POR UNA CABEZA
(o una nota al pie en base a una polémica sobre el cine de Lucrecia Martel, para aclarar algunos puntos y proponer una hipótesis sobre su lugar en el «Nuevo Cine Argentino»)
Por Nicolás Prividera
El intercambio entre Prividera y Quintín, dos críticos a los que respeto, quiero y admiro, fue, desde mi punto de vista, notable; aquí Nicolás contextualiza ese intercambio e intenta proponer una lectura abierta para el futuro. Quizás, por mi parte, escriba algo al respecto, porque siempre he valorado el cine de Alonso y el de Martel, sin tener que tomar partido ni por uno ni por el otro. (Roger Koza)
En una nota publicada en la populosa Ñ (y luego subida a su blog, donde se generó una interesante discusión: http://www.lalectoraprovisoria.com.ar/?p=2735), Quintín cita una frase tomada de mi nota sobre Lucrecia Martel («cuando vi la desazón de sus competidoras volví a entender por qué cuando aparece alguien así en el horizonte, el resto de los que practican su actividad no pueden sino sentirse penosos Salieris»), frase que me valió el reproche de algunos colegas (que no habían leído la nota completa, o no habían entendido la comparación como lo que era: una metáfora sobre cómo un talento inusual cambia la configuración de un campo). Pues no se trata de que Salieri sea un mediocre (como lo pinta la película) ni que la «genialidad» o «grandeza» de Martel sea indiscutida (como la misma polémica deja ver). Lo que es indiscutible es su talento. Pues hablar de «genio» o «grandeza» (además de ser mezquino como juicio sobre un artista de indudable valor) es demasiado elusivo (como categorías son demasiado subjetivas): cada uno puede hacer su propia diferenciación, y su propia lista (sin que sea justa o productiva). El problema del cine es que sobran los cineastas sin talento, no la falta de «genio» (cuya cualidad es precisamente ser poco frecuente). Y ya sabemos que la «grandeza», como el espíritu bressoniano, «sopla donde quiere».
Tampoco tiene sentido centrar la discusión en el plano del perro muerto al inicio de La mujer sin cabeza (que Quintín señala como su talón de Aquiles, aunque la película no descanse en él). Por una parte, porque no veo como una cineasta tan «fría», «racional», etc. (según los adjetivos supuestamente «negativos» que alegremente se le endilgan) podría cometer ese supuesto error, ya que en ese caso no sería tan «racional»… o no sería un «error» (visto que, según esa teoría crítica, el cine debe ser -o parecer, mas bien- sucio, visceral e irresoluto…). Por otra parte, más allá de que no se pueda sostener que ese plano esté «mal» o sea «falso» (ya que no pierde nunca su ambigüedad, vista la totalidad del film y el film como totalidad), tampoco son esas categorías que sirvan o ayuden a pensar la cuestión, ética y estética, que la película plantea. Lo que sí me hizo pensar toda esa discusión algo bizantina sobre un plano (o un perro muerto) es que si bien una interrogación de ese tipo puede ser extraordinariamente significativa (como en el caso del «travelling de Kapo» analizado por Rivette), en este caso ese detallismo parece encubrir otra cosa (y entonces más bien podríamos pensar el plano como un hallazgo formal, ya que nos coloca en el centro mismo del problema que la película propone): en definitiva, tal vez todo gira en torno a la incapacidad de ver (aun lo que tenemos ante nuestros ojos). De eso habla precisamente la película: de la mirada parcial del espectador (en el contexto argentino, en principio…)
Por eso (volviendo a mi propia imagen inicial, que suscitó tantos malentendidos) lo que intentaba decir hablando del cualitativo «salto» de Martel es que nos permite pensar en el contexto nacional de su cine, y en el contexto de su cine nacional (e incluso del cine universal, si llegara a trascender su época como todo gran cineasta, cosa que aún no podemos juzgar: por eso jamás pondría a Martel junto a Resnais o Bergman -como lo hace D’Esposito según la cita de Quintín-, sencillamente porque pertenecen a otra generación, y con quien hay que compararla es con sus contemporáneos). La crítica no puede hacer profecías, pero si debe hacer historia. Y haciendo historia podemos decir que, en el contexto del NCA, Martel tiene la altura de un Nilsson o un Favio (ya que el caso de Lucrecia es casi único, en cuanto a su valoración externa e interna a la vez: la tuvo en su momento Nilsson pero no llegó a tenerla Favio, aun cuando superó al maestro). Martel parece proseguir ambos caminos, aunque el primero sea más notorio y el segundo más conflictivo.
