GRAN TORINO
**** Obra maestra ***hay que verla ** Válida de ver * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
Por Roger Alan Koza
HARRY EL LIMPIO
Gran Torino, EE.UU., 2008
Dirigida por Clint Eastwood. Escrita por Nick Schenk.
*** Hay que verla
Despareja aunque fascinante, la última película de Clint Eastwood es una suerte de testamento cinematográfico, en donde se puede ver las virtudes y las debilidades del realizador por igual.
En una cultura global en donde ser joven es un imperativo indiscutible sea cual fuere la edad que se tiene es saludable ver que en el cine, al menos, directores como Manuel de Oliveira, a sus 100 años, u octogenarios como Rohmer, Resnais, Oshima, Eastwood, den cuenta de que existe un estadio de la vida llamado senectud que no es sinónimo de decadencia. La lucidez se conquista en la duración, y eso es, esencialmente, lo que el personaje de Eastwood, Walt Kowalski, discute, en Gran Torino, con un cura recién ordenado, lo que está implícito también en sus vínculos con otros personajes más jóvenes.
En el plano general de apertura se ve una iglesia. Allí se está conmemorando a un difunto. Fastidioso y visceralmente anticlerical, Kowalski gruñe como un perro, más aún cuando ve a su nieta con su aro en el ombligo y a sus nietos absortos en la pavada; es su abuela quien ha muerto. Los hijos de Kowalski se preguntan cómo será la vida de su padre, un excombatiente en Corea y un empleado retirado de una fábrica de autos que, tras 50 años de labor, conserva un Gran Torino, modelo 72, como símbolo de un tiempo pretérito.
Kowalski es racista, intolerante, nacionalista. Su diatriba humorística contra judíos, afroamericanos, irlandeses, luteranos, italianos y orientales suele tener un contrapunto en sus gruñidos, matizados a menudo con un escupitajo. Sus vecinos, una numerosa familia de nuevos inmigrantes pertenecientes al pueblo Hmong de China, expulsados de Vietnam, lo saben, en especial una anciana. Pero cuando un joven de la familia, obedeciendo los mandatos patoteros de una pandilla asiática, intente robar el tesoro con ruedas del garaje de Walt, el viejo cascarrabias se convertirá, paradójicamente, en un mentor de Thao, «cabeza de cierre», y un protector, pues las calles de Detroit, alguna vez un paraíso industrial, son un páramo propio de un western.
Como sucedía en Cartas desde Iwo Jiwa, Eastwood sabe que la otredad habla en otro idioma y vive en otro mundo. En este nuevo estudio sobre la violencia, Eastwood no solamente se involucra con sus vecinos orientales, alguna vez enemigos, sino que actualiza y devuelve un espejo de la composición multicultural de su país. Esto es América en el siglo XXI, y el supuestamente segregacionista Kowalski sentirá que estos chinos son su verdadera familia.
Gran Torino es formalmente prodigiosa. Los planos se articulan como motivos de una balada de jazz. Las escenas abren con planos generales en picado, el claroscuro predomina, el tiempo de cada escena es el necesario. Basta un breve plano medio de Kowalski llorando para transmitir la repugnancia ante la violencia como metodología. La discreción es la regla, un principio ausente en El sustituto.
Pero los últimos 15 minutos de Gran Torino superan a la película en sí. Eastwood se convierte en todos sus personajes. Habrá una confesión difusa (y agnóstica aunque el contexto denote lo contrario), el reconocimiento de que jamás creyó en la Magnum 44 de Harry el sucio. Es el réquiem artístico de un cineasta que elige conjurar su pasado sin el auxilio de la religión. Ecce homo: Eastwood, el solitario, el que sabía que los únicos héroes son aquellos que doblegan el poder del fuego.
Copyleft 2009 / Roger Alan Koza
Esta crítica fue publicada por el diario La Voz del Interior en el mes de marzo de 2009
Muy buena critica R.
A mitad de la pelicula, me moria por saber quien era el guionista, me rehusaba a creer que Paul Haggis tenia semejante timing para el humor.
¿Quien mierda es Nick Schenk? Estuve leyendo un poco, es un guionista casi amateur, escribio el guion en tres meses (en servilletas y trabajando en la construccion, dice la Leyenda) y Clint no modifico una coma del guion original.
Aires frescos para Holywood. Saludos, H.
Relato, estilo y personajes ya casi (lamentablemente) extinguidos en el panorama del cine actual. Hasta le vi algo de western en el tramo final. Qué hábil esa manera de conciliar, en el protagonista, rudeza y sensibilidad, indiferencia por la Iglesia con ciertos valores religiosos (el arrepentimiento, el sacrificio). Qué significativa -y tal vez irónica- la última imagen que eligió Eastwood para aparecer en la que puede ser su última película… Y qué bueno que los críticos la aprecien y el público la festeje y la pase bien. Lo curioso (aunque no importante) es que haya sido ignorada en la carrera por los Oscar; tal vez porque los actores orientales «no daban» para ser nominados y por carecer de artilugios técnicos y efectos especiales.
Permítanme que disienta. Sin duda «Gran Torino» es mucho mejor que «Changeling», pero mas allá de su corrección formal, el fondo es igual de reaccionario (porque en el fondo es el mismo Eastwood de siempre, mas allá de sus aparentes contradicciones).
Harry ya no puede usar su pistola porque sería políticamente incorrecto mostrar a un ex militar que mató coreanos en su país, hacer lo propio en su propio barrio… Entonces el guionista le inventa esa enfermedad terminal y la tristeza por la muerte de su mujer, pero deja claro que cero arrepentimiento por lo que hizo en Corea sino todo lo contrario: como si el martirio final del héroe solitario limpiara los crímenes de guerra… Lo incomprensible es que casi nadie señale esta lectura, y nos quedemos con la estampita propuesta por Clint (no muy distinta, mas allá de su paternalista canto a la fraternidad entre los pueblos dominantes y dominados, a la de la facista «Heartbreak ridge»)
Se podrá decir que es una lectura extrema, pero no es mas que la inversión de la lectura extremadamente «liviana» que nuestra tibia época hace de una película como esta (y que le perdona todo al buen Clint porque es un duro tierno y cool).
Basta hacer el ejercicio de pensar, por ejemplo, en cómo hubiera sido leída en una época mas politizada: ¿creen que los contestatarios ’60 le hubieran perdonado su culto rancio y castrense del Gran Hombre Blanco?
Nico: he tenido en cuenta varios de los señalamientos que mencionás. El posicionamiento más cercano al tuyo es el de David Walsh en http://www.wsws.org. Comparto contigo y con él, la debilidad política del film. No estoy seguro, debo seguir pensando, fundamentalmente contra mi mismo, si es o no es un film reaccionario. El grado de autoconsciencia racista es equívoco. Digo: contra mi mismo, porque si no fuera un film de Eastwood me hubiera resultado seguramente reaccionaria. También es cierto que en otro contexto histórico y político la mirada sobre el film hubiera sido otro. No obstante, creo que Eastwood y su joven guionista están interesados, sin mucha lucidez sociológica, en la transformación radical de los grupos sociales que constituyen la población estadounidense.
