CINECLUBES DE CÓRDOBA (90): NOTICIAS DEL SIGLO XX

CINECLUBES DE CÓRDOBA (90): NOTICIAS DEL SIGLO XX

por - Cineclubes, Críticas, Críticas breves
07 Mar, 2016 05:48 | Sin comentarios
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Tierra de Pueblo

Por Roger Koza

 Toda película es un bloque de tiempo que vuelve. Un eterno retorno impensable a fines del siglo XIX. Para nosotros, los herederos del siglo XX, la relación con el tiempo y la historia ha sido sustancialmente modificada por la transmisión y mediación de la imagen como una forma de estar en el mundo.

El siglo XX ya es nuestro pasado, y nosotros sus herederos. Ese siglo está definido por sus dos guerras mundiales y la sistematización de un exterminio delirante, la división tajante de dos modelos de vida (el estadounidense y el soviético) y el cine, un arte del almacenamiento histórico que modificó la relación entre la Historia y el presente.

El gran Artavazd Peleshian fue uno de los cineastas que supo reconocer de inmediato la relación consustancial entre el cine y su presente. Que su película más extensa, cósmica y extraordinaria (y una de sus tres obras maestras) se llame Nuestro siglo (1990) no es una casualidad; ahí trabajaba sobre la exploración del espacio y la obsesión de los hombres por vencer la intimidación física de la ley de gravedad, en un filme que se desmarcaba tardíamente de la antinomia entre cosmonautas y astronautas.

Tierra del Pueblo (1966), su segundo trabajo de estudiante en la prestigiosa escuela de cine VGIK, empieza con un plano de una figura clásica que remite a una tradición de pensamiento. Tras los créditos, una cámara flotante abandona al pensador y sobrevuela un aeropuerto hasta aterrizar a la Tierra del título. Una vez que esté en suelo firme, Peleshian, que todavía no había trabajado a fondo sobre su célebre teoría del montaje a distancia, comienza a acumular planos en contraste y encadenamientos múltiples en los que se ve a gente trabajando (odontólogos, obreros de la construcción, mineros, etc.) y todo tipo de movimientos vinculados a las máquinas emblemáticas del siglo XX (trenes, autos y aviones).

La canónica frase de Maiakovski, “el cine es el vehículo del movimiento”, que apareció en 1922 en la revista Kino-Fot, es aquí un mandato. Todo está en movimiento, el cine está vivo y es un mundo en el que se registra un colectivo sin perder de vista al individuo. Las idas y vueltas entre los planos generales y los primeros planos se explican entonces por ese modo de pensar el pueblo y la singularidad de quienes lo conforman. (Hoy, a las 20.30 h, en el Cineclub Municipal Hugo del Carril, Bv. San Juan 49)

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La lista de Schindler

Justo en este momento en que un filme como El hijo de Saúl reaviva la polémica sobre cómo filmar a las víctimas del Holocausto y las prácticas viles de los nazis, incluso cuando todavía se discute la pertinencia de la ficción respecto del tema (una objeción anacrónica y fácticamente conjurada), revisar La lista de Schindler (1993) parece una propuesta pertinente.

Eso fue lo que pensaron los programadores del Cine Arte Córdoba (27 de abril 275), que proyectarán el próximo miércoles el filme de Spielberg, en el que Liam Neeson le da vida al empresario alemán Oskar Schindler, quien como es de público conocimiento salvó a más de 1100 judíos polacos en pleno desarrollo de la siniestra solución final. El filme cuenta con algunos trabajos notables, en especial el de Ben Kingsley como Itzhak Stern, el amable contador judío que ayudó a Schindler en su misión salvífica. Más allá de cierta tendencia a la manipulación narrativa propia del director, el mérito de Spielberg reside en sostener un equilibrio delicado entre el heroísmo de su personaje y el destino de los prisioneros salvados y asesinados. Aquí importan todos.

El arca rusa (2002), de Alexander Sokurov, su filme más conocido junto con Fausto (2011) — probablemente sus dos filmes menos logrados— es el elegido por la Cátedra Libre de Modernidad y Religión para comenzar a revisar durante todo el mes de marzo la obra de uno de los directores más relevantes del cine contemporáneo.

El virtuosismo de Sokurov, más allá del plano secuencia de 94 minutos, los 10000 extras y las 33 habitaciones que recorre el protagonista a través del Museo Hermitage de San Petersburgo, no estriba tanto en lo que se ve sino en lo que se oye: el peso de su cine reside imperceptiblemente en el sonido y no tanto en la plasticidad innegable de sus imágenes. Por otra parte, la historia de los últimos tres siglos de Rusia revive en el filme y en su tratamiento se puede intuir en qué espacio ideológico se articula la perspectiva política del maestro. (Hoy, a las 20 h, en el Auditorio Diego de Torres, Sede Centro de la UCC, Obispo Trejo 323)

Este texto fue publicado en el diario La voz del interior en el mes de marzo 2016

Roger Koza / Copyleft 2016