CINECLUBES DE CÓRDOBA (83): SIGÁMOSLA

CINECLUBES DE CÓRDOBA (83): SIGÁMOSLA

por - Cineclubes, Críticas, Críticas breves
30 Oct, 2015 02:37 | 1 comentario
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Te sigue

Por Roger Koza

Se estrenó, duró una semana y se le decretó su olvido. La película en cuestión pertenece a un género que no parece corresponderse con lo que a priori suele juzgarse adecuado para los espacios alternativos de exhibición, los cuales supuestamente deberían ocuparse del así llamado cine-arte, una categoría que goza de una sospechosa legitimidad, como si existiera una clara línea divisoria entre un cine serio y otro de entretenimiento. El bueno y el malo. Por suerte, la reposición de Te sigue, de David Robert Mitchell, es una constatación de que ese hábito cultural, propio de un ademán de clase y de un concepto de las artes, no es el que impera en ciertos espacios auténticamente cinéfilos. De lo contrario, una película de terror pasaría de largo.

Pero Te sigue, además, no es una película de terror entre otras. Como Sexto sentido, La cabaña del terror y Criatura de la noche, el concepto de trabajo sobre lo espeluznante y lo siniestro se articula con una búsqueda cinematográfica manifiesta y con alguna idea filosófica con la que se circunda el fenómeno del temor extremo. En Te sigue, por ejemplo, no existe ninguna apelación acomodaticia a la teología que fundamente el terror; tampoco se postula un mal metafísico. El punto de partida no se explica, solamente se pone en funcionamiento: una entidad de semblante humana, que camina con suma lentitud aunque sin pausa, persigue a una persona elegida o estigmatizada hasta matarla brutalmente.

Dos curiosidades: el perseguidor solamente es visto por el perseguido; la única forma que tiene este último de desembarazarse de quien lo persigue es teniendo sexo con alguna persona, como si esta maldición persecutoria se tratara de una enfermedad de transmisión sexual. Esas son las coordenadas simbólicas, que a su vez se concatenan con un contexto difuso pero semánticamente recargado: el tiempo histórico es indefinido, pero todo remite a la década de 1980. Por otro lado, la geografía es inconfundiblemente la de Detroit, una zona industrial devastada económicamente en esa década. Si Mitchell incluye un par de secuencias en donde el espacio urbano estadounidense parece un barrio de Haití, se trata de decisiones conscientes: las referencias no son ni caprichosas, ni prescindibles; los signos históricos y sociológicos colorean el terror, lo resignifican.

Mitchell arranca su película con un plano secuencia genial y semicircular con el que evidencia la desesperación del que se sabe perseguido. Es una forma cinematográfica que se repite a menudo, de tal modo que cuando se utilizan planos semicirculares, quien mira detecta visualmente una potencial situación de terror. Lo mismo sucede con la presencia de transeúntes. El ente asesino se mueve entre los peatones, y aprender a divisar al perseguidor, a medida que avanza el filme, se transforma en un trabajo compartido de reconocimiento de los personajes y del mismo público. De ese modo, las formas anuncian y “engañan” al espectador, una estrategia de extrañamiento que intensifica el factor sorpresa en la construcción de lo aterrador. Hay también un segundo elemento fundamental que proviene del uso del sonido y la música, concebido con gamas de graves, ruidos aislados y repeticiones que desestabilizan la percepción general.

La fuerza del cine de terror reside en apropiarse de las fallas del lenguaje para nombrar aquello que se teme. ¿No es Te sigue una inmejorable traducción cinematográfica de la persecución paranoica? (Del 29 octubre al 1 de noviembre en el Cineclub Municipal Hugo del Carril, Bv. San Juan 49)

En el momento justo

En una entrevista, Julián D’Angiolillo decía que los letristas de su formidable Cuerpo de letra (película que sigue las proezas de varios grupos que pintan las paredes con consignas políticas de las autopistas que dan acceso a la Capital Federal) eran algo así como las terminales nerviosas del cuerpo político. Metáfora precisa para una actividad sin visibilidad. En efecto, el signo que sale del movimiento de un brazo de cada letrista responde a una orden de algún puntero y de algún dirigente municipal (que en el filme será una mujer, lo que complejiza el lugar del género en el ejercicio del poder).

Justo cuando la saturación publicitaria alcanzaba su paroxismo en la última semana, en Cuerpo de letra se aprende una versión precaria del sistema publicitario que en este caso desconoce las reglas imperantes y que a su vez opera como una vía paralela al mercado laboral. Una película fascinante, que incluso propone un trance perceptivo-sociológico con el que se aprehende la experiencia de los protagonistas. (Del jueves 29 al domingo 1, en el Cine Teatro Municipal Rivadavia de Unquillo, Av. San Martín 1505)

Este texto fue publicado por el diario La voz del interior en el mes de octubre 2015

Roger Koza / Copyleft 2015