante el siglo XIX indaga sobre la amistad con una exigencia mayor que otros intentos de la directora se debe a que el trasfondo de esta cálida historia es el del capitalismo primitivo estadounidense. Este sistema económico suele asociárselo con la confianza, una virtud anímica que es esencial en la amistad, pero ese mismo sistema presupone un individuo que debe adaptarse a un esquema competitivo despiadado, una paradoja que no se resuelve sino más bien se oculta al introducirse la noción de socio. Sin duda, los dos protagonistas de First Cow, un cocinero y un inmigrante de la China, son socios, pero antes que nada son amigos.

Nadie puede saber predecir una amistad, porque mucho tiene de azar. En First Cow, el cocinero descubre a King Lu en el bosque. Bastante rápido se reconocen como amigos y en poco tiempo también emprenden una aventura económica. En la Oregón del siglo XIX, el invierno y el verano eran tan contundentes como hoy, pero doscientos años atrás el barro era el suelo de la ciudad naciente y las construcciones de madera todavía lucían frágiles. Es en este contexto en el que los dos amigos introducen a la comunidad el sabor desconocido de un pastelito. En el improvisado centro “ciudadano”, la sensación dietética del momento es la delicia que producen, robando por las noches la materia prima indispensable para la confección del productor: la leche.

La llegada en barco de la única vaca de la región es todo un acontecimiento. Le pertenece a un inglés, y este será un consumidor entusiasta del pastelito. ¿Se dará cuenta alguna vez que sin leche la masa de ese manjar fugaz es imposible? En el inicio, cuyo tiempo es el nuestro, ese enigma se responde, pero lo importante acá no reside en la picardía policial y sus consecuencias, sino en el perspicaz contrapunto sugerido entre amistad y capitalismo. ¿No es toda la película una discreta lección sobre la creación del deseo y la necesidad en tanto consumo en la trama capitalista de los intercambios de mercancías en el interior de la ley de la oferta y la demanda? ¿No es también la amistad entre los dos hombres una prueba de que no todo está signado por la lógica del capital? 

La película de Reichardt es una maravilla. Un travelling lateral sobre las manos de los compradores de pastelitos da a conocer la diversidad cultural y las formas de pago de una época; un plano general que emplea el marco de una ventana para intensificar el misterio permite observar la danza de un viejo indio del norte; hasta la vaca en cuestión demuestra ser una conocedora de la interpretación clásica en el cine: jamás sobreactúa y se la ve disfrutar de su papel de cómplice. First Cow es una de esas películas que reviven la fe en el cine y en el mundo.

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En una escena hermosa, el joven proletario cuya vida parecía hasta ese momento destinada al mar descubre que las palabras no son meras palabras. Contar con palabras y aprender a emplearlas no es una cuestión de elegancia retórica. Quien sabe nombrar los fenómenos, quien consigue describir lo que sucede y le sucede de otro modo puede hacer algo distinto con todo y consigo mismo. El encuentro del marinero con la literatura es el corazón de Martin Eden, y eso solo basta para abrazar a la película como quien se encuentra con un viejo amigo.

Basada en la novela autobiográfica del escritor estadounidense y socialista Jack London de título homónimo, Martin Eden se ciñe al espíritu de la novela en un escenario distinto. No es Oakland, California, el escenario, sino un barrio obrero de Italia, lo que le permite al gran cineasta Pietro Marcello añadir una sensibilidad proletaria con otras características. En cada ocasión que Marcello introduce materiales de archivo diversos en los que se pueden apreciar escenas de la vida proletaria italiana, el cineasta, que siempre ha demostrado interés por el retrato de los trabajadores, singulariza a Eden en otra galaxia simbólica. Lo mismo sucede cuando Eden se hospeda para escribir en una pieza de una casa campesina típica de Italia. Los planos generales sobre ese ecosistema están impregnados de un sentido de la tierra.

Excepto la distinción señalada recién, Martin Eden es un símil de su origen literario. Un marinero se enamora de una aristócrata que lo introduce en la literatura. A medida que lee, Eden entiende que ya no puede ser el mismo de siempre y se convierte en un escritor autodidacta. La persistencia y la paciencia le darán un lugar en el mundo literario. El joven triunfará y con el éxito su ostensible vitalidad será mancillada por la decadencia moral de las celebridades de las letras. A la historia de amor y vocacional se suman los signos de la época: el socialismo puede ser una respuesta a las incipientes formas de explotación laboral del inicio del siglo XX; el descontento político que acecha a Europa también puede conducir a guerras y revoluciones. 

La película de Marcello sería inimaginable sin su principal actor, Luca Marinelli: irradia sin interferencia alguna un vitalismo arrollador, estalla de rabia cuando la injusticia se evidencia y demuestra como intérprete que la clave de una buena actuación reside en la reacción frente a otros intérpretes. Lo que sucede entre él y Carlo Cecchi, que encarna a un poeta socialista que oficia como discreto mentor de Eden, es indiscutiblemente conmovedor. La amistad es un tema mayor en el cine. Los actores transmiten la lealtad y el cuidado que se da en la amistad, y Marcello sabe honrarlo sin recurrir a subrayados y otras formas de estafa dramática. 

Pasa de todo en Martin Eden. La literatura y la vida no están disociadas, como tampoco lo están la política y las pasiones, la Historia y la crónica cotidiana, lo personal y lo colectivo. Puede ocurrir que una película así de intensa y ambiciosa se descompense en algunos pasajes, pero son tantos los placeres que prodiga el relato de Marcello que poco importa si el desenlace es apurado y menos contundente que los primeros 70 minutos. La mayoría de las secuencias que tienen origen documental (o así lo pretenden) y que Marcello intersecta con la ficción son memorables. El pueblo italiano tiene acá un justo retratista.

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First Cow, Estados Unidos, 2019

Dirigida por Kelly Reichardt. Escrita por Jonathan Raymond y K. Reichardt.

Martin Eden, Italia-Francia-Alemania, 2019

Dirigida por Pietro Marcello. Escrita por Maurizio Braucci y P. Marcello.

*Publicadas en otras versiones por el diario La Voz del Interior en los meses de julio y agosto de 2021 respectivamente.

* En este sitio también se puede leer sobre First Cow acá y tiene otros links sobre el film de Reichardt.

* Otra crítica y más extensa sobre Martin Eden acá.

Roger Koza / Copyleft 2021