EL PRIMER AÑO DE NUESTRA VIDAS

EL PRIMER AÑO DE NUESTRA VIDAS

por - Críticas
05 Sep, 2009 10:00 | 1 comentario

**** Obra maestra  ***hay que verla  ** Válida de ver  * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor

Por Roger Alan Koza

UN ÁLBUM FAMILIAR

El primer día del resto de nuestras vidas / Un conte de Noël, Francia, 2008.

Dirigida por Arnaud Desplechin. Escrita por A. Desplechin y Emmanuel Bourdieu.

*** Hay que verla  

La segunda película de Desplechin que se estrena en el país, quizás no esté a la altura de Reina y reyes, su precedente, pero su estreno es un buen indicio de que todavía se puede ver películas de realizadores arriesgados y personales en una cartelera dominada por la imbecilidad norteamericana en todas sus expresiones.   

La familia, esa institución sacrosanta, esa militancia obstinada por perpetuar un apellido junto con sus mitos, historias y costumbres, es el tema predilecto de varias películas de Desplechin, uno de los directores galos más talentosos de su generación. Su mirada no es despiadada, tampoco apologética: la familia es un club genético que no se elige, pero que define gran parte de lo que somos.

Un padre habla de su hijo muerto y confiesa que ya no siente dolor. En segundos, el prólogo prosigue a través de una voz en off y unos títeres que se mueven sobre un fondo pletórico de símbolos. La novela familiar nace de una tragedia: Abel y Junon tuvieron cuatro hijos. El primogénito desarrolló un cáncer sanguíneo, y solamente un trasplante de médula podía salvarlo. Como ninguno era compatible, llegó un cuarto hijo, como última esperanza. Años más tarde, Junon también enfrentará el mismo caso de leucemia. Bajo estas circunstancias, se presenta a los Vuillard, una clásica familia burguesa asentada en Roubaix, cerca de la frontera con Bélgica, y protagonista excluyente del filme.

Como en todas las familias, hay secretos, resentimientos y enfrentamientos. Una de las hermanas, Elizabeth, por ejemplo, ha dejado de ver a uno de sus hermanos, Henri. Todos se han casado, algunos han tenido hijos. El film se estructura a propósito del calendario familiar por excelencia: la fiesta de Navidad y el reencuentro de toda la familia, pero también por pedido de un adolescente en crisis, hijo de Elizabeth, que invita a su tío Henri. Habrá revelaciones diversas, aunque la franqueza verbal es la regla de la familia. Ir a una disco y a una iglesia, ver películas, practicar jogging, escuchar jazz son algunas de las acciones que se articulan con un problema acuciante: el trasplante de médula para Junon.

Como siempre ocurre en Desplechin, su cine visceralmente moderno sugiere un estado psíquico. Su estilo narrativo parece liberarse de las convenciones de tal modo que un estado de ánimo surge de acciones y situaciones. Diríase que estamos ante una especie de cubismo narrativo: la dispersión y los fragmentos constituyen un centro de gravedad narrativo, y sus intérpretes excepcionales jamás adquieren un protagonismo exclusivo, a pesar de que estrellas como Catherine Deneuve, Mathieu Amalric, Chiara Mastroianni y Emmanuelle Devos suelen participar de sus películas.

Hay varias secuencias extraordinarias: la aparición de un lobo en un living, un espejo que no devuelve la imagen esperada, una sesión de música electrónica, un viaje microscópico. El pasaje más conmovedor es aquel en el que el padre lee en voz alta el prólogo de la Genealogía de la moral de Nietzsche para consolar a su hija, mientras se ven las calles vacías de la ciudad: “Somos desconocidos para nosotros mismos. Incapaces de comprendernos. Arrastrados por nuestras preocupaciones, nunca somos buscadores de conocimiento”.

Copyleft 2009 / Roger Alan Koza

Esta crítica fue publicada en otra versión por el diario La Voz del Interior en el mes de agosto de 2009