EL BAFICI ANTES DEL BAFICI 2013 (14): PLANOS EN PRIMERA PERSONA

EL BAFICI ANTES DEL BAFICI 2013 (14): PLANOS EN PRIMERA PERSONA

por - Críticas, Festivales
10 Abr, 2013 10:16 | 1 comentario

Acerca de Centro histórico

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Por Roger Koza

Cuando se trata de un especulación sesgada, el estilo agota: simular calidad es propio de artistas de medio pelo. En la actualidad, por ejemplo, un plano secuencia de 10 minutos lo filma cualquiera. Pero el estilo, en ciertas ocasiones, es una consecuencia directa de un temperamento y una sensibilidad, y entonces es tan misterioso como verificable.

Quien haya visto un poco la obra de los cuatro directores involucrados en Centro histórico, filme colectivo comisionado por las autoridades de un municipio para celebrar la designación de la ciudad portuguesa de Guimarães como Capital Europea de la Cultura en 2012, reconocerá en menos de cinco segundos a quien pertenece cada cortometraje. Los planos de ambos portugueses, los maestros Pedro Costa y Manoel de Oliveira, y los de los dos extranjeros invitados, el finlandés Aki Kaurismäki y el español Víctor Erice, parecen llevar inscriptos sus nombres propios. Es admirable que así sea.

Las obsesiones de todos los directores sobrevuelan sus respectivas historias.

Primero: los poéticos perdedores de Kaurismäki están representados por el dueño de una taberna en el centro histórico de la ciudad cuyo fracaso gastronómico es proporcional a su fracaso amoroso. Planos fijos, cierta intensidad mínima de la luz, tres sopas y tres canciones portuguesas. No se trata de un fragmento inolvidable del director finlandés, apenas parece ser un esbozo de un posible film futuro, cuyo punto más alto pasa por el retrato de un par de rostros probando una bebida en una taberna de desposeídos.

Luego viene una maravilla, que molesta a más de uno por su naturaleza críptica. No es una novedad: hace un tiempo que Pedro Costa colecciona enemigos, y no faltarán quienes lo acusen de pretencioso. Pero ¿quién puede filmar esos contrapicados en los que el cielo ha dejado de ser infinito? De noche, en una zona de montaña cercana a la ciudad, niños, hombres y mujeres gritan un nombre: Ventura. Es él, el gran protagonista de Juventud en marcha, que tal vez esté perdido. ¿Es un profeta, un demente, una víctima? Una vez más la intensidad de la mirada de aquellos que llaman por Ventura exceden al mismo film. Ventura tendrá su aparición en un hospital (se lo verá primero de espalda y una vez más el cielo perderá su habitual línea de fuga, mientras se afirma el nosocomio como una entidad tenebrosa). En un ascensor se encontrará con un soldado-estatua de la pretérita revolución, un enemigo de los canallas de antaño, los fascistas portugueses del viejo régimen. El soldado habla pero sin abrir la boca. Es un diálogo en el que participan muchos: se escuchan voces, más allá de quienes están en el cuadro; son voces del pasado y del presente; en verdad, se trata de un encuentro con la Historia, que parece haber sido una pesadilla en la vida de Ventura.

Después, otra maravilla, firmada por Erice. Una fábrica textil del siglo XIX ha cerrado a principios del siglo XXI. Nueve obreros repasan su historia y luego interpretarán una foto de un centenar de obreros que fueron parte de esa misma fábrica un siglo atrás. El tema es el trabajo y su transformación en el tiempo. Los trabajadores hablan y en ellos habla la plusvalía, la resignación, la fuerza de la voluntad y la integridad. Es curioso: una mujer de casi 80 años confesará que nunca entendió el significado de la palabra felicidad. ¿Una quimera? Tal vez se trate de la mayor superstición de nuestro vocabulario, que va de boca en boca sin la menor sospecha de su encantamiento. Pero ella dice sin dudar por un segundo que sí ha entendido el sentido del término alegría. Sin el poder de las imágenes, la distinción entre ambos términos podría pertenecer a la exégesis banal de un manual de autoayuda. Pero aquí la palabra está respaldada por una imagen, y en esa conjunción se conjura el lugar común. Erice retrata la inconmensurabilidad de una experiencia histórica. Planos fijos, un trabajo imperceptible pero efectivo sobre el sonido, algún fundido encadenado y un tema musical. Film notable y lúcido, con una nota final tan simple como conmovedora.

Al final, Manoel De Oliveira. ¿Qué hizo en esta oportunidad el maestro de 103 años? Filmar un chiste sobre la idiotez del turismo y la inaccesibilidad de la Historia para el consumidor de lugares. Bastó con poner a su nieto Ricardo Trêpa como guía turístico para reírse un poco de la ceguera de los visitantes. No mucho más, y se dirá que es una secuencia tan simpática como olvidable. Sin embargo, los planos de algunos monumentos, y en especial de aquel juego perceptivo en el que De Oliveira propone un campo-contracampo entre la figura en mármol del primer conquistador Afonso I y los turistas de hoy es de un ingenio y sabiduría ostensibles. ¿A qué se debe ese contrapunto? Es un misterio, en el que quizás esté cifrado el sentido de la conquista y sus variaciones semánticas a lo largo de los siglos.

Roger Koza / Copyleft 2013

Centro histórico, Pedro Costa, AKi Kaurismäki, Víctor Erice, Manoel De Oliveira, Portugal, 2012

JU 11, 15.15, A. Belgrano 3;

DO 14, 15.00, V. Recoleta 6;

MA 16, 15.40, V. Caballito 7