En este último sentido, mi hipótesis de fondo es que el valor de Martel (más allá de su innegable talento, que por si solo la pone a la cabeza de su generación) es precisamente iluminar las falencias de eso que hemos dado en llamar «Nuevo Cine Argentino», en lo que hace a dar cuenta de su contexto histórico y abordar la dimensión política presente (implícita o explicita) en toda estética. No porque Lucrecia resuelva totalmente el problema (¿cómo hablar del mundo sin caer en el «realismo»?), sino porque expresa su dificultad esencial con una densidad y complejidad mucho mayor que la de cualquiera de sus contemporáneos. Esto se ve claramente en la que para mí es la contraposición mas interesante que a dado el NCA: Quintín es tal vez el primero que ha mencionado a Alonso en oposición a Martel, siguiendo en principio un modelo bélico (una lógica que no concibe la coexistencia de los opuestos). Yo creo que es más productivo pensar esa dialéctica Alonso-Martel como «tensión filosófica» (en el sentido que le ha dado a esa idea Tomás Abraham): como una «fricción» que ilumina un problema.
No se trata entonces de que Martel y Alonso representen todas las corrientes del NCA, sino que definen de algún modo su paradoja estética fundamental. Pues la base del NCA sigue siendo el neo-realismo, cuyo mayor valor es ser más verosímil que el viejo realismo… Y ese es uno de los problemas del NCA: haberse contentado con entronizar una nueva formula (apta tanto para el cine «industrial» como para el «independiente»), sin poner en cuestión su «visión del mundo». Alonso y Martel ofrecen dos salidas a ese tranquilizador espejismo, aunque por vías opuestas (Martel sin renunciar a un extrañado clasicismo, y Alonso más cercano a ciertas derivas posmodernas).
Entonces, podríamos entender el núcleo de la problemática estética del NCA (¿cómo salir de los límites de la reificación «realista»?) a partir de esa tensión fundacional entre el mundo material e histórico de Martel y el naturalismo metafísico de Alonso (básicamente a través de la distancia entre sus dos primeras películas, que no en vano son también las más respetadas del NCA). De La libertad a La ciénaga (o viceversa): esa sería una posible clave de lectura crítica (de lo histórico-político como problema) para determinar los límites del NCA. (Y es necesario aclarar que cuando hablo de NCA me refiero exclusivamente a la ficción, siempre en primer plano para el público: El «nuevo» documental, que no casualmente ha tomado protagonismo en los últimos tiempos, a partir de la crisis de 2001, es un espacio aún en desarrollo, muchas veces más fecundo que la ficción dominante). Habrá que ver como evoluciona.
FOTOS: 1) Fotograma de La mujer sin cabeza; 2) Lisandro Alonso y Lucrecia Martel.
COPYLEFT 2008 / NICOLÁS PRIVIDERA
Me parece que el perro muerto en la ruta no puede verse como lo que Hitchcock llamaba «whodunit». La mujer podía haber o no matado un perro, o un chico, y no cambia demasiado la cosa: sus dudas, su malestar, su inquietud, su culpa, la atormentan igual.
Propongo discutir sobre la película de Martel (con toda su riqueza y matices) y no sobre las opiniones de uno u otro crítico (mientras el crítico que nombrás logra sobresalir por hacerle objeciones a Martel, ella se destaca por una obra admirada y discutida en el mundo).