Fer: pensé muchísimo si se trataba o no, de un nuevo caso de sicuta, es decir, el Sócrates que elige la muerte como modo de defender la verdad, operación cobarde que Nietzsche supo clarificar y desmartirizar un siglo y algo atrás. No veo sacrificio en ese universo de western, más bien un modo elegante y poético de eutanasia. El joven guionista le dio una enfermedad, probablemente terminal, pues Walt llama a su familia como si se tratara de una despedida. La muerte es eminente. Sobre el arrepentimiento: aquí, nuevamente, me alejo un poco de Nico: creo que es arriesgado omitir en la confesión al cura, los asesinatos en nombre de la patria. Después de la confesión, cabeza de cierre va a la casa para salir a vengarse. Queda claro por el intercambio que Walt le pesa haber matado «chinos». Este gesto puede ser leído de otro modo: no hay perdón, aunque exista el arrepentimiento. Lo que sí me molestó fue no tanto el encendedor en la mano, sino la medalla en el pecho del joven. Por último, lo mejor del film es el plano final, el de los créditos: la canción suena y se ve la playa. Jazz e inmanencia. Saludos a todos, y a Hernan también, aunque no lo mencioné hasta ahora. RK
La confesión en la iglesia de Kowalski debe ser tomada como lo que es un mero trámite que tendría como único sentido devolverle la preocupación expresada por el joven hacia él, por la promesa hecha a su esposa. La verdadera confesión viene luego con Thao el vecino (no casualmente tras otro objeto traslúcido, la puerta del sótano donde lo encierra y le da la medalla que no significaría otra cosa que reparar un daño) cuándo le dice que se arrepiente de haber matado a alguien como él en la guerra. Con todo lo que tiene de construcción de un futuro para Thao lo hecho anteriormente por Kowalski, simplemente estaría dándole ese porvenir que le quitó al joven soldado.
Nicolas: Todas las criticas positivas que lei hasta ahora, dicen que es un film politicamente correcto «por lo menos para Clint», «para un conservador» o «un republicano», dice esto incluso la critica a veces tan despolitizada de El Amante. Me parece que la aclaracion no es inocente. No quiero pecar de formalista pero para mi, y creo que para la gran mayoria, ver una pelicula de Eastwood es ver un relato de moral conservadora de construccion clasica impecable, y con un poco de suerte, con algunas verdades universales. Como bien dice R todos disfrutamos del film A PESAR del plano detalle de la medalla. Ahora no quiero pecar de nacionalista, pero nosotros tendriamos que hacer lo propio con nuestra mitologia. Saludos a todos.
Bueno, la confesión no tiene ninguna importancia (ya sabemos que es una trampa del catoliscismo para limpiar conciencias). Y Clint lo sabe bien (por eso siempre mete personajes católicos que hacen cosas repugnantes y luego de alguna manera poco ortodoxa se «redimen»…).
Ahora bien, esa idea de que es un film «correcto al menos para Clint» me parece un intolerable argumento ad hominem. Porque hay cosas que no se le permiten a nadie… al menos desde la Revolución Francesa, que sustituyó los privlegios monárquicos por el ideal de «igualdad y fraternidad» (esas dos cositas que los conservadores se olvidan siempre que mencionan la sacrosanta «libertad»…). Y no hay nada mas conservador que creer que se es portador de una «verdad universal»: eso es mesianismo, y la película lo ilustra muy bien… solo que todos lo aplauden arrobados.
Pero el cine clásico no tiene la culpa, sino Clint y los que se empeñan en ligarlo a él, como si hubiera una relación necesaria entre clasicismo y conservadurismo. Pero eso no es mas que otro modo de justificar la «libertad» posmoderna (a la que el supuesto clasicismo de Eastwood es tan funcional como el retro de Tarantino).
Y NO: No todos disfrutamos del film «a pesar» del plano de la medalla, precisamente porque ese plano desnuda la moral facista del film.
(Y ya que hablamos de lo que debéríamos hacer por estas tierras: deberíamos empezar a ver como ese discurso micro-facista persiste y se potencia, por ejemplo en el actual pedido histérico de «seguridad» a cualquier precio…)
Me resultó en cierta medida cliché, predecible, tampoco me gustó el tratamiento que se le dió a los problemas culturales en los estereotipos mostrados en la película, entre otras cosas muy personales.
Lo de cliché lo digo porque ya se ha visto en más de una ocasión en tramas que se basan en la superación de prejuicios (o al menos eso intentan mostrar…) el esquema: rechazo – ayuda indirecta – comprensión – ayuda comprometida. Sin ir más lejos me parece el mismo esquema utilizado en Million Dollar Baby. Esta misma característica cliché es lo que la hace predecible.
Y lo de las problemas relacionados a la diversidad cultural de una sociedad me parecen muy delicados, y si no se los aborda con el debido cuidado podés terminar dando un mensaje de mierda, con o sin intención de ello. Por ejemplo la impresión que me quedó a mí es que la juventud masculina coreana, sin la guía de un estereotipo de estadounidense (encarnado en Clint Eastwood) es incapaz de ir por el «buen camino» representado por el «self-made man», el sueño americano. Como insinuando cierta tendencia a la incapacidad tanto de los coreanos, los latinos como los negros estereotipados mostrados en la película a ir por el «buen camino», obviamente omitiendo los motivos sociales por los que esto se pueda dar y dejandolo más relacionado a una cuestión de mentalidad cultural como al principio podemos apreciar cuando Sue aclara a Walt que las mujeres terminan siendo universitarias y los varones delincuentes, como si fuera algo preestablecido e inmutable.
Más allá de la emotividad del final, el mensaje tampoco es de mi agrado. El tipo termina confiando nada más ni nada menos que su vida (por más que estuviera en las últimas) a la policia… como si fuera la inacción policíaca (que Walt decide alertar aunque para ello tuviese que morir) lo que permitiera la existencia de estas bandas y como si la acción policíaca fuera la solución a las marginales bandas estereotipo presentadas, siendo un problema social mucho más profundo.
Desde lo emotivo me pareció un final más que digno, aunque similar al de «A Perfect World». Aún así me dejó arruinado, como suelen dejarme los finales de Clint últimamente.
Saludos.
Para mi modo de ver (y el del director que lo ha dicho en todas las entrevistas) la película termina condenando la intolerancia y la idea del ojo por ojo diente por diente o de la venganza. Ahí está la clave del crecimiento de su personaje durante el film. Ya no cree que las cosas se resuelvan a los tiros, elige confiar en la justicia que de momento parece estar de su lado. Que esa justicia esté representada por la policía es meramente casual y funcional al argumento, ya que en su película anterior la misma era mostrada como un nido de corruptos.
Eastwood, como la mayoría de los realizadores, no hace un cine social o político, sino que sus historias funcionan a través de la relación entre sus personajes. Las instituciones son un mero decorado de fondo como en la vida real de la mayoría de nosotros, eso es todo.
