BERLINALE 2024 (10): NOTICIAS DESDE BERLÍN

BERLINALE 2024 (10): NOTICIAS DESDE BERLÍN

por - Festivales
04 Abr, 2024 09:10 | Sin comentarios
Síntesis de una edición y una era, la mejor de Berlinale, el período de Carlo Chatrian.

Pasó de todo en Berlín. Antes, durante y después de la celebración del festival, cuya edición número 67 es también el final de un período breve: el de la encomiable dirección artística al mando de Carlo Chatrian. Principio y fin, dos escándalos de magnitud: primero, la invitación para participar de la inauguración de la Berlinale a miembros de AfD (Alternativa para Alemania), partido de ultraderecha en ascenso cuyos proyectos para un eventual arribo al poder se conocieron en parte en el mes de enero y llevó a miles de alemanes a la calle para manifestar su repudio. La nadería de la prensa que se alimenta de controversias hizo lo de siempre: repartir culpas, acentuar capciosamente lecturas, entorpecer más que esclarecer por qué miembros de un partido que reivindican la deportación de refugiados y extranjeros nacionalizados, entre algunos de los lineamientos de su programa político, no deberían ser parte del evento. En los debates más serios, se recuperó el viejo pero vigente razonamiento de Karl Popper formulado en La sociedad abierta y sus enemigos sobre los límites de la tolerancia ante la intolerancia.

Durante el festival, las discusiones e impugnaciones se atenuaron. Tampoco faltaron películas sobre el tema. Adjudicarle a la programación alguna concesión sobre el monstruo ultraderechista era faltar a la verdad. En la competencia oficial, From Hilde, with Love de Andreas Dresen culmina con la protagonista decapitada por los nazis. La sobriedad de esa escena, también la dignidad de su personaje minutos antes, son indelebles, al igual que la indecencia de todos los verdugos.

Through the Graves the Wind

Pero más inquietante resulta el aprendizaje del cineasta estadounidense Travis Wilkerson en su estancia en Croacia. Mientras enseñaba en la universidad, uno de los grandes cineastas políticos de la actualidad decide encarar una película sobre la disolución de Yugoslavia. Como suele suceder con el ensayo cinematográfico, el relato gira hacia otra dirección hasta alcanzar tardíamente su verdadero centro: el nacimiento del nacionalismo croata del presente tiene su genealogía en el fascismo vivido en esa misma región durante la década de 1940 del siglo pasado. Prácticas no menos aberrantes que las de Auschwitz y Treblinka tuvieron lugar en Jasenovac, otra geografía del terror. A falta de instrumentos sofisticados de aniquilación, los ejecutores apuñalaban a sus víctimas o las arrojaban en grupos a un río helado. En el epílogo de Through the Graves the Wind is Blowing , Wilkerson y sus dos hijos pequeños visitan el campo de concentración. La hermosura del paisaje disimula y oculta el sufrimiento histórico de ese paraje. El cine siempre puede luchar contra el horror perpetrado en la naturaleza. La fuerza del cinematógrafo desentierra lo que se oculta en el paisaje. Pero ¿es el fascismo cosa del pasado? En un pasaje el cineasta se pregunta cuantas personas de su vecindario podrían ser fascistas. Se le ocurre salir a caminar y filmar qué signos y vestigios puede haber en las calles del pasado y del presente. En 25 minutos, el acopio de evidencia es devastador: 200 esvásticas y símbolos de esa índole.

El otro escándalo se suscitó en la ceremonia de clausura. Ahora ya no eran los nazis, sino la situación desesperante en Gaza y la estrategia militar de Israel. Cualquier palabra empleada en Alemania en torno al tema precisa de definición. El pasado alemán pesa y obliga a conjurar definiciones abiertas. Los ganadores de la sección Encounters, Guillaume Cailleau y Ben Russell, fueron reconocidos por Direct Action, un extenso retrato de una comunidad anarquista en el norte de Francia. El imaginario político de aquellos está en las antípodas de su variopinta versión criolla. Al recibir el premio, las palabras alusivas de ambos realizadores a la situación palestina ocasionaron escozor e indignación en las autoridades del Gobierno berlinés. En verdad, la mejor respuesta desde el corazón del festival es organizar funciones de No Other Land, película reconocida como mejor documental, protagonizada por un periodista israelí y un activista palestino. Lo que devela la película de la región de Cisjordania basta para abandonar la doxología veloz e intentar conocer a fondo qué sucede. Los minutos finales tienen la contundencia de una ley científica. Lo que ahí sucede es inadmisible.