Y, en todo caso, qué bueno que en Ojosabiertos la discusión se abra más allá del cerrado círculo de críticos porteños.
Los polemistas acordaron el LLP que no se trata de un «whodonit», pero «si es un chico o un perro» cambia todo: esa es la cuestión (y el cuestionamiento) de la película, en última instancia.
Por otra parte, la obra es tan discutible como las lecturas que genera, porque -inevitablemente- esas lecturas pasan a ser parte del contexto de la obra… Sin que eso signifique resignar su autonomía, y eso incluye a su recepción: el valor del cine de Martel no descansa en su reconocimiento internacional. Incluso diría que, en el caso de «La mujer sin cabeza», le jugó en contra, precisamente porque el lenguaje (no solo el cinematográfico) tiene en ella un peso fundamental.
Pero eso no significa que haya que ser salteño para entenderla… Si bien una de las novedades del cine de Martel es que su universo proviene del interior profundo (lo que le da un valor adicional), la verdad es que cualquier cinematografía nacional tiene su capital (pues aunque no nos guste, el cine no suele ser una industria “federal”). Y si Lucrecia se hubiese quedado en Salta –en todo sentido- probablemente no hubiera podido filmar.
Pero eso no significa que la discusión esté confinada al «cerrado círculo de críticos porteños»… Con los medios de los que disponemos (como internet, ya que estamos aquí), para generar un polo de discusión solo hacen falta gente e ideas, no un “territorio”. Además Buenos Aires no es un bloque “hegemónico”: como toda gran ciudad al borde (del oceano o el caos), esta atravesada por corrientes diversas. (Tal vez la diferencia es que a «nosotros» esa sociedad asfixiante que describe el cine de Martel nos parece algo realmente simbólico de la Argentina, aunque en ciertos lugares de la Argentina sea, nada simbólicamente, muy real…)
– Sigo pensando que «La mujer sin cabeza» gira en torno a la hipocresía, la imposibilidad de escuchar, el miedo a decir, la incomunicación, el individualismo, y por eso el hecho puntual de preguntarse qué pisó la protagonista con su auto no me parece significativo. La propuesta oscila entre lo fantástico y lo lúdico, busca la sorpresa e incluso el humor (un humor frío, sutil, pero humor al fin), por lo tanto no debería verse como un policial ni pensar que ese chico muerto al costado de la ruta sería una suerte de nueva María Soledad (cambiando la indiferencia de la sociedad catamarqueña por la salteña).
– Sigo pensando que es más fácil obtener notoriedad por escribir una observación (ácida o arbitraria) sobre una buena película, que hacer una buena película.
– Y sigo pensando también que, en materia de cine, en nuestro país, las únicas opiniones y discusiones que trascienden, y sobre las que se vuelve una y otra vez, provienen de Bs As. «Tuvo buena crítica», se dice, o «El estreno dividió a los críticos», haciendo referencia únicamente a lo que publican 4 o 5 críticos porteños, en 2 o 3 diarios y alguna revista, o en un par de sitios de internet. En las promociones en los diarios, y en las cajitas de los DVD, nunca se reproducen textos de críticos de Mendoza, Córdoba o Rosario. Y, sí, es cierto, el cine no suele ser (al menos en Argentina) una industria «federal», y Martel no hubiera podido filmar quedándose en Salta: ¿por qué no cuestionar eso?
– GRACIAS Roger & Nicolás por la inteligencia de sus textos y por permitir el disenso.
Sr. Prividera:
En su nota faltan demasiados acentos como para poder leerla sin sobresaltos.
Sólo los párrafos cuatro y cinco suman nueve acentos ausentes. Quizá alguno más.
La maestra me decía lo mismo.
En esa época yo era un juguete rabioso, pero aun no había leido a Arlt.
Ahora, en el anteúltimo número de El Amante, Solanas dice que M es una película «arltiana».
El círculo se cierra.
