CRÍTICAS BREVES (179): CRUELLA

CRÍTICAS BREVES (179): CRUELLA

por - Críticas, Críticas breves
28 May, 2021 02:51 | Sin comentarios
Una heterodoxa apropiación de un personaje clásico de Disney.

Cruella, Craig Gillespie, Reino Unido-Estados Unidos, 2021

En la nueva incursión de Disney sobre un personaje nacido de la literatura pero inmortalizado por los dibujos animados, la trama evidente se circunscribe al móvil predilecto de la industria cinematográfica, en absoluto ajeno a la casa matriz del ratón Mickey: la venganza. La resolución lúdica de esa pasión tan primitiva como imbatible devalúa la legitimidad moral de la acción, aunque permite un despliegue notable de ingenio espacial sobre la evolución de la escena en el epílogo, donde Cruella deja de ser Estella y al mismo tiempo vence a la Baronesa, quien es mucho más que su némesis. Detrás de esa línea narrativa existe otra fuerza en el relato que reenvía constantemente el tono de la trama al desamparo característico de los huérfanos aún niños de la literatura de Charles Dickens. En cada ocasión en que Estella/Cruella visita una fuente en Londres, la película de Craig Gillespie vindica esa genealogía, cuyo sentimiento ubicuo se entrevé en algún pasaje en el que asoma la tristeza del personaje, al que Emma Stone compone con los matices justos de carácter y emitiendo gestos precisos para no delimitarse al papel estándar de una villana en ciernes. Los primeros minutos de la infancia y adolescencia de Estella son tan hermosos como hilarantes, no menos que su devenir harpía, forma de ser que resulta una consecuencia involuntaria frente a un mundo impiadoso y competitivo. Emma Thomspon tiene la gentileza dramática de investir a su personaje de la Baronesa con la dosis necesaria para representar una versión narcisista en consonancia con la cultura británica y ser disimuladamente solidaria respecto de Stone: son los personajes los que compiten, no las actrices. El resto del elenco conforma un compendio de estereotipos de los que no se abusa y a los que se les confiere alguna que otra faceta que los singulariza. Por su parte, Gillespie no se priva de nada y toma las decisiones estéticas más apropiadas para sacar provecho del vestuario, el diseño de arte, la reconstrucción de la década de 1960 en Londres, como también de las secuencias en las que su dirección se luce a medida que un plano se extiende y el dominio visual sobre el espacio resulta tan ostensible como la coherencia cromática y minimalista del cabello de la protagonista.

Roger Koza / Copyleft 2021