EL PALMARIO CASO DE DAVID FINCHER
por Nicolás Prividera
1.
Empecemos por el final: The curious case of Benjamin Button se basa en un cuento de Francis Scott Fitzgerald del que conserva sólo la idea central, de la inversión vital (un hombre nace viejo y va rejuveneciendo a medida que pasa el tiempo). Lo demás es un guión excedido de peso, un film grandilocuente, un pastiche construido por acumulación (de decorados, de efectos digitales, de palabras grandilocuentes, de escenas extraídas de viejas películas…) Pero no es esa conjunción de pesadumbres la que provoca el naufragio de la historia, sino la pura mecánica de su premisa, que (como ese reloj que va para atrás y que es, por supuesto, una de las literales metáforas del film) no hace sino quitarle toda la vitalidad que la película se propone redimir.
Y es que The curious case of Benjamin Button es, a pesar suyo, mucho más oscura que esos films «monumentales» (en producción y pretensión) como Forrest Gump o Titanic (cuya estructura -en el primer caso- o dimensiones -en el segundo- la película intenta remedar): esos films fabulaban sobre la esperanza de una vida (incluso más allá del azar o la muerte), mientras que ésta es una película sobre la muerte sin esperanzas: un film sobre el dejar de ser, que paradójicamente parece renegar de su condición crepuscular… Y en ese sentido no deja de ser sintónico con el actual estado de la Unión (como cualquiera de esos «grandes» films, que subliman la potencia de la Nación), pues entronca más bien con la declinación de los Estados Unidos, que (como su protagonista) empezaron viejos y morirán jóvenes.
2.
El resignado hundimiento en la mediocridad (en proporción inversa a sus cada vez mayores presupuestos y salarios) parece ser, más que una rendición incondicional, el último homenaje que los independientes rinden a Hollywood (esa tierra en donde los que no mueren jóvenes, más temprano que tarde empiezan a pensar como viejos). Para no ir muy atrás (o no tanto, pues la última generación de jóvenes viejos -con Scorsese y Coppola a la cabeza- se entregaron a fines de los ’80) mencionemos a algunos de los nuevos «quebrados» (por orden de mepris): Labute, Aronofsky, Nolan. Cineastas que trocaron la oscuridad por las luces de Hollywood, con desigual suerte.
Lo que los une, sin embargo, es que la mayoría de ellos se rindió demasiado pronto (y muchas veces sin luchar), tal vez porque nunca tuvieron (y por tanto no intentaron conservar) el prestigio de la generación del ’70 (quizás los últimos grandes nombres que dio el cine norteamericano). Su declinación artística puede asimilarse a la del informe Ridley Scott (un director que hizo un par de películas interesantes y luego no paró de filmar un bodrio tras otro, en uno de esos casos que ponen en duda la validez de la «política de los autores»…). Pero aun a Scott le tomó más de veinte años perder el esperanzado favor de los críticos (tal vez porque no hay nada más triste que una vieja promesa), mientras que esta generación goza del privilegio del cinismo complaciente.
3.
Habiendo sido la primera película de Fincher Alien 3, el crítico supersticioso podría haber pronosticado su triste final, ya que todos los directores de la serie parecen atacados por una maldición, que los hace perder el rumbo inmediatamente… Y en cierto modo la carrera de Fincher se asemeja más que ninguna otra a la de Scott, visto que Seven fue su Blade runner: la aparente confirmación de talento que genera copias durante décadas pero que no logra ser superada por su propio autor. Y es que Seven es una continuidad oscura en más de un sentido: tan pretenciosa como Blade runner pero sin la salvación de su base dickiana, sólo podía dar lugar a una serie degradada de films (y de asesinos en serie con afanes místicos…). Lo que persiste en las películas de Fincher es la confusión entre lo real y lo imaginario (una especie de esquizofrenia paranoide) que lleva a sus personajes y a sus films a un progresivo encierro.
Pero la innecesaria vuelta de tuerca de Fight club se vuelve un remedio para melancólicos en The game y un mero juego de gato y ratón en Panic room, como si el cineasta mismo se hubiera vuelto un psicópata aburrido… Zodíac parece recuperar una mirada más extrínseca (con su reconstrucción mundana de «una historia real» ambientada en los míticos ’70), pero no es más que una alienada trampa más (en la que no dejan de caer los afrancesados críticos que creen asistir a la resurrección de Fincher y aplauden su participación en la competencia canina). Y así llegamos a The curious case of Benjamin Button, ese mausoleo que seguramente conquistará en los oscars el marmóreo premio de la Academia (junto con el póstumo homenaje a ese James Dean demasiado frecuente, esta vez encarnado por Heath Ledger) y que consagrará a David Fincher como el más solemne muerto-vivo de su generación. Que en paz descanse.
FOTOS: David Fincher y fotograma de El curioso caso de Benjamin Button; 2) Póster del último film de Fincher.
