EL MISTERIO DE LOS LUSITANOS

EL MISTERIO DE LOS LUSITANOS

por - Ensayos
04 Dic, 2017 11:49 | Sin comentarios
En este texto comisionado por Vaivem, a propósito de la nueva celebración de la "Semana del cine portugués" que empieza esta semana, intento decir algunas cosas sobre la manifiesta singularidad del cine lusitano.

Cualquier generalización que se intente hacer de una cultura, una tradición estética, una idiosincrasia resulta inexacta en el mejor de los casos y casi siempre menesterosa. Dada esta evidencia de la razón, hallar un rasgo común en toda una cinematografía es una labor destinada al fracaso, aunque tal vez la propia historia del cine de Portugal y el discreto número de películas que se hacen por año zanje por su propia contingencia las potenciales vaguedades que se ponen en juego cuando se quiere caracterizar el cine de un país. Los números ayudan en este caso, ni qué decir de la curiosa calidad homogénea de las películas provenientes de la tierra del señor Manoel De Oliveira.

El casi inmortal De Oliveira sigue siendo, incluso después de su dilatada muerte, el gran patriarca del cine portugués. La veneración abarca a todas las generaciones que le prosiguieron. Recordemos el debut del maestro —cineasta que siempre quiso filmar el difuso trabajo persistente de la civilización a lo largo de los siglos—, Douro, Faina Fluvial (1931), que remite a una locación reiterada en el cine portugués: el puerto. Asignarle al cine lusitano el secreto de su diferencia al hecho de ser un país cuya topología está signada por la posibilidad de emprender viajes en barcos es excesivo, pero de no existir puertos y por ende navegantes, jamás hubiera existido un film extraordinario como Mudar de vida (1966). Ese film de Paulo Rocha es un signo arrojado a la eternidad que siempre nos recuerda la grandeza del cine lusitano.

Un cineasta portugués nunca está solo, aunque no lo sepa. Existe una tradición, que de ningún modo iguala a sus cineastas pero los sitúa en una vasta región imaginaria de la que parten. Verão Danado es una película absolutamente inscripta en el incesante devenir de la experiencia subjetiva juvenil propia del siglo XXI, en donde la autopercepción del yo desconoce el arraigo y se identifica con una existencia inestable matizada por picos de intensidad (sintética). De incógnito, este film del debutante Pedro Cabeleira lleva a pensar en otro clásico de Rocha, Anos Verdes, y permite establecer además otras asociaciones pertinentes con películas recientes que filman la juventud, como es el caso de John From y Montanha, y también Colo, de Teresa Villaverde, relato cadencioso que tiene algo del universo onírico, en el que dos generaciones, la de los jóvenes de hoy y sus padres, se confrontan con el vacío del mundo.

Todas las películas de la selección son valiosas y representativas (São Jorge, Diário das Beira, O Cinema, Manoel de Oliveira, todos los cortometrajes de Salomé Lamas), pero Correspondências, O Ornitólogo y João Bénard da Costa: Outros Amarão As Coisas Que Eu Amei son las que sintetizan la genialidad y la vigente tradición del cine portugués. En el film de Rita Azevedo Gomes se sienten los latidos de De Oliveira, pues la palabra (poética) se filma con elegancia y rigor, y al hacerlo revive la Historia, a veces ominosa y trágica, sobre todo cuando el exilio es una condición de vida o muerte. En el film del gran João Pedro Rodrigues, la inmensa libertad anarquista de João César Monteiro se evoca enteramente cuando la amalgama paradójica entre el erotismo y la teología van definiendo las coordenadas simbólicas de la película. En el film de Mozos se revela como nunca dónde aprendieron todas las generaciones de cineastas portugueses los misterios del cine y los placeres de la cinefilia. En efecto, los cineastas lusitanos saben que existen dos modos de navegar y transitar por lo desconocido: el océano y la pantalla.

Fotogramas: 1) Verão Danado (encabezado); 2) Colo

Roger Koza / Copyleft 2017