Habría que escribir un manifiesto: «Por un cine arltiano». Un cine que sea inasimilable por la Academia, un cine que la burguesía no pueda ver sin sobresaltos.
Pero no hay vanguardista sin vanguardia, ni vanguardia sin revolúción.
Así que solo nos queda escribir (y filmar cuando sea posible, o deseable), contra los consejos y correcciones de los maestros.
Quien esté mas interesado en la corrección que en las ideas, puede retozar en el site de la Real Academia Española, o leer la diátriba de García Marquez contra el acento, o navegar por las heladas aguas del cálculo egoista. No pierda el tiempo tratando de leer esta página.
Sólo un tipo como Prividera puede asimilar su descuido en la relectura de lo que escribe con ser vanguardista.
No se trata de escribir para los «maestros» sino de ser lo más claro posible, y en esa profusión de frases llenas de paréntesis sin sentido usted se vuelve inútilmente críptico, señor Prividera. No es lo mismo si que sí en una frase como «Yo creo que si es mas productivo pensar esa dialéctica Alonso-Martel como “tensión filosófica” (en el sentido que le ha dado a esa idea Tomás Abraham): como una “fricción” que ilumina un problema».
En el contexto del derrumbe del sistema educativo, su ataque contracultural y fascista al docente que enseña a escribir –y, entre otras cosas, a poner los acentos: a distinguir entre «mas» y «más», entre «cómo» y «como»– es no sólo de pequeño burgués, sino de imbécil.
Ese gesto pseudovanguardista me molesta en su caso, especialmente si pienso en la escuelita que su madre fundó, y que ahora está en ruinas (según entiendo luego de ver M). En ruinas como su ortografía, y su claridad conceptual.
Es una lástima que su «maestra» no se lo haya dicho más veces. Quizá se lo dijo, pero usted, aturdido por su soberbia, por sus aires de «vanguardista», no la oyó ni la escuchó.
No se haga el arltiano. Usted está más cerca del eunuco que bufa que del autor de Los lanzallamas.
Larsen, soy Roger. Debido a que en otra oportunidad quedó su acceso libre, su ùltimo comentario entró, y por esta vez quedará. Creo que el contenido de su entrada va más allá de lo tolerable y aceptable, al menos desde mi autoría y sostenimiento de este blog. Le pido, si usted puede, cuidar el tono, en una próxima ocasión. El insulto fino no ayuda en nada; la entrada de Nicolás, no la comparto en parte, pero no tiene el tono de su respuesta. Creo en el intercambio y creo que no siempre es posible concordar. Por otra parte, el responsable de los errores de Nicolás soy yo, pues edito las notas de él como las mías, y en esta ocasión lo hice casi sin leer el texto por una cuestión de apuro. Con respeto. RK
No voy a contestar mas agravios, porque invita a seguir escribiéndolos. Igual, «eunuco que bufa» suena insuperable. No escuchaba esa verba desde el siglo de oro español…
Mi maestra me lo dijo muchas veces, porque todo niño es un subversivo en potencia, sobre todo en la escuela de la dictadura. Todo estaba lleno de reglas, pero a nadie se le caía un solo pensamiento crítico. Era una formación militar, casi literalmente. (Y cierto iluminismo autoritario también era parte de cierto pensamiento de izquierda. Pero «contracultural y fascista» es un oxímoron.)
Y el «si» es simplemente una errata…
Por lo demás, les ruego una vez más que dejen de sufrir leyendo mis textos, y nos ahorren a todos sus formales comentarios.
Parece que la metáfora deportiva dió sus frutos… Dice Wolf en una excelente nota sobre cine argentino en otroscines:
«El deslumbramiento que producen estos éxitos ocasionales contribuye a fomentar una ilusión de aquellos que siguen hablando de “la industria” del cine argentino, y puede llevar al peligro de pensar en un cine argentino de velocistas, que ganan en los cien metros libres, olvidando a los maratonistas, esos que ganan con más esfuerzo porque lo suyo es la tenacidad y el esfuerzo en el tiempo. El tiempo dirá si el cine argentino intenta destruir o reproducir la fábula de la liebre y la tortuga.»
