SOLDADO

SOLDADO

por - Críticas
04 Mar, 2018 01:21 | 1 comentario
Lejos de cualquier prejuicio (positivo o negativo) en la mirada de Abramovich, la secreta aspiración de un joven de convertirse en soldado revela por igual los rituales de una institución y la insondable subjetividad del protagonista.

**** Obra maestra  ***Hay que verla  **Válida de ver  * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor

EL PERCUSIONISTA

Soldado, Argentina, 2017.

Escrita y dirigida por Manuel Abramovich

*** Hay que verla 

Segunda película de Abramovich. Confirmación de su talento y también de sus intereses como cineasta. 

La división del trabajo; para algunos, una exangüe categoría de análisis sociológico; para otros, un concepto que se verifica en cualquier práctica económica, el cual puede esclarecer lo que delimita una elección (laboral y vocacional) y un posible lugar en el orden social. En cierto momento, el joven protagonista, Juan José González, afirma que siempre le gustó lo militar; además, si llega a serlo, cree que su madre será feliz.

El film sigue meticulosamente la evolución del conscripto en la institución castrense a la que ingresa: la revisación médica inicial, el entrenamiento general, los distintos aprendizajes que ponen a prueba su capacidad, la interacción con sus compañeros, la relación asimétrica con sus superiores, los tiempos de ocio compartido, los momentos de soledad, el regreso al pueblo para visitar a la familia, la jura a la bandera son los actos elegidos por Abramovich para observarlos detenida y detalladamente. A través del acopio de esas situaciones se delinea una comunidad elemental, una historia lineal, una tradición rudimentaria y también la enigmática singularidad del aspirante.

En una escena que parece inspirada en Bella tarea de Claire Denis, uno de los soldados le enseña a González a tender la cama siguiendo los obsesivos requerimientos castrenses. En esa introducción al arte de los pliegues en búsqueda de simetrías perfectas, el film revela su propia forma. Las panorámicas y los planos generales geométricos, los escasos pero precisos primeros planos son los propios pliegues de la superficie del film con los que Abramovich espera para ver si entre las rutinas se entrevé lo inesperado: un hecho desgraciado le permitirá abordar la precariedad económica de la vida de los cadetes; una tarde cualquiera de distención descubre a los conscriptos como sutiles folkloristas.

Pero lo más admirable de Soldado pasa por un trabajo de registro en el que la cámara parece practicar una suerte de transcripción telepática. González habla muy poco, pero la intangibilidad de sus pensamientos se puede adivinar cuando mira a sus hermanos en el río, cuando atiende a otro músico para mejorar la figura rítmica que debe interpretar con su improvisado bombo o también en las lecciones de tiro. La cámara y el personaje son íntimos.

Las películas de Abramovich suelen ser retratos; puede ser una niña obligada por sus padres a seguir un entrenamiento riguroso para ser bailarina; un hombre joven que de niño fue consagrado por sus padres como un elegido metafísico; una cineasta iluminada que se propone hacer un film imposible y un joven del interior que acepta someterse a la disciplina impuesta por los superiores para llegar a ser parte del Regimiento de Patricios. La desigualdad de poder, o su microfísica, lo convoca, pero en cada caso se encuentra con algo distinto. En esta ocasión, un hombre se convierte en soldado, pero también en músico. Esto no es lo que imaginó, como le cuenta a su madre. Tal vez se trate de un pequeño desvío en la desalmada distribución de tareas que define el tiempo de todo hombre.

*Esta crítica fue publicada por el diario La Voz del Interior en el mes de marzo de 2018.

Roger Koza / Copyleft 2018