Addison, tu comentario es modélico en cuanto a lo que hablábamos antes: demuestra como la ideología (dominante) naturaliza (es decir: niega la condición política) de las relaciones sociales (de producción):
«la mayoría de los realizadores, no hace un cine social o político, sino que sus historias funcionan a través de la relación entre sus personajes.»
Lo real es que todo cine es intrínsecamente político, del mismo modo que toda relación es necesariamente social…
«Las instituciones son un mero decorado de fondo como en la vida real de la mayoría de nosotros, eso es todo.»
El «eso es todo» final realmente lo dice todo! Ya está, no nos preocupemos mas, vivamos tranquilos sin cuestionar el «decorado de fondo»…
Y esperemos tener un padre protector como el buen Clint, que es duro pero nos da seguridad. Amén.
NP: Creeme que estoy de acuerdo con vos, y que la critica con tanta etica que practican Roger y vos es lo que me atrae de este blog. Pero si condenamos cada pelicula solo por su contenido reaccionario, nos quedamos sin aprender nada de cine. Solo veriamos a Straubs-Hulliet
En todo caso la pregunta es ¿Que es lo que hace de Gran Torino una pelicula seductora mas alla de la figura de Eastwood?
Me parece que podemos condenar el contenido sin ser ingenuos ante el enorme talento narrativo de Eastwood. Hacer una pelicula asi es muy pero muy dificil. El cine ya no esta en pañales, sin embargo, yo siempre recuerdo la leccion de Delluc sobre The cheat.
El mesianismo de Eastwood implica riesgo y exposicion, invita a la discucion. Una pelicula de Alonso por ejemplo, mas alla de la voluntad de «experientacion», no es ni la mitad de valiente. Esperemos que los «autores» argentinos pierdan el miedo a lo social.
Hernán: ¿Quién condena «cada» película por su contenido reaccionario? Solo condenamos las que tienen contenido reaccionario… Y si son la mayoría, no importa. Tampoco somos partidarios de la realpolitik.
No se que significa para vos «aprender nada de cine»: yo creo que hasta el cine malo nos enseña cine, del mismo modo que el cine «reaccionario» debería enseñarnos ética. Sobre todo cuando es «seductor» (porque no somos platónicos, y sabemos que lo bello no necesariamente va a asociado a lo bueno: ahí está «El triunfo de la voluntad» para comprobarlo…)
Así que no habria que confundir el riesgo y la exposición (artísticos) con el mesianismo: para el mesiánico el infierno son los otros. O sea: los otros son el Mal. (En «Gran Torino», por ejemplo, no se trata de que Clint reconozca que no todos los «chinos» son malos: lo que dice es que hay algunos buenos… que son precisamente los que lo toman como padre protector.)
No se que hace a una película valiente, pero esta sin duda no lo es.
Jaja, Nicolás, Nicolás… es admirable las ganas que tenés en insisitir que sos «diferente» según pusiste en un comentario anterior. Incluso, un «diferente» entre los «diferentes». Me encantan esos rótulos que ponés: «neoabyección», filme «reaccionario», etc., etc. Es decir SON COMENTARIOS TAN PACATOS Y «SEUDO»POLÍTICAMENTE CORRECTOS que hasta causan urticaria por más «pro-nobles-pluralistas» que intenten ser. Es como que siempre hablás desde el manual del «intelectual políticamente correcto»; parecés un émulo forzado del ignorante de Sebrelli hablando sobre el fútbol y Maradona. En fin: hablás de neoabyección porque Slumdog vuelve «estética la pobreza»: ¡Dios!, bajo ese punto de vista Berni jamás debería haber pintado la serie de Juanito Laguna y bajo ese concepto el nuevo cine argentino que tanto intentás politizar es uno de los grandes apologistas de dicha estética (hasta el punto tal de ni siquiera usar actores para interpretar a pobres o marginales, sino directamente, USAR POBRES Y MARGINALES; ese es el Argentino Vargas de las películas de Alonso por ejemplo…). Ni que hablar de Victor Hugo y sus «Miserables»; en fin, a lo que voy es que esa «neoabyección» no tiene nada de neo y si estuviste alguna vez en Bombay (QUE LO DUDO), Bombay ES ASÍ (aunque sin la musiquita cool de la película, eso te lo reconozco): un lugar que huele a nosta, sudor y miseria en cada rincón de la ciudad por más «espiritual» que la intent vender. De última, la película es una mediocre historia de amor sin muchas mas convicciones que esas (en dos meses se olvida). Lo abyecto está en todo caso en las preguntas que le hicieron al chico: eran para chicos de sexto grado. Y lo de Eastwood es increible: según vos es racista, fachista, republicano rancio, pseudo émulo del gran Jonh Ford y demás esteoreotipos del yanquee «imperialista» que tanto se detesta dentro de la intelectualidad de izquierda (¿?) de estas zonas que sin embargo, les gusta hablar en inglés y tomar coca cola. Es decir, ES UN REACCIONARIO. Lo gracioso es que la crítica viene justamente de un reaccionario (como lo sos vos): es decir, vos sos como esos antiracistas que odian a los racistas.
El cine de Eastwod es fiel a un modelo básico que Clint trae desde sus primeras películas y es como lo moderno «condena» (en sus diferentes niveles y procesos sociales, históricos y económicos) a lo clásico. Modelo típico además de la gran narrativa norteamericana y sureña: desde Faulkner hasta Dos Passos. Por ello es que desde «Los Imperdonables» al «Gran Torino»… desde el Clint cawboy hasta el Clint padre adoptivo de Millon Dollar baby lo que muestra siempre (desde su particular punto de vista son estos «cambios», estas transiciones que contrsuyen con su paso la «mitología estadounidense» que según leíste en el discurso y por el discurso de Barak Hussein Obama, va a desmoronarse).
Y si ese punto de vista (te) resulta fachista y reaccionario y reaccionás contra el mismo con tu propio racismo y reaccionismo, bueno, estamos en la misma… es decir: es tan forzada tu pseudo objetividad que termina cayendo en el peor lugar común que un artista o un crítico puede caer y es el del cliché del «humanista pluralista». Abyecto o neabyecto es León Gieco por ejemplo poniendo a ciegos, retardados y mancos en los escenarios donde toca a que toquen música por el sólol hecho de que son «discapacitados». Reaccionario es creer que Gandhi era conservador porque un escritor mediocre y super marketinero (actuó hasta en el Diario de Bridgitte Jones) como Rusdhie diga que lo fue.
Y esa palabra «micro-facista» me encanta… Me muero por saber que es un «medio-facista» y un «macro-facista» en general y sobre todo, en el cine en particular…
En fin, saludos.
Personalmente me preocupo por no estar integrado al decorado de fondo. Pero si alguien está contando una historia, no hace más que eso. Y para Eastwood las instituciones son meros marcos referenciales. Creo que es importante tener en cuenta dónde se apoya el director para contarnos esa historia y Eastwood lo hace desde el lado de los personajes.
Pero siempre cuestionando el sistema o los comportamientos sociales. En «Changeling» la policía corrupta y en «Gran Torino» la validez de la violencia producida por la guerra declarada por un estado, por ejemplo. Al no llevar un arma al final de «Gran Torino» obviamente cuestiona su propio comportamiento anterior y el de sus asesinos. Caso contrario, ¿qué le importaba matar o herir a alguno de ellos si tenía claro que no iba a sobrevivir?