Pido disculpas por mis excesos (por lo de «imbécil», especialmente), que encuentran su justificación en la molestia y el enojo que me produce cualquier ataque que, desde una supuesta vanguardia, se hace a la escuela. Es hacerle el juego a la derecha. Un niño, antes que un subversivo en potencia, es un ignorante.
Aprender las reglas de acentuación es ya una forma de acceder a la posibilidad de enunciar un pensamiento crítico.
Lo del «eunuco que bufa» es una paráfrasis del prólogo a Los lanzallamas, no de Quevedo.
Larsen
«Un niño es un ignorante.» Interesante actualización pedagógica.
Los que atacan a la escuela son los que demuestran que un correcto uso de la gramática no tiene nada que ver con el pensamiento crítico.
Pero hay gente que solo sabe insultar, paráfrasear, y hacer contabilidad de los acentos. Eso si habla del derrumbe del sistema educativo.
Me pregunto como llegamos de La mujer sin cabeza a los comentarios de El hombre sin cabeza…
«Un niño es un ignorante.» Interesante actualización pedagógica.
Los que atacan a la escuela son los que demuestran que un correcto uso de la gramática no tiene nada que ver con el pensamiento crítico.
Solo un tipo que usa la frase «solo un tipo como…» puede tomar literalmente una ironia sobre la vanguardia, y encimarse creerse vivo.
Pero hay gente que solo sabe insultar, paráfrasear, y hacer contabilidad de los acentos. Eso si habla del derrumbe del sistema educativo.
Me pregunto como llegamos de La mujer sin cabeza a los comentarios de El hombre sin cabeza…
Perdón a los lectores. Nunca debí haber contestado (ni siquiera con ironía) a alguien que cree que hay alguna relación entre las reglas de acentuación y el pensamiento crítico…
Agradezco la cita del siempre lúcido Sergio Wolf, cuya nota hace pensar mas allá de las metáforas deportivas: de hecho, iba a escribir un comment al respecto, vinculando su reflexión sobre el público con esta tonta discusión sobre el iluminismo trasnochado, pero en el medio se me apareció Bombita Rodríguez y la escritura se disparó… Tal vez lo deje para una nota mas extensa, pero resumo aquí los puntos a desarrollar:
No podemos pensar el público sin pensar el contexto cultural, degradado desde la dictadura y que la democracia no pudo recuperar. En ese contexto, el NCA no puede sino hacerse parte del sistema (o aspirar a serlo, sin siquiera conseguirlo) o convertirse en un arte de la resistencia (y ahí se juega la suerte de Martel y su próximo “eternauta”).
Para quienes crean que esa batalla desigual es imposible (y no se puede luchar contra la lobotomización impuesta por Tinelli & Cia, incluso desde su propio medio), el minifenómeno contracultural de “Bombita Rodríguez” (con sus insólitos 3 puntos de rating en canal 7 y su explosión en internet) invita a reflexionar, precisamente porque el personaje de Capusotto “piensa” (lo que es casi inaudito, hoy, por cualquier medio, pero mas en la televisión) la relación entre “vanguardia” y “cultura de masas” (algo que alguna vez pareció posible y ya no lo es).
