EL ÚLTIMO DESAFÍO / THE LAST STAND

EL ÚLTIMO DESAFÍO / THE LAST STAND

por - Críticas
28 Ene, 2013 12:32 | 1 comentario

**** Obra maestra  ***Hay que verla  **Válida de ver  * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor

Por Roger Koza

EN EL PAÍS DE LAS ARMAS

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El último desafío / The Last Stand, EE.UU., 2013

Dirigida por Kim Jee-woon.  Escrita por Andrew Knauer y Jeffrey Nachmanoff.

** Válida de ver

Dos extranjeros; un debut y un regreso; un western con buenos momentos

Después de su paso por la gobernación del estado de California, Arnold Schwarzenegger, uno de los tantos héroes anabólicos del cine de los ochenta, vuelve a la pantalla. Es un regreso discreto pero exitoso, una aparición exenta de nostalgia y cálculo. Su papel en El último desafío está entre los mejores del actor austríaco, muy lejos de Conan y Terminator, pues aquí Schwarzenegger alcanza una extraña serenidad del tipo de la que experimentan los últimos personajes de Clint Eastwood. Tal vez la vejez. Solitarios, cansados, cascarrabias y, en sus propios términos, sabios.

Si bien los westerns exigen un tiempo pretérito en el que el orden jurídico es débil y las armas constituyen una figura primitiva de justicia, El último desafío es, esencialmente, un western de nuestro tiempo, y de los buenos. Es cierto que no hay caballos sino automóviles, pero está el pueblo, su cantina y los ayudantes del sheriff. Sommerton es un punto perdido en el mapa, un insignificante pueblo estadounidense donde nada pasa excepto el tiempo, pero remite a esa caricatura de polis propia del género. El inicio de la ciudad, del amontonamiento, de la convivencia entre iguales frente a la ley.

El malvado de turno es narcotraficante, un tal Gabriel Cortés; según el agente Bannister del FBI, es tan peligroso como Pablo Escobar. Sentenciado a pena de muerte, en el momento de trasladarlo de una penitenciaria a otra, su “ejército” lo rescatará. Es una secuencia memorable, que incluye un plano secuencia en el que Cortés y tres más se deslizan por unos cables pasando de un edificio a otro. El plano permite ver las espaldas del convicto y sus subordinados antes de saltar hasta que se cumple una doble fuga: de la mira del FBI y también del plano en el que están en el momento, puesto que el deslizamiento va acompañado de un movimiento descendiente que los deja afuera del cuadro. He aquí un coreógrafo del espacio: Kim Jee-woon. El director coreano debuta en Hollywood, y deja una huella notable en un film que nunca pretende ser más de lo que es y no por ello es anodino. Y si se trata de identificar escenas coreográficas, está la magnífica persecución automovilística (autos devenidos en caballos) en un campo de maíz. Admirable combinación de planos generales, cenitales y detalles para dar lugar a una primera confrontación entre los máximos protagonistas del relato.

El plan de Cortés es sencillo: escapar a México por el lugar menos plausible (Sommerton). Lo secundan sus fieles “cowboys” y un arsenal de armas. Pero en Sommerton está el viejo Ray y sus compadres. Son pocos, son más débiles, pero creen que deben hacer lo correcto y han perdido en esta batalla a un compañero querido. El sentimentalismo es discreto y el panegírico sobre el honor y el heroísmo son homeopáticos: dosis breves porque el género lo convoca así y porque los tics culturales se imponen. El valor supremo, por otro lado, reside en la lealtad, una línea de exploración frecuente en el western, posiblemente la más bella cualidad compartida por hombres y mujeres.

Kim será extranjero pero parece entender a la perfección los códigos del género: el humor, el cariño por los personajes, los enfrentamientos, el duelo final. Y hay un plus sociológico. Con lucidez y amabilidad, Kim descubre en tono cómico una tragedia estructural: como sucedía en el Lejano Oeste, en el país de Lincoln y Jefferson, siglos después, todos llevan un arma. Poco ha cambiado desde entonces; la pólvora es como el dólar: un valor supremo, un dios eficiente, el yudo de los bárbaros.

Esta crítica fue publicada en otra versión por el diario La voz del interior en el mes de enero 2013. 

Roger Koza / Copyleft 2013