SEMANA DEL 15 AL 21/08 EN CINECLUBES

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por - Críticas
16 Ago, 2011 05:34 | comentarios

LA CUMBRE: EN EL CINE LUIS BERTI, BELGRANO 470

 17 de agosto, a las 20.30hs:

Un lugar en el cine, de Alberto Morais, España, 2008

106’/ ATP

Cortometraje, a las 20.20hs: Carl Theodor Dreyer (28’), de Jörgen Roos, Dinamarca, 1966

Un lugar en el cine pretende explorar un fenómeno seminal de la historia del cine: la formación de un estilo radical y revolucionario, el neorrealismo, y también sus derroteros, que incluyen derivaciones extrañas pero deudoras de aquél, como fue el cine de Pasolini. Las voces que guían la propuesta son, entre otras, las meditaciones de Víctor Erice y Theo Angelopoulos, dos cineastas distintos pero con un mismo enemigo: lo audiovisual. La distinción entre lo audiovisual y el cine es conceptualizada por el propio Erice durante la película. En donde rodó El espíritu de la colmena, Erice concluye y fundamenta todo lo que hasta allí ha dicho bajo estas categorías antitéticas. Serge Daney tenía otro modo de expresar el mismo dilema: habría una diferencia cualitativa entre las imágenes y lo visual, entre lo que las imágenes hacen con nosotros, representar la alteridad del mundo, y aquello que implica un estímulo nervioso sobre el sistema óptico, diluyendo la marca del otro por una circulación de algo que se comporta como imagen pero funciona como otra cosa. Lo que se predica también de cómo miramos cine: el cine como fenómeno colectivo, o en su defecto, el cine devenido en consumo audiovisual, o cine privatizado. La difusa propuesta política de Un lugar en el cine es, precisamente, establecer una resistencia, aunque Angelopoulos prefiere el término ‘polémica’, más cerca de su etimología griega: una guerra. En otras palabras: lo audiovisual va paulatinamente expandiéndose y alterando la misma ontología de la imagen. Por momentos, Morais parece querer tomar una vía menos convencional del documental y radicalizar la puesta en escena, de tal modo que la entrevista como metodología de exposición quede relegada a la interacción de palabras y planos. A veces, los entrevistados parecen estar listos para interpretar sus propias vidas, y darle entonces la opción al propio realizador de explorar una estética, la neorrealista, desde un juego más cercano a la ficción que al documental canónico. En un momento, Morais hace un test: unos jóvenes estudiantes, probablemente de cine, son interrogados tras ver un film de Pasolini. Las respuestas son diversas, y da la impresión de que la dificultad no está en la inactualidad de ese cine, sino en su inhabitualidad. Si no lo entienden es porque no están acostumbrados a ver un cine en las antípodas de lo audiovisual. Imperfecto e insolente, tímido y perfeccionista, a veces disperso pero con una tesis jamás traicionada, el film de Morais tiene algunos pasajes inolvidables, de esos que hacen de una película un lugar en nuestras vidas. Como el último plano, en el que se toca con el ojo el porqué el cine es una exploración visceral y observacional sobre el mundo. O como cuando Ninetto Davoli recuerda los métodos de Pasolini y vuelve a recitar parte de un texto de una película, instante en donde hablar sobre la magia del cine queda despegado del kitsch y la condescendencia. (Roger Koza)