Me gustó mucho la nota de Nicolás, sobre todo porque coincido con él en que hay algo ‘sintomático’ en esos debates morales o epistémicos sobre el plano del perro… es como si repitiesen justamente aquello que está mostrando la película: (tomo las palabras de Nicolás) cómo una clase encubre su dominación material y simbólicamente. A veces, también, con supuestos debates formales perimidos…
Respecto de ciertos comentarios de mierda que hubo recuerdo que Zizek en un texto sobre multiculturalismo decía que, ante ciertos golpes bajos del tipo «cuánta gente murió realmente en Auswitch» y cosas parecidas había que tener una «posición desvergonzadamente “dogmática” y “terrorista”: estas cuestiones no son objeto de una discusión abierta»
Saludos,
Cecilia
Mas allá de los comments, que generalmente son tan pobres o agresivos como en cualquier sitio abierto a que cualquiera exprese su pequeñez, es interesante que se den estos debates entre gente pensante y preocupada por el futuro del cine argentino, como Prividera o Wolf o Quintin, en un momento en que el NCA está en un momento de inflexión, y oscila entre cineastas que parecen querer ser parte del viejo esquema (como Burman) y cineastas que proponen algún otro tipo de salida (como Llinas). Lo que no se es hasta donde se da este debate entre los mismos directores, que son quienes van a definir en definitiva ese futuro mucho mas que los criticos (aunque menos que los productores y el INCAA, desde ya, pero la mirada oficial o de la industria es la misma siempre, y lamentablemente no parece que vaya a cambiar).
Hola a todos. La verdad es que Larsen tiene razón. En este contexto de crisis hablar contra la escuela es penoso. Y sí, claro, acentuar bien una palabra da cuenta del buen uso de lenguaje, lo que nos permite acceder a la cultura y por ende al pensamiento crítico. No podemos separar los ámbitos tan tajantemente.
Nicolás, con el mayor respeto que me merece tu película, no te olvides que M es también M de «maestra», como lo fue la hermosa e interesante Marta Sierra.
Silvette: usted parece tener modales (y por eso le respondo), pero la misma confusión (tal vez motivada por mi imprecisión, así que preciso): Yo no hable contra la escuela, sino contra una concepción de lo escolar, que no es lo mismo. Esa concepción cree (entre otras cosas) que el pensamiento se basa en «el buen uso del lenguaje», cuando cualquier linguista (y hasta los acedemicos de la RAE) saben que el lenguaje es algo vivo (no un diccionario ni una normativa), y que esa condición es la posibilidad de hacer algun «uso del lenguaje»: un uso creativo, por supuesto (irreductible al juicio de valor: no es «bueno» o «malo»). Ese uso es lo que permite pensar (y, sobre todo, pensar por sí mismo). Si así no fuera, seguiríamos hablando en latín, y pensando como en la Edad Media…
Alfabetizar está muy bien, pero solo es el primer paso (como bien sabian los educadores que en los ’60 leian a Paulo Freire y su «pedagogía del oprimido»): la escuela (cualquier «escuela», el cine incluido) debe enseñar a pensar. Y pensar es algo mas que repetir lo dado (en todo sentido).
(Intentaré los buenos modales)
Nicolás:
Disculpame, pero la discusión surgió, si no me equivoco, porque te señalaron (otro lector y yo) que en tu artículo faltan algunos acentos.
No se estaba hablando del uso creativo del lenguaje, sino de la claridad conceptual que permite un correcto uso del lenguaje (dentro de las normas vigentes, que podrán cambiar en el futuro, claro).
Escribir, por ejemplo, «Me gusta como filma, Prividera los arboles del INTA» (en vez de «Me gusta cómo Prividera filma los árboles del INTA») no implica un «uso creativo del lenguaje» sino, sencillamente, un descuido o un error por desconocimiento.
L.
No es lo mismo «Larsen dice: Prividera es un estúpido» que «Larsen, dice Prividera, es un estúpido». Pero no por una cuestión de corrección gramatical, sino por claridad conceptual. Prividera propone una nota llena de ideas, y Larsen cuenta los acentos…
El mundo, lamentablemente, está en manos de los Larsens.
Sandra, Nico, Larsen, y los que vengan: pensemos juntos (que no es pensar igual) algunas ideas del texto, y dejemos la ofensa para otros lugares. El desarrollo de los comments ha dado lugar a un aprendizaje, cuando se empezó desde una confrontación belicosa. Gracias por visitar el blog y dejar sus comentarios. RK
Bueno, bueno, bueno. Hablemos de cine por favor. Basta de discusiones.