– NP: ¡claro que hay relación entre clasicismo y conservadurismo! El cine clásico es conservador al respetar tradiciones y repetir fórmulas, incluso en el plano temático
– Pavl: ¿cómo “Gran Torino” no va a parecerte previsible y con clisés, si esos son algunos de los tópicos del cine clásico? Es cierto que es algo simplona la imagen que brinda sobre los coreanos, pero ¿acaso es mejor la que da de los estadounidenses? Por otra parte, lo que hace el viejo al final lo veo más como una astucia para vengarse de algunos personajes, que un acto meditado y generoso como el del protagonista de “El sacrificio”, de Tarkovski. Y si termina siendo comprensivo y benévolo con el cura y el chico coreano es porque fueron los únicos que supieron acompañarlo y escucharlo (y ambos parecen incomprendidos, medio perdidos, como él).
– No esperemos que Clint Eastwood sea León Gieco. No lo digo sólo por sus ideas políticas, sino porque creo, también, que a través de su personaje expresa la mentalidad de una generación (la de nuestros padres o abuelos), habituada a la intolerancia y resentida por muchos malos tragos que han debido pasar.
– Personalmente, no pienso que sea una película valiente, simplemente me gusta reencontrar formas y personajes propios del cine clásico mientras en la sala de al lado dan “Benjamín Button”, y ver al público divertirse con un producto discutible pero indudablemente más cinematográfico que algunos bodoques de moda.
Adisson: Al contrario, a Eastwood los personajes le interesan muy poco(siempre son planos): su gran tema son precisamente las instituciones (incluida la del héroe solitario, de larga tradición en el cine americano).
Pero es claro que estás pegado al «decorado de fondo» si seguis repitiendo que «si alguien está contando una historia, no hace más que eso.» Esa visión «contenidista» generalmente se opone a la visión «formalista» (que sabe que el lenguaje no es inocente), y cada tanto suscita algún debate (sobre todo en la literatura), pero solo porque algunos parecen no haberse enterado de que hubo algo llamado «vanguardia» (y no me refiero solo a la artística…).
En fin: no me voy a poner pesado con la teoría comunicacional, pero digamos que «contar una historia» no es algo abstracto: hay Alguien que cuenta Algo en un determinado TIempo y para provocar un Efecto. Si vos querés decir que ese efecto es meramente «poético», ok: hay una función «poética» del lenguaje, pero es justamente la mas formal. Claro que hay un modelo narrativo (dominante) que propende a ocultar sus condiciones de producción… Y ya sabemos lo que pasa cuando se ocultan las «condiciones de producción»: el efecto de la Historia como «telón de fondo» (o «condiciones referenciales», como le llamás asepticamente a lo que es en si mísmo una literal «institución»).
En ese sentido, un film como «Gran Torino» es el perfecto asesino (del distanciamiento brechtiano). Eastwood no cuestiona nada: trabaja sobre la forma de un modo tan «seductor» (tan perfectamente aristotélico) que nos oculta su apología del statu-quo detrás de una historia de «redención y fraternidad universal». Lo extraordinario es que una operación tan transparente (porque Eastwood te muestra todas las cartas, como un mago antes de hacer el gran truco) consiga ser efectiva. Pero ya sabemos que al público le gusta ser engañado…
* * *
Fernando: el cine clásico no «respeta tradiciones y repite fórmulas». Eso lo hace mas bien el cine posmo-retro (hace un par de domingos salió una nota de Faretta en ADN que era muy clara al respecto, en la que ironizaba sobre la inexistencia de «Casablanca 2″…).
Confundir el mesianismo de Clint con «un acto meditado y generoso como el del protagonista de ‘El sacrificio’, de Tarkovski» es mas bizarro que confundir a Eastwood con León Gieco!
Por último, no se a que te referís con la «resentida» generación de nuestros padres y abuelos. Además, ni todos los viejos son reaccionarios ni todos los pibes son piolas… Y la intolerancia no es algo del pasado: su mano sigue meciendo la cuna, como podemos ver aquí y ahora.
Lo más rescatable del viejo Clint es que su película genere más de 15 comentarios en un día, en tiempos tan flojos para el cine comercial.
A NP: me gustaría saber qué méritos le encontrás a la película ya que afirmás que es muy superior a «Changelling».
A NP y RK: Si pueden seguir explayándose en lo abyecto del plano de la medalla estaré agradecido, porque a mi no me resultó tan determinante.
A todos: los vecinos no son coreanos, sino integrantes de la etnia Hmong, originarios de China (principalmente) y Vietnam.
Los personajes de Eastwood no son planos. Tanto el personaje de Eastwood como el del chico sufren una evidente transformación. Uno pasa de ser huraño y solitario a ser una persona un poco más tolerante y ser capaz de reconocer el peso que ha llevado durante esos años por los crímenes de guerra. Y el otro pasa de tímido y sumiso a convertirse en el paradigma del ser social a esa edad, con su trabajo, su novia y su auto. Los demás personajes también tienen sus características y contradicciones.
El cine de Eastwood no es un cine plano que se dedica sólo a vender modelos, hay bastante más debajo de todo eso. Hay comportamientos humanos. Y esto es lo que funciona y «vende». Eastwood no es George Lucas que si inventó el nuevo cine hollywoodense con su última trilogía espacial, ese cine que sólo es por el mercado que hay tras él. El de ningún fondo o contenido, sólo el de las cajas fuertes.
Yo puedo analizar lo que cuenta una historia pero no puedo inventar algo que no me parece que esté allí. Eastwood critica al sistema desde adentro, a pesar de haberse convertido en toda una referencia y en un personaje de ese mismo sistema, adorado por varios cinéfilos también atrapados por ese modelo masculino en algún punto firme y estereotipado. Es cierto que el mensaje siempre viene de algún lado y no debe ser tomado inocentemente en ese sentido. Pero el lugar del que viene generalmente se encuentra determinado por una subjetividad que en la grandísima mayoría de los cineastas poco tiene que ver con la política.
Como mucho sabrán y recitarán de memoria los versitos de la «corrección política» del momento (Bush es lo peor que le pasó al mundo en los últimos años, la guerra de Irak es una barbaridad, discriminar a los homosexuales y a los afromericanos está mal) pero como resultado te darán películas vacías que tratan temas supuestamente trascendentes. Como los casos de Van Sant, Soderbergh, Haggis o en el colmo de la banalidad George Clooney. Pero son poses que no engañan demasiado. ¿Cuándo descubrís que un director no piensa necesariamente en lo que cuenta? Cuando te enfrentás a un caso como el de Danny Boyle y esa película ofensiva y miserable que es «Slumdog millionaire». Bastó que le llamara la atención una novelita barata y seguramente igual de insultante para tirar su carrera por la borda. Afortunadamente para él los que pensamos así somos pocos.