Copyleft / Nicolás Prividera 2009
Inteligente análisis. Buena la observación sobre los directores «quebrados». Sólo me molesta ese comentario despectivo sobre los críticos que elogiaron «Zodíaco», no comparto esa costumbre de ningunear a los que piensan distinto que uno. Y no sé si me convence eso de que los EEUU nacieron viejos y morirán jóvenes, o tal vez no entiendo muy bien la idea.
Fernando:
No me detuve a desarrollar esa idea de que los Estados Unidos «nacieron viejos y morirán jóvenes» porque prefería que cada lector se la imaginara (e incluso que encontrara un sentido distinto al mío), pero aquí va (sucintamente): «nacieron viejos» porque su fundación fue conciente de que debía dejarle a esa joven nación el peso de un pasado (repetido escolarmente, entre otras cosas por su cine); y «morirán jóvenes» porque (como se vio en el discurso de Obama) hasta el final asumirán ese vitalismo heredado (esa idea de irredento destino glorioso que los hará renacer de sus cenizas).
Por otra parte, «ningunear a los que piensan distinto que uno» es lo que critico (cada vez que puedo), porque generalmente soy uno de los que piensan distinto… Esa palabra («ningunear») se usa mas bien para referirse al silencio hecho alrededor de alguien que no lo merece: todo lo contrario al caso de Fincher…
Nicolás:
Acuerdo con tus apreciaciones, y agrego que ni siquiera es un aburrimiento de calidad. Prueba ineludible: pocas películas me tuvieron tantas veces mirando mi reloj pulsera, comprobando que a veces el tiempo no pasa ni para atrás ni para adelante.
Eso sí, necesité escribir un poco:
http://viviendodosveces.blogspot.com/2009/02/huid-huid-de-benjamin-button_07.html
Saludos.
Nicolás, sinceramente brillante tu análisis. En especial el que has hecho «sucintamente» de la «muerte joven» de los Estados Unidos justificada, entre otras pruebas de peso, por un discurso del enérgico y nunca menos marketinero Barack Hussein Obama. Brillante sinceramente. Lo que sí, unas preguntitas: ¿en serio te creés que sos de los que «piensa distinto»? ¿»Distinto» a quién o a qué?: porque tu comentario sobre la película de Finch no es más que un pastiche de lugares comunes en los que caen los «distintos» de la crítica de cine y arte en general: atacás salvajemente a una película comercial nominada a mil oscars (pero que no ganó ninguno de los prestigiosísimos y alternativos premios que otorga el Festival de Cine de Mar del Plata por ejemplo); te decepcionás de Finch cuando desde «Alien 3» hasta ahora el tipo no creo que haya intentado hacer ninguna película que ambicione más que ganar plata y más plata (como sí, y eso te lo acepto, hicieron Coppola o Scott) y filmaste una película que habla de Montoneros y Madres desaparecdidas (donde la Madre -encima la película se llama «obviamente», M- es la madre justamente del autor de la película -de un cine catalogado como «cine de AUTOR»- que la «busca» en un pseudodocumental con mucho «compromiso político» -de ese que le gusta mucho a niños y niñas de facultad de humanidades y de manifestaciones anti sionismo isarelí acompañados por el compañero De Elía y Gastón Pauls y que frecuentan cineclubes más por moda que por saber algo de cine. Y eso que Eastwood era el que había mostrado sus bajezas con «Millon dolar’s baby» -menos mal que no se le ocurrió intercalar videos caseros de Hillary Swank cuando era chica y «golpes bajos» similares). No obstante, brillante el análisis de la «muerte joven de los Estados Unidos» sobre todo, como ya dije, a partir del discurso contundente y mesiánico del Comandante en Jefe Barack Hussein Obama y la aclaración del verbo «ningunear»: ahora me queda claro que no quisiste «ningunear» a Scott diciendo que filmó «un bodrio tras otro».
Estimado Nicolás: disiento en diversos aspectos, pero me resulta tan grato y estimulante leerte que no puede más que agradecer tu análisis. Me encantó que remarcaras la idea de los que se rinden sin luchar, algo tan sencillo y tan tristemente cierto.
A la hora de comentar una obra, hoy son pocos lo que logran como vos una argumentación sólida que vaya más allá del mero impresionismo. Por eso mismo, creo que no es necesario el tono que usás para referirte a «otros críticos». Quizás sale como sale y es involuntario (lo entiendo), pero creo que sentí lo mismo que Fernando, más arriba. Un abrazo y gracias Roger por cuidar tanto este espacio.
Nicolás: Tal vez me «hizo ruido» lo de «Zodíaco» porque a mí me gustó y prefiero pensar que fue porque le encontré méritos y no por haber caído en una «trampa» del susodicho Fincher. Su cine es bastante tramposo, es cierto, pero no me pareció que lo fuera en el caso particular de esa película. Gracias por las aclaraciones.