Larsen y Nicolás amíguense. Pues ambos comparten este espacio de debate que estimula el pensamiento crítico y eso está bueno, ¿no? No lo perdamos.
cariños a todos
Sigamos hablando de cine!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Yo simplemente señalé que había varios acentos que faltaban. La respuesta a eso no fue la más sencilla (corregirlos, como hacen en LLP cuando alguien señala alguna errata) sino la más basta: relacionar insensatamente errores ortograficos con Arlt y la vanguardia. (Algo lleno de ideas, realmente).
Luego afirmé algo que nadie refutó: «Aprender las reglas de acentuación es ya una forma de acceder a la posibilidad de enunciar un pensamiento crítico». No digo que saber las reglas de acentuación aseguran el pensamiento crítico. Lean bien.
Lo de Sandra es una digresión, ahora espero el argumento.
La respuesta de Prividera a la intervención de Silvette, también. Ella habla de la acentuación, y él saca de la galera a Paulo Freire.
Si quiero hablo de cine, si quiero hablo de los acentos. Si quieren me contestan, si quieren no.
Por otra parte, cuando hablé de cine (en la discusión sobre el canon, sobre Hitchcock y el color), tampoco me contestaron, sino que eludieron dar una respuesta.
Que tengan buenas noches. Yo me voy a contar acentos; supongo que Sandra estará leyendo alguna cosa bien profunda, llena de ideas: Saramago, Coelho…
Larsen: agradezco cada vez que un lector indica un error. Eso siempre sirve. Las formas no son menores en el lenguaje, y en el cine define el contenido. Discutir sobre el texto de Prividera -mi sugerencia- no implica hacer una llamado a lo profundo. Me parece pertinente discutir lo que dice sobre el Nuevo Cine Argentino. No es ni profundo ni superficial, sino pertinente y más difícil. Y ya que estamos: si Cohelo es Oliverio, sus textos sí tienen ideas, pero las ideas no son ni profundas ni superficiales. Esos adjetivos contrabandean un modo de pensar; no siempre fecundo pero sí dominante. RK
RK
Me refería a Pablo, no a Oliverio, que, claro, sí tiene ideas. Me alegra que lo conozcas y lo hayas leído. Lo de «profundo» pretendía ser irónico (por lo de «lleno de ideas»… lleno, profundo, etcétera; una lógica, poco fecunda, de la que quería mofarme). Por eso puse a Saramago, que me parece un escritor muy muy menor, ideal para los que buscan «profundidades».
En cuanto a la discusión, no le veo mucho la gracia a la búsqueda de una «clave» (binaria Alonso/Martel) para determinar los «límites» (¿los hay?) del NCA. ¿Cómo se ubicaría Rejtman en ese binarismo, o en esa «tensión»? Me parece que no acordarse de Rejtman en esa discusión es dejar algo muy importante afuera, sobre todo si lo que se quiere analizar es el (neo o viejo) «realismo». (Término que, desde mi muy parcial y «estúpido» (Sandra) punto de vista, me tiene un poquitín hastiado; creo que es tiempo de ver cómo es posible eludir ese concepto tan manoseado). Por otra parte, en esa discusión sobre los «límites» del NCA ya es imposible dejar de lado la salamónica Historias extraordinarias. En fin… De todos modos, lo mío son los acentos (y lo digo con orgullo).
PD: En mi entrada anterior descubro al menos dos erratas. Falta el acento en «ortográficas» y donde dice «aseguran» debe decir «asegura».