La inmensa mayoría de los directores no piensa en el mensaje político que se puede transmitir con sus películas. Apenas se preocupan por los aspectos formales y por lo que los críticos tal vez llamen sus «marcas personales». De ahí viene mi comentario. La gran mayoría de la gente pública guarda su discurso «incorrecto» para el ámbito privado. Eso es todo, no considero que haya un mensaje fascista o capitalista escondido tras cada película estadounidense que veo. Hay personas banales e interesadas sólo en el dinero en algunos casos y personas que simplemente disfrutan de lo que consideran un trabajo unido a su pasión por el cine (Eastwood, Allen, Scorsese, los Coen). Y después están los que lo hacen por amor al arte (Lynch) o por divertirse (Tarantino).
Yo creo que lo que le preocupa a Nicolas, a mi tambien me quita el sueño, es el problema de siempre: La derecha absorbe las formas que antes eran revolucionarias o adquiere discursos mas «tolerantes» para poder seguir existiendo. Pero esta ahi. Y la izquierda no puede hacer lo mismo porque adoptar las formas seria traicionar el contenido, no son elementos independientes. Eso trasciende el cine o el arte, pasa en las empresas donde Rozitchner JR «asesora», en la demagogia del gobierno K luego de las crisis de las instituciones.
Ya lo dijo Cronemberg: el Mainstream es una ameba que absorbe otras formas de vida para seguir existiendo.
No se trata de ser un Luckacs y condenar como tiene que ser el arte, se trata de estar atento y aprender a pensar.
Muchachos leo a todos; cuando pueda voy a escribir o participar. Estoy colmado de trabajo y no tengo INTERNET en mi casa. Manter el blog cuesta bastante. Abrazo para todos, en especial, a Nico. RK
Adisson: Que un personaje sufra una «transformación» no lo hace menos plano (en todo caso, lo hace un personaje de manual de guionista). El de Eastwood es un cine basadao en la fábula, no en las profundidades de la novela. Y no lo digo en sentido despectivo: son grandes fábulas (no pequeñas anécdotas) sobre las instituciones. Y a favor de las instituciones (incluso en su supuesta «crítica» del sistema).
Pues no se trata del «mensaje» que los cineastas quieran transmitir o no (esa es una lógica «contenidista» que busca las moralejas superficiales), sino de la concepción del mundo que se desprende de su obra (desde una perspectiva formal profunda, en un sentido casi chomskyano). Y eso siempre es político, incluso (o sobre todo) cuando se trata de hacer una lectura «despolitizada» (y no es el caso de Eastwood, como queda claro, porque el te manipula a cara descubierta: ese es su «mérito»…)
La contracara, entonces, no son las «películas vacías que tratan temas supuestamente trascendentes», ya que, efectivamente, son también conservadoras, en el fondo de su alma «progresista».
* * *
Por ahí van los tiros, Hernán. Ahora estamos mas o menos de acuerdo. Lo que no significa que ahora seamos felices contra un mismo «telón de fondo», sino que podemos seguir discutiendo lo esencial, y no lo que el sistema (del que el cine mainstream es parte) quiere que pensemos…
Un abrazo, Roger. Nos vemos en Baires, si el BAFICI te da un respiro.
Nicolás:
– Dice David Bordwell: “El término clasicismo implica cualidades estéticas muy definidas (elegancia, unidad, artesanía regida por ciertas normas) y funciones históricas (el papel de Hollywood como principal estilo fílmico mundial). Antes que autores, hay restricciones; antes que desviaciones, hay normas”. Eduardo Russo termina su libro “El cine clásico” precisamente haciendo referencia a Eastwood, cuya filmografía, dice, “se mantiene en un sutil juego de recuperación y toma de distancia de los materiales de contención, proporción, equilibrio y confianza narrativa propias de un cine clásico considerado referente ineludible…” El mismo Faretta en su nota en ADN utiliza términos como “igualación” y “aire de familia” para referirse al cine clásico. Creo que mis alusiones a que “Gran Torino” remite al cine clásico no están, entonces, tan desacertadas. Aunque puedo estar equivocado.
– Un hombre enfermo que ofrenda su vida para salvar a otros: esto se ve tanto en “Gran Torino” como en “El sacrificio”, aunque nada tengan que ver los estilos y objetivos de Eastwood y Tarkovski. No los confundí, los diferencié. La alusión a Gieco intentó ser irónica. Y tampoco dije que los septuagenarios son todos reaccionarios, ni los pibes todos piolas, ni que la intolerancia sea algo del pasado, sino que la generación que representa el protagonista de “Gran Torino” (y el propio Eastwood) valora más el esfuerzo físico o un gesto de atención a una dama que el respeto a gente de otras nacionalidades y costumbres.
Tal vez debieras leer con más cuidado, dándote la posibilidad de que, alguna vez, seas vos quien pueda estar equivocado; si no, podés estar cerca del mesianismo que criticás.
Fernando: Leo con cuidado, pero a veces los comments (incluidos los mios) no son claros (a veces porque no se puede desarrollar claramente una lectura en un breve comment. Por eso me remito a la larga serie de notas que vengo publicando, que tienen un trasfondo crítico común (al que no me atrevería a llamar teoría, pero que al menos intenta guardar cierta coherencia).
Discutir que significa o significó el cine clasico excede en mucho estos mínimos comentarios. Pero digamos que Bordwell o Russo intentan, precisamente, definir un objeto a partir de la conciencia de que su tiempo ya pasó: es una suerte de hipótesis arqueologica, no una definición taxativa. Lo que hoy vemos como «tradición» no lo era en aquel momento de esplendor creativo. Y lo que esos autores dejan mas o menos claro (al igual que Faretta), aunque no acuerden en la explicación, es que el cine clásico se distinguó precisamente por inventar una forma (casi ex nihilo). Y es esa forma la que el cine contemporáneo de Hollywood se complace en saquear y repetir (sin lograrlo, por supuesto, justamente porque se ha convertido en un mero reciclado posmoderno).
Por otra parte, decis que «la generación que representa Eastwood valora más el esfuerzo físico o un gesto de atención a una dama que el respeto a gente de otras nacionalidades y costumbres». A mi esa definición generacional me resulta pobre como descripción, y complaciente como explicación.
Por último (y finalizando mi participación en este post): creo que habría que revisar «Gran Torino» desde «El antiedipo» de Deleuze (cosa que excede mis posibilidades en este momento): El personaje que Eastwood contruye de film en film (y que esta película resume muy bien) es el perfecto padre edípico. Y la «vieja medalla» resume bien lo terrible de su mandato y su intento de persistir en su dominación incluso mas allá de la muerte, introyectado en el hijo. Por eso (por mostrar el modo preciso en que funciona el poder del amo y como lo reproduce el esclavo) el film puede verse como una fábula perfecta sobre el microfascismo (en términos de Foucault).
«Basta hacer el ejercicio de pensar, por ejemplo, en cómo hubiera sido leída en una época más politizada: ¿creen que los contestatarios ‘60 le hubieran perdonado su culto rancio y castrense del Gran Hombre Blanco?» (NP)
Ahora parece que lo contrafáctico sí es posible.
