BAJO EL SIGNO DE LA MELANCOLÍA. CINE, DESENCANTO Y AFLICCIÓN

BAJO EL SIGNO DE LA MELANCOLÍA. CINE, DESENCANTO Y AFLICCIÓN

por - Libros
31 Mar, 2017 05:18 | Sin comentarios
El cineasta y crítico Jaime (Ahmad) Natche escribe sobre el último libro del notable teórico español Santos Zunzunegui

CELULOIDE Y BILIS NEGRA

Por Jaime Natche

Siempre es bienvenida una nueva publicación de Santos Zunzunegui en el campo del pensamiento sobre el cine y la imagen. El catedrático de Comunicación Audiovisual de la Universidad de País Vasco es, en concreto, una firma regular en la fundamental colección Signo e Imagen de la editorial madrileña Cátedra desde antes incluso de su fundación, formando parte de las filas de la mítica revista Contracampo que inspiraría el espíritu de los libros azules. Desde que en 1987 prologara la traducción al español de La lucarne de l’infini. Naissance du langage cinématographique (El tragaluz del infinito, de Noël Burch, quinto volumen de la colección), Zunzunegui ha seguido contribuyendo con valiosos ensayos —¡alguno hasta bajo seudónimo!— de los que yo destacaría, por su excepcional labor de síntesis, Pensar la imagen (1989), y que hasta la fecha quedaban interrumpidos en 2013 con Lo viejo y lo nuevo, una recopilación de sus columnas en Cahiers du cinéma. España y su sucesora Caimán. Cuadernos de cine, cada una de las cuales confronta una película del pasado con otra reciente. Suyos son también los volúmenes de la serie Cineastas dedicados a Robert Bresson (2001) y Orson Welles (2005), y también coordinó junto al director de la colección Signo e Imagen, Jenaro Talens, la Historia general del cine que conmemoraba —en doce tomos colectivos aparecidos entre 1995 y 1998— el centenario de existencia del invento de los hermanos Lumière. Asimismo, Zunzunegui ha expandido su impronta a otros sellos editoriales, como es buen ejemplo un libro ya clásico donde ejercita su gusto por desentrañar las estrategias formales de la obra cinematográfica a partir del estudio de una mínima muestra: La mirada cercana. Microanálisis fílmico (Santander, Shangrila, 2016), edición revisada y ampliada de la primera versión publicada por la editorial Paidós en 1996.

La obra que ahora llega a los lectores —Bajo el signo de la melancolía. Cine, desencanto y aflicción— presenta, para empezar, un aspecto insólito en los volúmenes de la colección de Cátedra: el diseño habitual de sus portadas se rompe para ser ocupado por una sola imagen; un formato de página de mayor tamaño y prácticamente cuadrado; texto a doble columna y una impresión en papel mate lo bastante resistente para albergar con calidad adecuada sus muchas ilustraciones en color y blanco y negro. Zunzunegui comienza asociando dos imágenes alejadas entre sí más de cuatro siglos pero que guardan ciertas similitudes en su contenido y estructura; son el grabado de Alberto Durero Melencolia I (1514) y el cuadro de Edward Hopper New York Movie (1939), que aparece en la portada del libro. Ambas están protagonizadas por una mujer en actitud ensimismada que inclina la cabeza sobre una mano. En la primera se representa una alegoría del humor corporal cuya segregación excesiva daría lugar a la tristeza, según los antiguos griegos: la bilis negra (que está en el origen de la palabra melancolía). En la segunda, la pensativa acomodadora de una sala de cine es la presencia más destacada en una típica escena de la vida urbana contemporánea donde, de espaldas y a oscuras, otros solitarios individuos optan por desviar su atención a la realidad mirando la pantalla sugerida en un borde del cuadro. Tras analizar la forma en que dialogan estas dos figuraciones de diferentes épocas, Zunzunegui concluye que la expresión de la melancolía es una constante en las manifestaciones creadoras a lo largo de la historia, cuyo vínculo con la morbidez no excluye la genialidad espiritual o política que impulsó la vida de hombres excepcionales, como formula Walter Benjamin en su «teoría de la disposición melancólica», visitada con frecuencia en las páginas del libro. Asimismo, la dicotomía plasmada en la pintura de Hopper entre introversión (o negación de la mirada) y evasión hacia un mundo imaginario es un «síntoma evidente de que la melancolía en los tiempos modernos habita de forma natural en el territorio del cinematógrafo» (p. 23).

Emparentando su título con Bajo el signo de Saturno (Under the Sign of Saturn, 1980), de Susan Sontag, que alude al influjo del planeta de la lenta rotación, el libro de Zunzunegui analiza —al igual que la neoyorquina, mediante un conjunto de ensayos— la manera en que el cine hace presentes las «figuras de la melancolía». Cada uno de los siete capítulos de su sección principal está dedicado a la obra de un cineasta o pone en relación la de varios, empezando por un texto reminiscente de la citada monografía sobre Orson Welles. En él examina el temperamento melancólico del genio de Kenosha —para quien «la palabra definitivo no tenía hueco en su diccionario» (p. 48), según uno de sus colaboradores—, reflejado en la abundancia de obras inacabadas o de eternos work in progress, como la filmación de Don Quixote (desarrollada intermitentemente desde 1957 hasta su muerte en 1985).

Otros capítulos son también reelaboraciones de análisis publicados previamente por Zunzunegui donde ahora pone de relieve los aspectos ligados a temas como «el mal del amor», «la descomposición» o los «pensamientos fúnebres». Es el caso de la aproximación a La emperatriz Yang Kwei-fei (Yôkihi, Kenji Mizoguchi, 1955) y su poética del plano sostenido como evocación de la amada perdida —editada primero en el monográfico dedicado al japonés en Nosferatu. Revista de cine nº 29 (San Sebastián, 1999) y luego en La mirada plural (Madrid, Cátedra, 2008)—; del escrito sobre Senso (Luchino Visconti, 1954) —tratada también en la versión ampliada del mencionado La mirada cercana. Microanálisis fílmico—; o de la revisión del ciclo de terror del productor Val Lewton en los estudios RKO entre 1942 y 1946 —también desarrollada en La mirada plural y, antes, en la revista vallisoletana Letras de cine—.

Las páginas de este libro redactado bajo la advocación de las variadas manifestaciones que la tristeza ha encontrado en el cine, en suma, proponen un denso itinerario a la vez reflexivo y despierto a la captación material del detalle, permitiendo descubrir en un discreto extra incluido en el DVD de En la ciudad de Sylvia (José Luis Guerin, 2007) una clave sobre la condición de autorretrato autoral de la obra artística; o revelando cómo un acertado cambio de voz narrativa en la traslación a la pantalla del relato de James Joyce —en la escena final del filme de John Huston Dublineses (The Dead, 1987)— prueba la superioridad del cine frente a la literatura en ciertas ocasiones en que una emoción melancólica depende de la oportunidad de disociar la imagen y la palabra; el mirar y el escuchar.

Santos Zunzunegui: Bajo el signo de la melancolía. Cine, desencanto y aflicción, Madrid, Cátedra, 2017. 192 páginas.

* Fotograma de encabezado: La emperatriz Yang Kwei-fei

Jaime Natche / Copyleft 2017