SEMANA DEL 4 AL 10 DE OCTUBRE EN CINECLUBES

SEMANA DEL 4 AL 10 DE OCTUBRE EN CINECLUBES

por - Cineclubes
05 Oct, 2010 12:24 | 1 comentario

LA CUMBRE: EN EL CINE LUIS BERTI, BELGRANO 470

6 de octubre, a las 20.30hs:

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Charlie Bartlett, de Jon Poll, EE.UU., 2007

97’ / +16

Cortometraje, a las 20.15hs: Dos autos, una noche (12’), de Taika Waititi, Nueva Zelanda, 2003

Una comedia de adolescentes rebeldes que quizás no es tan buena como Suban el volumen, pero que aún así se percibe como un tiro en el brazo y está dotada, además, de una energía irreverente. El debut de Jon Poll –con un guión muy ingenioso de Gustin Nash– se centra en el héroe cuyo nombre da título al film, un joven rico, y frecuentemente expulsado de los colegios, que se vuelve en el estudiante más popular del secundario una vez que empieza a prescribir y vender fármacos, que consigue gracias a su propio psicólogo, a sus compañeros de clase, lo que detona una revuelta en contra de las cámaras de vigilancia en el comedor estudiantil. A pesar de algunos temas secundarios pocos efectivos sobre la ausencia paterna en la vida del héroe, hay algunos señalamientos precisos sobre la hipocresía de los adultos (con un gran trabajo de Robert Downey Jr. como un preceptor atormentado por el alcoholismo), algunos giros que remiten a la desestimada Mumford y varios pasajes grandiosos. (Jonathan Rosenbaum)

VILLA GIARDINO: EN EL TEATRO ALEJANDRO GIARDINO

10 de octubre, a las 20.00hs:

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El enigma de Cristóbal Colón, de Manoel de Oliveira, Portugal-Francia, 2007

75’ / ATP

Cortometraje: El canto del estireno (19’), de Alain Resnais, 1958

No resulta nada fácil decidir qué clase de film es El enigma de Cristóbal Colón. ¿El desentrañamiento de una nacionalidad? ¿Una búsqueda personal a través de la ficción? ¿El mapeo de un (nuestro) devenir civilizatorio? ¿Una formidable lección de puesta en escena? ¿Un testamento fílmico más en la historia del cine, por parte de alguien que se niega a ser “momificado” dentro de ella? ¿Una pizca de orgullo lusitano? Oliveira nos muestra el tránsito de la existencia, las acciones de los hombres, las preocupaciones que los llevan a peregrinar por el mundo: el colonial, el de la posguerra europea, el de hoy. Pero éste es el film de un realizador que acaba de cumplir cien años y que nos instala en la bruma de una Manhattan adivinada por el esqueleto de un puente a través de la ventanilla de un auto. Allí trabajará y estudiará medicina Luciano, desde allí regresará a Portugal solo y allí volverá casi cincuenta años después. La niebla de un tiempo ya ido, que no permitía ver la Estatua de la Libertad, ha dado paso al luminoso contrapicado de unos edificios que hoy no “pueden” dejarse ver, y de una estatua a la que es preciso despojar del lugar (físico) simbólico que ocupa. Sólo basta una poesía para apropiarse de esa idea, de ese lugar. Esa poética no sólo está en los versos que Silvia (la esposa de Luciano, la esposa de Oliveira) rememora en el periplo de ambos por el interior de Portugal tras las huella de El Navegante, en la extática exploración de museos, iglesias, fortificaciones y abadías, en saber que el saber “ayuda a comprender”, y en la certera presunción de que un sextante es –debería ser– el paralelo anticipatorio de un navío espacial. Está también en la conmovedora secuencia de dos ancianos en los que aún perdura el amor. Uno de los últimos planos del film es el de Luciano (el propio Oliveira) abriendo la puerta del auto para que suba Silvia; es el mismo gesto de cuando iniciaban su luna de miel. El coche puede ser más moderno, con otros tonos de colores, y posiblemente se deslice un tanto más suave que el de hace un tiempo atrás. Pero sigue siendo un vehículo de transporte, algo (una herramienta) que puede ser utilizado para escapar, para correr, para aturdirse, para llegar a un destino, o simplemente para recorrer un camino. Es muy agradable saber que alguien puede abrirte la puerta del coche para que te sientes y te acomodes confortablemente, que va a sentarse a tu lado conduciendo, y que, si uno sabe mirar hacia el frente y hacia los costados e imaginar lo que no se ve detrás, puede ser el inicio de una clase diferente de viaje. El cine es el vehículo del director portugués Manoel de Oliveira. (Fernando Pujato)