No es un juicio contrafáctico, es un ejercicio de imaginación utópica. A menos, claro, que creamos que vivimos en “el mejor de los mundos posibles”. Y eso es precisamente lo que nos quieren hacer creer los viejos vinagres…
Disculpen la intromisión tardía y seguramente extemporánea a esta retahíla de comments sobre GranTorino. Hace rato que pienso algo similar y a la vez muy diferente de lo que escribe NP en su último post: el personaje que contruye Eastwood en su filmografía es, efectivamente, el «perfecto padre edípico». Lo raro, si vemos con un poco de cuidado aquellos filmes donde la cuestión edípica funciona como motor de la historia (fílmica, perdón, no quiero ser sacrílega), es que ese padre no sólo no es perfecto sino que en casi toooodas las ocasiones en que intenta hacer cumplir su mandato (digamos, cuando lega sus medallas) termina fallando o mostrando su falladura estrcutural. Y la verdad es que (a mí personalmente me) resulta mínimamente reconfortante esa confesión. Y no, no es conservadurismo. Se llama capacidad reflexiva de la acción (sí, sí, social). Saluti a tuti (y buen BAFICI).
Claudine (desde la playa).
Claudine: nos vemos por el BAFICI. RK
Roger! Felicitaciones por la crítica a Gran Torino y por el artículo anterior sobre Eastwood y su cine. Siempre aclarando, esta vez las claro-oscuras imágenes de Eastwood.
Con respecto a la polémica que se armó en este post: me parece que era una discusión prevista por el director. Clint es consciente de la imagen que creó de si mismo, un “republicano reaccionario”, y nos provocó a pensar eso durante la primera parte de la película. Jugó a que sus espectadores (quizás NP) digan “ahora saca el rifle y les enseña a respetar la propiedad privada”. Pero como un ilusionista que lleva a su público hacia donde quiere para luego desencantarlo y hacerle ver que estaba equivocado, Eastwood corre el velo reaccionario que lo cubría para mostrarse como un humanista. Sin poder ocultar la vergüenza y timidez que le provoca desnudar esa condición, pero suficientemente sincero para, como dijo Roger, reconocer que jamás creyó en la magnum 44 de Harry el sucio.
Del mismo modo que a mucha gente que le cuesta entenderlo le costó a su familia en la película.
Al encendedor, la medalla y el Torino los veo como referentes simbolicos de una generación anterior que tienen que pasar a manos de la actual para que les cambien su significado arcaico.
Dios no entiendo como nadie ha visto lo que significa realmente la MEDALLA.
(
o que sí me molestó fue no tanto el encendedor en la mano, sino la medalla en el pecho del joven.
(no casualmente tras otro objeto traslúcido, la puerta del sótano donde lo encierra y le da la medalla que no significaría otra cosa que reparar un daño) cuándo le dice que se arrepiente de haber matado a alguien como él en la guerra.
Como bien dice R todos disfrutamos del film A PESAR del plano detalle de la medalla.
Y NO: No todos disfrutamos del film “a pesar” del plano de la medalla, precisamente porque ese plano desnuda la moral facista del film.
)
NO NO NO NO NO NO y NO.
En un momento de la película Walt comenta que se la dieron por ser el único de su compañia que sobrevivio a un ataque del enemigo cuando estaba en corea.
También dice que los peores pecados son los que no se confiesan.
Hay algo de lo que se ha arrepentido toda la vida.
le pone la medalla al chico y se va al encuentro de la banda.
Al final hay un primer plano de la medalla en el pecho del chino y es donde el espectador se da cuenta de que la única razón para que el chico tenga la medalla es que No fue a esa batalla. Al igual que a Walt se la dieron injustamente porque NO fue a la batalla donde masacraron a su compañia.
Me encanta, soy su admiradora. Lo tiene todo, un cuerpazo perfecto y un rostro hermosísimo. No se que tiene esta hombre que entre mas pasa el tiempo mas bello y atractivo se pone, sencillamente es alguien espectacular. Sin duda el mejor especimen de la humanidad muebles
Como no se de cine más que pagar la entrada y sentarme a ver una película, últimamente leo comentarios acerca de películas que he visto y que rudimentariamente las clasifico como: me gustó o no me gustó, con algunos matices más.
(He leído estos comentarios, no sé si alguien va a leer el mío pero igual lo escribo)
Comienzo con que “El gran Torino” no me gustó. No me gustó por su contenido, no me gustaron sus personajes, no me gustó su final, no me gustó su mensaje. Claramente no me gustó porque pienso distinto, anhelo una sociedad distinta pero ¿tiene algo que ver eso con lo cinematográfico? La película me entretuvo, es decir pude sostener mi atención en ella, relativamente me la creí ¿tendrá eso que ver con el arte?
Me parece muchachos que ustedes exageran en la valoración de lo que son ustedes, como espectadores y como críticos, porque sus comentarios más los pintan a ustedes mismos, que a la película a la que se refieren. No lo tomen como mala leche de mi parte, es una invitación a que dado que “saben” (más que yo al menos) ayuden a entender cómo se valora una película, si se puede y si no se pudiera, a comprender por qué. Bueno en últiGma instancia puedo seguir con me gustó o no me gustó.
Gracias.
Como no se de cine más que pagar la entrada y sentarme a ver una película, últimamente leo comentarios acerca de películas que he visto y que rudimentariamente las clasifico como: me gustó o no me gustó, con algunos matices más.
(He leído estos comentarios, no sé si alguien va a leer el mío pero igual lo escribo)
Comienzo con que “El gran Torino” no me gustó. No me gustó por su contenido, no me gustaron sus personajes, no me gustó su final, no me gustó su mensaje. Claramente no me gustó porque pienso distinto, anhelo una sociedad distinta pero ¿tiene algo que ver eso con lo cinematográfico? La película me entretuvo, es decir pude sostener mi atención en ella, relativamente me la creí ¿tendrá eso que ver con el arte?
Me parece muchachos que ustedes exageran en la valoración de lo que son ustedes, como espectadores y como críticos, porque sus comentarios más los pintan a ustedes mismos, que a la película a la que se refieren. No lo tomen como mala leche de mi parte, es una invitación a que dado que “saben” (más que yo al menos) ayuden a entender cómo se valora una película, si se puede y si no se pudiera, a comprender por qué. Bueno en última instancia puedo seguir con me gustó o no me gustó.
Gracias.
Estimado Pepe: estoy en pleno viaje de aeropuerto a otro. Te agradezco el comentario. Ni bien pueda te responderé. Desde hoy hasta el 24, tendré mis tiempos complicados. Pero, non dejaré de responderte. Saludos. RK
Te agradezco. ¡Buen viaje!
Por arriba de mis saludos dice cuando pasé nuevamente. Gracias.
¡Cuán ocupado don RK!
Disculpame, tenés razón, y estoy a punto de subirme a un avión. Pero aiunque no lo creas (y tenés razón en creerme), algún día de junio te responderé. Saludos. RK
Hoy llegó el invierno.
