UN AÑO MÁS / ANOTHER YEAR

UN AÑO MÁS / ANOTHER YEAR

por - Críticas
28 Oct, 2011 01:01 | comentarios

**** Obra maestra  ***Hay que verla  **Válida de ver  * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor

Por Roger Koza
LA FELICIDAD CONFORMISTA

Un año más/ Another Year, Reino Unido, 2010

Escrita y dirigida por Mike Leigh

 * Tiene un rasgo redimible

La nueva película de Leigh está más cerca de sus títulos más mediocres como Secretos y mentiras, y sorprende, en esta oportunidad, por su inesperado conservadurismo. 

La secuencia inicial de Un año más es poderosa y clave: en un consultorio, una mujer de unos 50 años pide ayuda, pues necesita superar el insomnio. Dormir parece ser más que una necesidad fisiológica, ya que conseguir unas 5 o 7 horas de olvido de su vida miserable es lo más parecido a una bendición. Leigh comienza la escena focalizándose en la tristeza facial de la paciente y sus gestos de penuria; paulatinamente ingresarán al cuadro las manos de la médica, luego su panza de embarazada y la persona completa. El contraste entre hombres y mujeres felices y desesperados habrá de ser una constante, es la regla dramática del filme.

Un año más, como el título lo sugiere, es una meditación sobre el tiempo, su carácter irreversible y cómo afecta a los seres humanos en la resolución de una ecuación existencial inevitable: los deseos, las decisiones, las elecciones siempre se miden frente al tiempo. Así, la película arranca en primavera y finalizará en invierno, y en ese ciclo de las estaciones la pareja central constituida por Gerri y Tom, una terapeuta y un geólogo, es el ejemplo de una felicidad discreta, serena, conformista: han viajado por el mundo, fueron hijos de los ’60, les gusta lo que hacen, se aman, cultivan una huerta y tienen un hijo mayor que los quiere. En un sentido, son la normalidad misma.

La pareja elegida por Leigh constituye una suerte de estrella luminosa. A su alrededor giran planetas errantes. Mary, una compañera de trabajo de Gerri, su amiga hace más de 20 años, parece confinada a la soledad, vacío conjurado siempre por un vaso de vino. Ken, compañero de la infancia de Tom, calma su resignación infinita tragando cuanta cosa comestible pase por sus ojos. Ellos son invitados permanentes a la casa de la felicidad, y en algún momento se sumarán el hijo y su prometida.

Alcoholismo y obesidad, castigo para los infelices del mundo, impiedad de Leigh por momentos: su retrato de los miserables se construye a través de la secreta superioridad autoconsciente del matrimonio, que observa a sus congéneres con la compasión asimétrica con la que se escucha a los niños y sus berrinches.

El método Leigh se siente. Como es sabido, los actores trabajan sus textos, escriben la película con el director a lo largo de un tiempo determinado. De ese modo, la composición de los personajes no está sujeta al azar y todo parece seguir un patrón gestual, verbal y corporal finamente concebido. Así, las interpretaciones denotan mucho trabajo, lo que a veces funciona muy bien en sus películas, aunque bajo una amenaza predecible: el exceso de imaginar y delinear personajes provoca el estereotipo y el barroquismo psicológico; en ese sentido, la alcohólica de Lesley Manville condensa lo peor del método.

La puesta en escena remite por momentos a una sitcom. El registro de los interiores resulta automático, las elecciones musicales acentúan un tono dramático y la división del relato por estaciones no consigue del todo mostrar cómo el clima, la relación con las estaciones, afecta la subjetividad de sus criaturas. Algunas elecciones de vestuario son incomprensibles: “Pensar menos, beber más”, dice una remera de Ken, un detalle que no es menor en el contexto del filme.

Lejos de la ambigüedad de La felicidad trae suerte, la densidad dramática de El secreto de Vera Drake, el existencialismo punk de Naked, Un año más es la película más conservadora de Leigh, un biógrafo, en ocasiones lúcido, de los efectos de la era Tatcher y la tercera vía de Tony Blair sobre la intimidad de la clase media y la clase trabajadora inglesa. Aquí, la triste certeza de una psicología elemental le bastó para explicar el malestar.

Esta crítica fue publicada en otra versión por el diario La voz del interior en el mes de septiembre 2011

Roger Koza / Copyleft 2011