OSCAR 2010: EL SECRETO Y LOS OTROS

OSCAR 2010: EL SECRETO Y LOS OTROS

por - Críticas
05 Mar, 2010 01:59 | comentarios

Por Roger Alan Koza

El domingo 7 de marzo muchos argentinos se quedarán hasta la madrugada esperando ver si El secreto de sus ojos, el indiscutible éxito de Juan José Campanella, se llevará un Oscar por mejor película en idioma extranjero. Es como si fuera una final de un Grand Slam del arte cinematográfico en la que un par de compatriotas pueden levantar la mítica estatuilla. No habrá bocinazos, ni una caravana rumbo al obelisco o al Patio Olmos, aunque tal vez los fanáticos de Francella, si es que el cómico deja su sello ante la audiencia del Kodak Theatre y Steve Martin y Alec Baldwin lo secundan, puedan peregrinar hacia algún lugar céntrico exteriorizando su algarabía.

Evento global (y político) por excelencia, aunque menos universal que el mundial de fútbol, la entrega de los Oscars ha sido siempre una fiesta de la industria del cine estadounidense en la que se celebran sus logros y su hegemonía como fábrica de sueños planetaria, al mismo tiempo que se consolida un modelo cinematográfico y se establece un canon. En efecto, las películas ganadoras, se supone, ejemplifican la perfección del arte cinematográfico, lo que determina indirectamente una norma con la que se juzga el valor de otras películas. Así, año tras año, Hollywood instituye la norma del gusto. Quien dice ‘cine’ casi automáticamente también dice ‘cine norteamericano’.

Es por eso que las posibilidades de El secreto de sus ojos no son menores, pues de las cinco películas nominadas la película de Campanella es la más “norteamericana” de todas. Es cierto, está hablada en español, transcurre en Buenos Aires, se circunscribe a una clase social específica y retrata un período de la historia nacional, pero su forma, la construcción de sus planos, el timing de sus escenas y el modelo narrativo que organiza el relato remiten al cine (clásico) de Hollywood. Esto explica, incluso, su éxito vernáculo, porque, esencialmente, no se diferencia mucho del cine que se consume normalmente.

De todos modos, una historia de amor, un asesinato, un controversial modo de hacer justicia y un discreto elogio de la amistad son temas universales y reconocibles para los electores de habla inglesa, quienes además no podrán resistirse a la seducción de algunas secuencias, como el plano secuencia trucado sobre la cancha de Huracán y la despedida en la estación Retiro. A los miembros de la academia no les pesará desconocer la historia argentina o no tener la menor idea del significado de la Triple A. Menos todavía pensarán sobre la discreta tortura simbólica de su desenlace, además en aquel país es casi un método democrático.

Sin duda, la otra gran candidata es Ajami, el filme israelí dirigido por dos directores, uno judío y el otro palestino, que debutó en Cannes 2009 y ha conquistado a la crítica internacional, además de ser la película perfecta si se sigue una vez más la tradición de premiar en esta categoría películas cuyo contenido político no desentone con el característico humanismo liberal que esgrime la academia. Vals con Bashir, el filme israelí nominado en la anterior edición, era demasiado radical, en forma y contenido, para ser el ganador. Ajami, en este sentido, es ideal: las historias interconectadas de tres familias (musulmanes, cristianos y judíos) en Ajami, un barrio de Jaffa, evidencian la violencia cotidiana y naturalizada en la cotidianidad de Israel. La forma narrativa del filme de Yaron Shani y Scandar Copti, que también tiene un papel menor pero central, tendrá admiradores, pues se asemeja mucho al estilo narrativo de Babel y Tiempos violentos, aunque carece del cinismo de esas dos películas, quizás porque todos sus intérpretes son actores no profesionales que son parte de la realidad que interpretan.

No menos política, aunque favorecida por su exotismo y cierta propensión al realismo mágico de exportación, La teta asustada, de Claudia Llosa, sobrina del famoso escritor peruano Vargas Llosa, ha sido abrazada por la crítica estadounidense desde que ganó el Oso de Oro en Berlín 2009. Es posible que la belleza de Magaly Solier, quien interpreta a Fausta, cautive a más de uno, aunque este relato sobre una joven campesina que vive en Lima, fruto de una violación en tiempos de Sendero Luminoso, y que lleva un tubérculo en sus genitales, símbolo de su temor, puede ser demasiado “primitivo” y pagano para el sector más conservador, que tiene voz y voto.

Una opción racional es que los votantes se inclinen por Un profeta, de Jacques Audiard, una sólida y accesible película inscripta en el género carcelario, que también tuvo su premiere en Cannes 2009 y desde entonces viene cosechando premios y elogios de la prensa especializada. Un profeta concentra su narración en el aprendizaje de un joven árabe que ingresa a prisión siendo analfabeto y que paulatinamente deviene en líder de la mafia que funciona dentro y fuera de la cárcel. Es una película clásica y, junto con la de Campanella, una candidata lógica y cómoda, si es que el criterio político no se impone sobre el estético, y su duración, dos horas y media, no atenta contra la paciencia de quienes eligen.

No hay duda de que la mejor película de las cinco nominadas es la última ganadora del festival de Cannes, La cinta blanca, dirigida por uno de los maestros contemporáneos en actividad, Michael Haneke. Este estudio lúcido y lucido sobre la psicología del fascismo, aplicado a una comunidad protestante en un pueblo del norte de Alemania, no muy lejos del estallido de la Primera Guerra Mundial, está en las antípodas del cine que suelen consagrar Hollywood y sus fieles. Sus planos fijos y extensos, la austeridad de su puesta en escena, la escasez de primeros planos y el notable ejercicio de hablar sobre la violencia dejándola fuera de campo, es decir, sin mostrarla, puede resultar un lenguaje demasiado refinado (y pesado) para quienes acostumbran coronar películas como La vida es bella y Los falsificadores.

Fotos: 1) Haneke y Campanella; 2) Ajami.

Este artículo fue publicado en el mes de febrero por el diario La voz del interior en otra versión.

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