LO QUE SÉ DE LOLA

LO QUE SÉ DE LOLA

por - Críticas
30 Ago, 2008 02:15 | Sin comentarios

**** Obra maestra  ***hay que verla  ** Válida de ver  * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor

Por Roger Alan Koza

LA VIDA SECRETA DE LOS HOMBRES

Lo que sé de Lola, España-Francia, 2006.

Dirigida por Javier Rebollo. Escrita por Lola Moya y J. Rebollo.

*** Hay que verla

Una ópera prima que se desmarca de la chatura dominante del cine español mainstream y que destila una ambición estética poco frecuente.

Para la mayoría ir al cine es un mero entretenimiento, una salida que suele incluir masticar maíz inflado mientras se acepta quedar inmóvil por un rato sin hacer nada excepto mirar y escuchar. Divertirse, emocionarse, esa es la regla, quizás hasta se pueda aprender algo, una excepción. Pero al cine se le puede pedir más, o con él se pueden hacer experiencias más arriesgadas y edificantes. «La universidad del pueblo», afirmaba del cine el gran Henri Langlois; «el psicoanálisis del pueblo», decía Felix Guattari.

En el cine centellea un cierto potencial medicinal; a veces, los espectadores pueden descubrirse menos solos de lo que están, sus obsesiones e incertidumbres, de pronto, le pertenecen también a un personaje. Aquello que íntimamente avergüenza puede conjurarse. Aquello que entristece puede ser compartido. De allí la belleza secreta de las películas de solitarios, como sucede con Lo que sé de Lola.

¿Una especie de comedia bressoniana? Quizás. La opera prima del joven realizador Javier Rebollo es un estudio seco y a veces cómico sobre cómo un fóbico supera en parte su propensión a evitar el mundo y sus sujetos, una vez que se «libera» de su madre y una vecina española se muda al departamento del piso de arriba de su casa, en un París frío y desolado. Paulatinamente, Léon y Lola vivirán una historia de «amor a distancia», que alcanzará su máxima poética y vuelo cuando los dos protagonistas se «van» de vacaciones y llegan a España.

En el primer número de los Cahiers du cinema en español, en mayo del 2007, Rebollo decía a propósito del futuro del cine: «Sólo cuando nos liberamos de la técnica, aparece el estilo», un aforismo que pertenece al cineasta Robert Bresson y bien explica la depurada estética de la película. En efecto, el bressonianismo de Rebollo se ve en los procedimientos específicos que remiten al maestro responsable de Pickpocket: una voz en off que habla para sí y no para la audiencia, y remarca las acciones del protagonista; una obsesiva búsqueda de simetrías en la composición de los encuadres; una compleja elaboración de la banda de sonido.

«Es facultad del cinematógrafo, y siempre lo ha sido, la de revelar, a través del mecanismo poético de la puesta en escena, lo que de misterioso hay en la ambigüedad del mundo». Este pronunciamiento del director se lo puede verificar en su película. La puesta en escena, es decir, la relación de los planos entre sí como también lo que acontece en los planos, desnaturaliza en Lo que sé de Lola la percepción mecánica del mundo. Así, un subte no habrá de ser un espacio de transición y movilidad sino un observatorio del desamparo ciudadano, como establece el plano inicial. Tampoco los bares, los departamentos y los pueblos serán meros lugares. Porque no sólo aprende Léon sobre la vida de Lola, sino que a través de él, quienes miramos, aprendemos a pensar en los detalles y los gestos que constituyen el extraño mundo al que habitamos distraídos.

Copyleft 2000-2008 / Roger Alan Koza

Esta crítica fue publicada durante el mes de agosto por el diario La Voz del Interior de la provincia de Córdoba.