Pepe Palermo, el obstinado: en primer lugar, sostener una discusión o pensar un film en torno al gusto circunscribe el tema a una de las variables que sí importan pero no determinan la relación de un espectador con una película. Gran Torino puede gustar más o menos, pero existen momentos que he intentado validar en lo que escribí, que intentan fundamentar sus logros. Por ejemplo: la escena en la que Eastwood llora es casi imperceptible y denota un aproximación a las emociones en el cine. Es un plano general, la concepción lumínica tiende al claroscuro, no hay música. Es un fragtmento que revela una puesta en escena, alguien que piensa cómo se debe retratar el dolor. En ese pasaje se percibe la conciencia del realizador, que se expresa en el orden y elecciòn de planos. Es decir: las preferencias del público y la crítica pueden ser distintas, pero hay algo de carácter objetivo por el cual la escena puede ser analizada bajo ciertos patrones objetivos: encuadre, luz, posición del personaje, relación de este plano con los precedentes y también con los que vienen.
Un ejemplo de otra película: Irreversible de G. Noe. Es un film que no me gusta nada, pero reconozco que la escena de la violación en tiempo real destila una idea moral de la puesta en escena: la altura de cámara siempre está a la altura de la víctima, lo que implica no ser cómplice visual del violador.
Tu pregunta radicaba por cómo reconocer si un film es bueno o malo. Yo consideré algunas variables, otras podrían ser del tipo: 1) Uso del espacio; 2) Modelos de narración; 3) Modalidad en la construcción de personajes y la interacción entre éstos; 4) Utilización de música extradiegética en términos narrativos o formales; 5) Relación de texto cinematográfico y contexto extracinematográfico, de lo que se predica relaciones de clase y relaciòn entre Historia e historia. Podría seguir enumerando, pero como verás, si uno atiende a estas variables quizás el gusto se modifica o se expande en su construcción. Lo importante, a mi juicio, es interpelar al gusto como gesto mecánico en el que se reacciona a lo conocido como también a los elementos que implican ése reconocimiento: códigos generales de planificación de planos, por ejemplo. Saludos. RK
Felicitaciones a Pepe Palermo por su terquedad (propia de un personaje de Kiarostami), y a Roger por ser sensible a ella y finalmente entregar la respuesta reclamada. Ese tipo tipo de dinámica es la que distingue a este blog, así que, reitero, felicitaciones a ambos.
Me gustó la propuesta de «interpelar al gusto como gesto mecánico», que es también una invitación, como bien decís, a expandirlo. En cambio, no se si estoy tan de acuerdo con la necesidad, o utilidad, de «reconocer si un film es bueno o malo». No es que no me convenzan las variables que indicás, pues vos mismo aclarás que puede haber muchas otras, sino que no veo el objeto de emplearlas para finalmente dictar una sentencia de bueno o malo, o de tantas estrellitas, o puntos.
Eso es lo que hacemos todo el tiempo (y no solo con el cine) y francamente no le encuentro ninguna utilidad; antes al contrario, podrían muy bien señalarse muchos de los problemas que derivan de esa visión (entre ellos, y no el menor, una tendencia increiblemente destructiva de la crítica).
Cualquier película es una oportunidad para indagar en otro punto de vista, en otra porción del mundo, en otra cabeza, en otra problemática. Creo que cualquier película enriquece a quien la mira, si es que esta dispuesto a verla más allá de su muy particular (y muy legítimo) gusto y preferencias.
En una palabra, el gusto de cada uno vendría a ser no más que un condicionante previo (entre tantos); en cambio, las variables que mencionás más que una suerte de test para asignar la calificación pretendida o supuestamente correcta bien podrían ser una caja de herramientas para extraer de cada película lo único e irrepetible que ella tiene para ofrecer.
Estimado FV: De eso se trata amigo, las críticas, las películas, los libros: de caja de herrmamientas. Decir sobre un film que es bueno o malo es a secas intrascendente. Pero sí quiero sostener que la apreciación estética no queda relegada a un mero subjetivismo. Eso es todo, y un saludo especialo. RK
Roger Roger Roger! estas para dar clases de cine, lo que comentas de la puesta en escena de Gran Torino y de Irreversible es brillante. Manuel Antin no lee este blog no?
y para agregar algo a la discusión: me parece que el gusto no es inocente o… al menos no siempre somos dueños de nuestro gusto. Hay que estar atentos a no caer en la tiranía del me gusta no me gusta (algo muy facebookeano) porque nuestros gustos en realidad pueden ser los de Otro.
Saludo grande!!!
Estimado Juan Diego: ¿podés ampliar algo tu afirmación según la cual «el gusto no es inocente»? ¿qué quiere decir exactamente que «nuestros gustos pueden ser los del Otro»?
Entiendo que con la frase «nuestros gustos pueden ser lo de Otro», se refiere a que como constantemente nos vemos influenciados por los medios, o la supuesta opinión popular quizás terminamos por determinar que una película nos gusta sin saber bien por qué ni ser realmente dueños de esa decisión.
Es lo que yo entendí, seguramente Juan Diego podrá rectificarme si lo hice mal.
Yo entiendo algo parecido a lo que vos decís, Daniel, pero sigo creyendo necesaria una aclaración, pues expuesto sencillamente así me parece que conduce a una posición en el fondo sustancialmente autoritaria; y quizas no sea ese el sentido de lo aportado por Juan Diego.
Digo esto pues pareciera que «el gusto del Otro» (sistema, medios, canon hegemónico, lo que fuere) es «malo», o «culpable» (no inocente), y que en cambio habría por oposición un supuesto gusto «propio», del que sí seríamos dueños en tanto y en cuanto no se ajuste al anterior (y que sí sería, entonces, «inocente», o no tan culpable).
Esa idea es autoritaria pues supone que hay gustos mejores que otros, o peor aún, que el gusto es una cuestión moral, razón por la cual deberíamos sentirnos «cupables» si ciertas cosas nos gustan (los programas de Tinelli, por ejemplo) o si no nos gustan otras (Bach, tambien por ejemplo). Y en nada de eso hay la menor culpabilidad, pues como bien vos dnecís Daniel, nuestro gusto particular es la resultante de un monton de factores que nunca manejamos; no solo la influencia de los medios: también el pais en que nacimos, el idioma que hablamos, la clase social a la que pertenecemos, etc.
Por eso no entiendo (al menos, hasta tanto Juan Diego lo aclare) cual es la pertinencia de preguntarme si mi gusto «es el del Otro». Si veo en cambio muy productiva la interrogación acerca de «el gusto de los otros» (como lo hacía la película idem), pues allí sí podré relativizar mis propias percepciones (condicionadas, por supuesto) y enriquecerlas con las de los demas (no menos condicionadas, pero distintas).
Y ninguna de ellas (mias, del Otro, otros, o de quien fuera) tendría, creo yo, que verse obligada a comparecer ante un un tribunal (el del gusto correcto) para recibir una sentencia de «inocente» o «culpable»
Muchachos, antes que nada les agradezco tomar la posta de mi comentario y ampliarlo con tan buenas reflexiones. Parece ser que el gusto es tabú en los estudios del cine, o al menos un tema incomodo dificil de ubicar, genial entonces que lo saquemos a la luz!