Y es «salomónica», no «salamónica», si es que entiendo lo que quiso decir, porque ademas de su incorrección gramatical (ni para eso que tanto defiende, vea) no se que tiene que ver un corte en partes iguales con la pelicula de Llinás…
«Un cineasta que no piensa sobre la forma del cine es un sujeto que usa una cámara, concepción pragmática y reduccionista bajo la égida del buen relato.» Esa frase de tu última nota, Roger, parece una involuntaria respuesta a Larsen, quien (para volver al cine) debe considerar que una pelicula como SIN ALIENTO es detestable porque rompe toda la académica gramática del cine…
Algunas páginas o blogs no permiten comentarios: me parece bien. Otras los permiten: también me parece bien. Circulan decenas de lectores por día y no todos dejan comentarios: me parece muy bien. No siempre hay algo que decir, y muchas veces los comentarios son poco interesantes. Pero lo peor no es la gente que no tiene nada para decir y lo dice, sino la que utiliza el minúsculo espacio de los comments para dar rienda suelta a su psicopatía. «Hablo de lo que quiero, insulto al redactor». Son un virus muy destructivo, así en internet como en la vida. No solo creo que no hay que responderles, creo que no hay que darles lugar para que expresen su vileza.
Gracias por el espacio.
Acá hay una gran confusión entre señalar, quizás inútilmente, un uso descuidado de unas determinadas reglas o convenciones ortográficas y criticar la innovación vanguardista. Algo equivalente en el idioma o la literatura a la ruptura con el cine «convencional» hasta ese momento que hizo, por ejemplo, Sin aliento no es escribir mal o sin acentos sino innovar desde el uso de ese lenguaje en una nueva forma, como hicieron los poetas surrealistas, o, en un caso local, la poesía de Néstor Perlongher, que romía reglas «gramaticales» o formales desde una opción creativa. El redactor cuya «ortografía» fue criticada fue quien llevó ese tema hacia esos terrenos, en lugar de aceptar la crítica, o ignorarla, si no le parece algo importante. Eso contribuyó bastante a este largo «offtopic».
No, Mario, no entendés. Puse «salamónica» por Salamone, el ingeniero. No entienden nada.
Si algo demuestran los comentarios que uno lee a diario en los sitios de Internet que los permiten, es que no importa quien es el “redactor” del texto criticado: siempre priman la envidia o la mera estupidez. Supongo que no difiere de las que hay en cualquier época, solo que la masividad y el anonimato que permite Internet las vuelve mas visibles. No hace falta hacer el ejercicio de imaginar los insultos que recibiría Arlt si tuviera un blog, basta ver lo que se ha escrito en internet sobre Godard, y que Prividera traía a cuento en una nota anterior. Lamentablemente, parece que el que escribe en la web está condenado a tirar su honra a los perros.
«Sólo un tipo como Prividera puede asimilar su descuido en la relectura de lo que escribe con ser vanguardista.» Podría contestar en el mismo tono: solo un tipo como Trilobite puede leer de ese modo mi referencia (lateral e irónica) a la vanguardia… Pero sería condescender a un lenguaje pendenciero mas que polémico, y además no conozco a quien se oculta tras ese nickname, así como no se a que se dedica el otro señor además de contar acentos y persistir en impertinencias. Y la verdad es que no me interesa. Escribo en este sitio cuando y como puedo (lo que incluye algún posible “descuido en la relectura”), solo por el deseo de compartir algunas ideas con (y sobre) gente que respeto. El espacio es de Roger Koza, y la nota (no se si a esta altura lo recuerdan) era sobre Lucrecia Martel. Yo solo soy un mero invitado. Aún así, no me molestan los señalamientos, ni los cuestionamientos (ni siquiera las invectivas, si son de “buena leche”). Pero Internet se presta demasiado a anónimas bajezas (como señalan Eduardo y Sandra), así que creo que lo mejor, de aquí en mas (y solo escribo esto para aclarárselo a lectores como ellos), es no responder a ningún ignoto comentarista que escriba cosas como «un tipo como…», o a quien insista una y otra vez en dialogar con un «imbecil» (según sus “correctas” palabras). No es mi caso, así que doy por terminado el diálogo. Lástima, porque lo de Rejtman y Llinas daba para largo (y la frase «no hay vanguardista sin vanguardia, ni vanguardia sin revolución» merecería un desarrollo mas preciso y sin ironías). Pero tendrá que ser en otra ocasión, o en otro lugar, o con interlocutores mas estimulantes.