SEGUNDA UNIDAD. LA COLUMNA DE SEBASTIÁN MENEGAZ: DETRÁS DE LAS IMÁGENES

SEGUNDA UNIDAD. LA COLUMNA DE SEBASTIÁN MENEGAZ: DETRÁS DE LAS IMÁGENES

por - Columnas
24 May, 2018 07:18 | Sin comentarios
En este hermoso y laborioso texto el autor empieza con el análisis de un film de Tarantino y culmina con una cita de Alighieri. ¿Qué se propone? Pensar las imágenes y las formas de relación entre estas. ¿Es solo eso? Quien lea "con la paciencia de un insecto" podrá entrever otras cuestiones.

Desconozco si la asimetría sigilosa del rostro de Mélanie Laurent es un sfumato deslizado en un régimen de sanguinas (una suerte de alarde de camuflaje) o bien una suerte de configuración por defecto o efecto no buscado de la paciencia hiperbólica (que en Tarantino representa un raro caso de exactitud en el exceso). El passage de cualquier modo es bergsoniano: dura lo que dura un insert pertinente: el film entero. De ese rostro proyectado sobre la pantalla del Le Gamaar (el punto de vista es el de los palcos oficiales) el corte desplaza la percepción hacia ese mismo rostro visto desde el reverso de la pantalla (el punto de vista del ciclorama). Un desplazamiento que en la mecánica de la puesta es violento -transpolar la unidad de escena, de un plano a otro, invirtiendo el campo- pero que se resuelve en un susurro: la asimetría levísima del rostro -¿y la capacidad para el odio?- de Shosanna. Ese ictus -en la anatomía de los labios, en las aletas de la nariz- parece crear el espacio escénico a partir de una interferencia in continenti, que con ser enfática, se me ocurre, hubiera dejado de pasar desapercibida para volverse inoperante. (José Emilio Burucúa, a propósito de Torquato Acceto, predispone una analogía de la que me prevengo rápidamente de no echar mano: […] “en el caso de Acceto, en un mismo periodo del discurso, entre la oración principal y la subordinada, el significado cambia a menudo de sentido sobre una misma dirección de los argumentos”.)

No deja de ser caudaloso, en cada ocasión, el modo en que la simetría natural se revela, al invertirse, como efecto de una cierta asimetría naturalizada. Es lo que sucede con el rostro de Laurent: una sincronía que el ojo proporciona y que el reverso resiste, le hace el rostro. (¡La locución verbal no puede ser aquí más capciosa –como el veredicto de la RAE, desusada, más reinante!)

El reverso, el envés, el dorsum (los botánicos, cuya jerga es la más bella entre los naturalistas dirían la cara abaxial) se digiere en el contrato digital como si verificara un excedente, un elemento supernumerario y no una cláusula. Pienso en fotos: la imagen digital y su confort fenomenológico cancelan en la superación técnica del reverso -sin animosidad, se me ocurre, sino más bien tentando a la molicie del ver y del ser visto- apenas eso: un recaudo de asimetría.

Qué se pierde al cribar el reverso de una imagen equivale a preguntarse qué se gana. ¿Realismo? (¡Esa manera de leer para la que todo endoso concita desaliento!) Empresa pueril, no obstante: caer en la maniobra defensiva de la antonomasia. Observar la irrigación de ese dividendo en los discursos y las transacciones de sentido del contrato digital por entero, cuando la imagen solo pareciera admitir la denotación como ménsula, y cuando todo enunciado pareciera -y padeciera- ser leído como imagen. ¿Vale merodear una prudencia libertelliana? (¡De aquellas que Héctor homologaba en cada una de sus transfiguraciones sistemáticas!) Lo subrayo con la punta de mi mejor plumín: En la Aldea Global atada, amordazada con los hilos de la comunicación instantánea, alguien está calculando en aquellos huecos o agujeros entre los nudos la medida exacta de lo impalpable.

¿De aquí -me lo pregunto casi que sin euforia- que la idea de la Red como dispositivo borgeano solo quepa en el malentendido que ella misma invierte? Se me ocurre: la representación fluida de lo estático, la disolución como exaltación del límite, el entusiasmo como insomnio. Convergente y reaccionario (suerte de parque temático del sentido) el contrato digital pareciera actualizarse -lo que no deja de ser alentador sino fuera apabullante- lejos de su modernidad específica. Esto podría ser: lejos de la enunciación (impotente) de su propia incógnita.

En tal sentido (o en otro apenas semejante) la mise en abîme que ensaya Cervantes, es además de turística irresistible. “¡Qué de habilidades hay perdidas por ahí! ¡Qué de ingenios arrinconados! ¡Qué de virtudes menospreciadas! Pero, con todo esto, me parece que el traducir de una lengua en otra, como no sea de las reinas de las lenguas, griega y latina, es como quien mira los tapices flamencos por el revés, que aunque se ven las figuras, son llenas de hilos que las escurecen y no se ven con la lisura y tez de la haz”. (Si se repara o no se olvida que la condición de la novela en sí es en el Quijote la traducción misma, esta imputación hace de su propia lectura envés; de toda propiedad desalojo, de todo sentido atisbo y polución.)

Y del mismo modo el método de impresión de William Blake (de sus procedimientos herméticos acaso el mejor custodiado por su paranoia), ¿no acorazaba su secreto en la paciencia absurda que solicitaba más que en la sencillez deducible de tal autoproclamado software libre (una versión esotérica del aguafuerte)? Como apunta E. L. Revol, la técnica ideada por Blake imponía al grabador la ejecución al revés de todas las letras en los textos. Dar vuelta el idioma y esculpirlo con la paciencia de un insecto. (Blake -¿esperanza?- custodiaba el secreto del poema en el secreto de su reproducción técnica.)

¿O qué hay –con todo esto– de la aventura del étimo? (La cara abaxial del léxico). El haz y el envés conforman -para los botánicos- el limbo, que la nombra, a la cosa, con insidia. Que el revés y el reverso imbuyan en su étimo tal participio (reversus: vuelto) hace del sustantivo un sujeto dispuesto para narrar. ¿Qué cosa sino el anverso? Que trafaga a su vez, del francés, envers (envés) para nombrar (¿mal traducido?) lo opuesto: una forma de nombrar el reverso que acabó -solidariamente- por nombrar qué cosa exactamente, ¿el haz?, que pone en fuga facies (cara). No obstante: ¿es algo más la cara que la superficie de algo? (Bueno, es la parte anterior de la cabeza humana –cuando puede ser conjeturada por un close-up.)

El movimiento de ida y vuelta del labrador (que va y viene como la pluma) ocasiona el versus que la jurisprudencia inglesa, a la sazón, incrusta en el mediodía de las contraposiciones. Sentidos que la aventura del étimo reconcilia en la dramaturgia del duelo con especial hermosura, el del movimiento de los pasos contados a partir de dos espaldas -¿es eso posible?- enfrentadas. En la lengua italiana, el versus, como un fragmento de roca volcánica, conserva su sentido magmático, que es eso mismo: dirección precaria. Ma, perchè sem digressi assai, ritorci / Gli occhi oramai verso la dritta strada. ¡Alighieri! (Quién pudiera.)

*Fotogramas: Bastardos sin gloria, en ambos casos. 

Sebastián Menegaz / Copyright 2018

Segunda unidad: 

1. El cine antes del cine. (Leer aquí)