Les cuento una pequeña anécdota: estaba en la clase de Adrian Cangi (uno de los profesores mas lucidos de la Universidad del Cine) cuando un alumno preguntó si hay que ver las películas como un niño, sin pre conceptos y guiándonos por el gusto, Cangi le respondió que no, que el gusto está bien como un primer acercamiento al film pero después hay que aplicar conocimientos y pensar el cine.
En general esa es la linea de enseñanza en la Universidad del Cine. Leer textos de cine de autor y estudiar las películas de sus máximos exponentes. Algo que no me termina de convencer, porque el enfoque está puesto en trasmitir una linea de pensamiento antes que en incentivar al alumno a descubrir sus motivaciones y trabajar a partir de ellas.
Otra anécdota de esa misma clase: un alumno fanático de Campanella dice respecto a Luna de Avellaneda: para mi… es un balde de perfume! Ahh no saben como nos reimos. Tanto que terminamos apodándolo El gostoso ó El balde de perfume.
Evidentemente el gusto por si solo no es valido en los ámbitos académicos. Algunas veces los profesores y los textos imponen un gusto a los alumnos. Y luego se los ve en el café de la universidad hablando maravillas de Godard y de Antonioni sin que estén seguros de lo que dicen y menos aun de si les gustan o no esos directores.
Yo pasé por la etapa Antonioni, disfrutaba sus películas hasta que un día me cansé y no las pude ver mas. Antonioni no iba del todo bien con mi gusto, pero al ver sus películas aprendí muchísimo y refiné mi gusto. El problema fue que la Universidad me lo había impuesto y yo le había dado un lugar mayor del que merecía.
Lo mismo pasa con los tanques hollywoodenses y sus campañas de marketing: imponen un gusto, fuerzan el gusto del espectador y lo corren del cine que conecta con su intimidad (ver que dicen en Mondovino de la industria vitivinícola).
El proceso genera “víctimas” en ambos lados y hay que estar alerta a los gustos que exponen porque… pueden ser los de otro (Daniel expande bien el concepto). Además ese gusto no es inocente, lleva una carga ideológica y cultural. Fabian: con esto no supongo gustos mejores o peores si supongo gustos propios y gustos impuestos.
Con inocente quiero decir que uno no puede hacerse el boludo y decir que las cosas le gustan porque si, cuando usamos el “me gusta”para juzgar algo no podemos hacerlo de modo de modo naif, el gusto tiene una carga ideológica y cultural y hay que hacerse cargo de ella.
No me cae bien la gente que usa el gusto como única moneda. Si decís que algo te gusta amplia tu concepto y si decís no te gusta no respondas al ¿porqué no te gusta? Con otro no me gusta.
No me refiero a culpabilidad (sí, en todo caso, a complicidad) sino a ser conscientes de lo que nos gusta. Por eso creo que lo mejor está en proveernos de herramientas para trabajar nuestro gusto, refinarlo y hacerlo crecer. Y ante todo decir “me gusta” con responsabilidad 😉
Estimado JD: ¡muchas gracias por tu comentario! Realmente, me dio mucho gusto (ya que estamos con el tema) leerlo, pues creo que has puesto con mucha claridad algunos puntos que yo no habría sabido formular, o que evidentemente se me mezclan entre las muchas capas que tiene este asunto.
Sobre todo me refiero a lo que planteas al final: hacerse responsable del gusto propio, creo que esa es una llave. Y una parte fundamental de hacerse responsable consiste precisamente en no negar lo que a uno le gusta (a pesar de que eventualmente no se ajuste a lo que diga la academia, la crítica, el sistema, la industria o la contracultura). Esta muy bueno en ese sentido tu ejemplo acerca de Antonioni, donde creo que explicas el punto a la perfección: que no te guste no te impidió verlo, aprender de él y ver el cine desde esos ojos; pero no te gusta, y estoy seguro que podrías explicar muy bien por qué. Las dos cosas son ciertas y perfectamente válidas: que no te gusta, y que valió la pena verlo.
Eso me hace acordar a lo que a mí a veces me pasa con las películas que veo algunos sábados, en los ciclos que organiza Alejandro Cozza en el cine club Hugo del Carril. Cozza siempre las presenta con una pequeña charla donde contextualiza la peli tanto dentro de la obra de un autor, como en el momento histórico o del género, señala sus aportes, etc. Es un tipo que habla y te cuenta con pasión, conocimiento y respeto por qué ama las películas que va a compartir con vos. Y después resulta que, en ocasiones, la película no me gusta, pero siempre siento que valió la pena, pues esa presentación me permitió entender qué es lo que otros ven de valioso en lo que a mí, después de verlo, no me lo pareció tanto. Lo mismo (y más) con las críticas de Roger: casi te diría que ineluctablemente lo que él recomienda no va a gustarme, o al menos no tanto como a él, y sin embargo siempre aprendo algo de su lectura (o eso espero) …
Un poco así empezó esta charla ¿no? Pepe Palermo dice que no le gusta Gran Torino, ni Clint Eastwood, y se pregunta si eso es pertinente, o si eso es todo. Y sin dudas que es pertinente, aunque no sea todo.
Sigo pensando, igual, que no es muy afortunada tu frase relativa a la no inocencia del gusto. Queda claro que no propones con ello ninguna jerarquía explícita respecto de mejor ni peor, pero el concepto de inocencia lleva implícito el de culpabilidad (por más que no te estés refiriendo a éste último), y si luego lo vinculas a una nueva oposición (ya no gusto mejor o peor, sino gusto propio o impuesto) es casi imposible no deslizarse una dicotomía de “bueno” o “malo”. Más aún si finalmente aludís a “complicidad”, con lo cual ingresamos nuevamente en la terminología criminológica … siendo que acabamos de coincidir en que el gusto vale, siempre que nos hagamos cargo de él.
Permitime, entonces, que me detenga en este aspecto, donde quizás mis ideas no estén tan claras, o simplemente no estén tan de acuerdo con las que puedo entender de tu comentario. Sigo sin entender cuál es la utilidad de interrogarse si lo que me gusta o no me gusta proviene de un “gusto propio o impuesto”. Propio o impuesto, mi gusto es el resultante actual de lo que yo soy, y de eso (dijimos) debemos hacernos cargo, sin negarlo. De hecho, acá estamos hablando en castellano (la lengua del conquistador) y no en quechua (ni en iddish, en mi caso), y eso no nos convierte en “complices” del genocidio, ni significa que lo neguemos. Simplemente, es la lengua que hablamos, aunque nos la hayan impuesto (o no, según el caso).
Lo mismo con el gusto: el mismo debe ser interpelado para ver qué es lo que tiene que aportarnos más allá de su mera mecanicidad, pues el gusto es una herramienta más, entre muchas, para conocer el mundo (por eso es bueno expandirlo). Y esa interpelación sólo es productiva, creo, si se formula como una pregunta amable y respetuosa … no como la citación de un reo para que preste declaración indagatoria y así decidir si es o no inocente …
Mis tiempos son fatales en este momento. Pero lo que vienen debatiendo me pone muy feliz. Se puede discutir y disentir sin insultar y descalificar. Saludos a todos. RK