UN ANIMAL LLAMADO HERZOG

UN ANIMAL LLAMADO HERZOG

por - Ensayos
03 Nov, 2007 03:55 | 1 comentario

  por Roger Alan Koza

 

Ahora que algunas voces conservadoras, tras la muerte de Bergman y Antonioni, decretan el fin del cine de autor, un sofisma propio de una generación de cinéfilos y de cierta crítica perezosa en cotejar en dónde están hoy los autores, es menester hacer memoria y resistir ante este ejercicio de retórica crepuscular. El cine de autor, categoría difusa aunque útil, existe. Sokurov, Kiarostami, Bartas, Iosseliani, Godard, Tarr, Oliveria, Van Sant, Haneke, Alonso, Martel. La lista podría ser muy extensa.

Werner Herzog es un autor indiscutible. Icono de una cinefilia pasada y uno de los miembros más versátiles del llamado Nuevo Cine Alemán, todavía hoy el realizador germano y responsable de El enigma de Gaspar Hauser (1974), Fata Morgana (1971), Fitzcarraldo (1982) sigue haciendo películas. Como antaño, Herzog puede hacer documentales y ficción, pero su búsqueda y obsesiones como artista están intactas, acaso han madurado. En efecto, una cierta predisposición a filmar lo que todavía carece de imágenes, una indagación sobre las conductas extremas en los hombres, un interés constante por todo aquello que constituya una excepción a la regla: enanos, volcanes, esquizofrénicos, conquistadores dementes, sobrevivientes, comunidades heterodoxas, vampiros.  

 

El primer cortometraje de Herzog, Herakles (1962), es un buen ejemplo. Extraña película. Todo empieza en un gimnasio en el que se retratan cuerpos característicos del fisicoculturismo, para luego mostrar un conjunto de bombardeos sobre poblaciones y ecosistemas. Un paulatino montaje paralelo, que por momentos remite al cineasta cubano Santiago Álvarez, sumado a una banda de sonido incompatible con las imágenes, produce un efecto de percepción enrarecido, en el que se vincula la peculiaridad del cuerpo humano y sus fuerzas con el poder de destrucción. Sin embargo, la elección de este tipo de deportista contiene una significación precisa: es un ejemplar exótico de la especie, un freak anatómico.

 Pero hay una figura constante en el cine de Herzog, un personaje mudo e impersonal, cuya presencia es el cuerpo del lenguaje, de las culturas, de la civilización. Es la Tierra ofrecida como paisaje, y luego también concebida como morada, como extensión (in)finita de saqueo y conquista, como espejo orgánico en donde los hombres se descubren como especie, como fuente de lo extraordinario; en síntesis, como lo Otro de la civilización.

En una entrevista realizada por Lawrence O’Toole en la revista Film Comment de noviembre-diciembre de 1979, el propio Herzog decía: «¿Cómo podemos recuperar la inocencia de la visión, nuestra visión que ha sido terriblemente contaminada? Tenemos que encontrar nuevamente imágenes adecuadas. ¿Qué le hemos hecho a nuestros paisajes? Hemos avergonzado a los paisajes». En efecto, quienes hayan visto La Soufriére (1977), Lecciones de oscuridad (1992), Signos de vida (1968) pueden predicar de la cita del realizador el por qué de esas películas.

Lo cierto es que el Herzog del siglo XXI prosigue con sus obsesiones pretéritas. Y después de un fallido film de ficción, El Invencible (2001), es en el documental de ensayo en donde puede constatarse la evolución de sus primeras obsesiones en un nuevo contexto histórico y clima cultural global. El tiempo lo ha convertido en un realizador curiosamente cercano a la poética de Darwin, cuyo mérito indiscutible es proponer una imagen de nuestra especie como una especie entre especies, no siendo los hombres el punto culminante de la evolución, sino una de sus derivas más complejas. Y eso implica una evaluación sobre cómo esta especie ha habitado sobre los paisajes de la Tierra.

 

La salvaje lejanía azul (2005), pertinentemente comparado con Odisea en el espacio 2001 (1968), de Kubrick, es fundamental. Utilizando material filmado por la NASA en una de sus tantas exploraciones espaciales y en conjunto con otro material registrado en las profundidades de la Ántártida, Herzog propone una fantasía de ciencia ficción que, como dijera alguna vez, «tiene la habilidad de articular imágenes que se asientan profundamente en nosotros, y que él las puede hacer visibles»…

EL ARTÍCULO COMPLETO SE PUEDE LEER EN QUID, REVISTA EDITADA POR YENNY EL ATENEO, EN EL NÚMERO DE OCTUBRE Y NOVIEMBRE 2007.

* Escribí este artículo un poco antes de que se publicaran dos textos sobre Herzog en nuestros medios: uno que apareciera en Ñ, y el otro, el excelente ensayo escrito por Tomás Abraham, que se puede leer en www.lalectoraprovisoria.wordpress.com Curiosa coincidencia, casi Jungiana, para lo que gusten (no es mi caso), pero coincidencia al fin. El origen del artículo fue a propósito del Dossier de la revista Quid sobre la naturaleza y el hombre.

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