Los grandes maestros no defraudan                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                            

A Traveler’s Needs

En esta edición culminó la era de Carlo Chatrian, quien intentó remover la línea vetusta que caracterizó por años la Berlinale y proponer una agenda estética capaz de cartografiar el cine del presente. Esta vez, la selección oficial fue la menos radical y la más despareja de su ciclo. Hubo películas aceptables y mediocres, que no parecían ya responder al equipo de programación que fue amablemente empujado a la renuncia. Por suerte, las que ganaron fueron en verdad las mejores y las más representativas del espíritu que prevaleció durante este período.

Hong Sang-soo volvió como en los años precedentes a una sección competitiva. La nueva película se llama A Traveler’s Needs y cuenta con el protagónico de Isabelle Huppert. Es la tercera vez que la estrella francesa trabaja felizmente con el cineasta surcoreano. En esta ocasión, interpreta a una mujer que empieza a dar clases de francés para sobrevivir en Seúl. ¿Por qué vive ahí? No sé sabe. Lo extraordinario de toda la obra del cineasta radica en cómo ha sabido filmar los efectos del lenguaje en la vida de las personas. Es suficiente concentrarse en el método de enseñanza de la protagonista: formular preguntas simples hasta que el aprendiz pueda discernir el mejor modo de nombrar un sentimiento. Según la profesora, así se aprende mejor. O según Hong, así se puede tocar el corazón de la lengua y su modulación en el yo.

El otro maestro de la competencia oficial presentó una película nacida de su impredecible imaginación. Bruno Dumont estrenó L’Empire, una suerte de parodia de la Guerra de las galaxias en la que se puede advertir el reduccionismo maniqueo de esa saga que moldeó el imaginario global de varias generaciones desde la década de 1970. La lucha entre el bien y el mal tiene como epicentro un pueblo costero de Normandía, allí donde suele filmar Dumont con sus habituales intérpretes no profesionales. ¿A quién se le puede ocurrir que las naves espaciales alienígenas sean catedrales flotantes y palacios reales que se desplazan en el cielo? Eso es apenas un indicio.

Dahomey

El oro de los justos

A Mati Diop se la conoció primero como actriz. Claire Denis reconoció su hermosura y ductilidad. Protagonizó entonces 35 Rhums. Pero no era una advenediza. Una tradición insumisa anidaba en su imaginación. Sucede que su tío, quien murió demasiado joven, fue una de las figuras clave del moderno cine africano, Djibril Diop Mambéty. De él, Diop heredó una dimensión de lo fantástico que remite a las tradiciones de un continente y una labor emancipatoria que define la existencia económica, social y política de África. 

En Dahomey, la cineasta sigue los pormenores de un acontecimiento histórico para los habitantes de la República de Benín: la repatriación de 26 piezas de arte, la mayoría estatuas trabajadas en madera, que hasta el 2019 solo podían ser apreciadas por los parisinos. La llegada de las piezas a Porto Novo tiene para todo el pueblo beninés una connotación épica. Aún en las cajas, el solo trayecto de las piezas del aeropuerto al espacio de exhibición es acompañado por todos los beninenses que festejan el evento como si se tratara de la llegada de una selección de futbol ganadora de un mundial. Y son apenas 26, porque en París todavía permanecen 6974.

Dos grandes secuencias exaltan la película de Diop: la escultura 26, la representación del rey Ghezo, es la guía del relato. A través de una voz grave, la estatua cuenta su historia, y así se articula un discurso en primera persona que puede ser el de todos. No es una voz ubicua, solamente interviene cuando el relato lo necesita. La otra inclusión sobresaliente es un par de secuencias que tienen lugar en la universidad en donde se discute a fondo el sentido de la repatriación. La conciencia política de los estudiantes resignifica todo lo visto y llega al hueso de un tema que no pertenece ni allí ni acá al pasado: el colonialismo. La lectura crítica en la voz de los estudiantes es caleidoscópica. Saben que fueron saqueados, también que la colonización no es solamente una política de anexión de territorios y extracción de riquezas. El imaginario es secuestrado en otra lengua, se lo inviste con signos ajenos, incluso se le obliga a pensar en el idioma de quien subyuga y castiga. Esos momentos son extraordinarios.

Hubo otras películas como las de Diop, algunas africanas, otras de lugares menos lejanos, como el Caribe, que lanzaron un signo al porvenir. Pepe, la película dominicana en la que un hipopótamo que perteneció al zoológico de Pablo Escobar cuenta la historia de su vida y su muerte es un prodigio de la imaginación que no toma prestado nada de las tradiciones europeas. Hipótesis, o quizás expectativa: hay algo en las películas latinoamericanas y africanas, y en menor medida las asiáticas, que permite decir lo siguiente: si algo se puede esperar del cine contemporáneo, no llegará del viejo continente. El cine europeo, a pesar de las excepciones, luce agotado. PepeDahomeyDemba, las películas argentinas que pasaron por Berlín marcan una diferencia y despliegan un horizonte de esperanza.

*Publicada en Revista Ñ en el mes de febrero.

Roger Koza / Copyleft 2024