RÉIMON (02)

RÉIMON (02)

por - Críticas
31 Jul, 2015 11:37 | Sin comentarios

**** Obra maestra  ***Hay que verla  **Válida de ver  * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor

Por Roger Koza

LA DISTANCIA

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Réimon, Argentina-Alemania, 2014

Escrita y dirigida por Rodrigo Moreno.

*** Hay que verla

La última película de Rodrigo Moreno vuelve sobre el tiempo como factor determinante de la conducta de su personaje principal, pero en esta ocasión la distinción pasa por la división del trabajo y la diferencia de clase.

El inicio y el final constituyen una cifra, una declaración de principios, y no se trata estrictamente aquí del cartel previo a que se vea la primera imagen de la protagonista, en el que se explican las condiciones de producción del filme. Marcela Dias se posiciona frente a cámara, antes de convertirse en Ramona (Réimon), y se sobreentiende que es un antes del filme. Lo mismo ocurre en el cierre, en donde se “sobreactúa” la irrupción de la claqueta. Entre esos dos cortes está la película real, pero este procedimiento implica un acto de transparencia y un reconocimiento de un límite: existe una distancia de clase entre quien filma y es filmado, entre el objetivo y el sujeto. Esto es una película.

A continuación, la escena más hermosa de la película. Ramona y su familia disfrutan de un asado. Su madre ha venido de visita desde Misiones. La cámara es testigo de ese momento: la musicalidad del lenguaje y los gestos de los comensales, como el espacio del encuentro, forman el auténtico mundo de la protagonista. Lo que viene después es movimiento, o el propio tiempo destinado a traslados por parte de Ramona para ir a y volver de la Capital Federal durante su jornada de trabajo limpiando casas. Réimon no es otra cosa que un filme sobre el tiempo no (re)cobrado, el fuera de campo del trabajo remunerado, es decir, la plusvalía.

A Rodrigo Moreno le interesó siempre el empleo del tiempo de los otros: un custodio cuya vida depende de los actos de otro (El custodio), un joven entregado al ocio tras una ruptura sentimental (Un mundo misterioso), y ahora el tiempo de Ramona, una empleada doméstica. La mirada en este caso es más compleja, pues delimita una pregunta: ¿cómo filma un director de cine a un personaje que no pertenece a su clase social?

Inesperadamente, una vez que todo parece circunscribirse a seguir sistemáticamente los desplazamientos de Ramona, Moreno introduce a los suyos, los dueños de los departamentos adonde va Ramona. ¿Pueden ser entonces sus dobles? Sí y no. La apuesta será mayor porque estos están vinculados a las ciencias sociales, lo que habilita un par de lecturas extensas de El Capital, sin que la letra leída ilustre el movimiento y el trabajo de Ramona. Los dueños leen sobre la plusvalía, pero no necesariamente por eso la pueden detectar a su alrededor. Disyunción entre el saber y el ver. Los personajes conocen a Marx, pero el conocimiento no implica una modificación de su mirada, de lo que se predica no solamente el apodo de Ramona, sino también la inconsciencia ostensible respecto de la propia división del trabajo que despunta en el orden doméstico.

La puesta en escena sugiere que Moreno sí reconoce el problema de sus representantes de clase sin dejar de ser él parte del mismo. Los planos no son azarosos, tampoco la interacción entre los personajes. Regalar una prenda que no se usa adquiere aquí otro peso semántico, no menos que cuando se elige a Debussy para que Ramona escuche en sus auriculares mientras cruza la 9 de Julio. La relación entre las manos de la protagonista y los objetos que ordena y limpia marcan la distinción y la distancia, y aquello que sus dueños no ven Moreno sí lo divisa y lo expone; las paradojas las resuelve sin melindres, pues las contradicciones constituyen la intersección de la ficción propuesta y su sustrato documental.

No hay que olvidar que la falta de palabra y rabia son el correlato invertido del encanto y la elegancia de la protagonista. Réimon no propone por fuera de lo que muestra la reconciliación de clases y ninguna microutopía del encuentro entre los diferentes. Casi sin proponérselo, detecta una forma de enajenación en la que la adaptación (estética) acalla todo atisbo de surgimiento de una conciencia política en esa mujer hermosa que transita con un sombrero las calles de Buenos Aires. He aquí el límite político de lo estético.

Esta crítica fue publicada en otra versión por el diario La voz del interior en el mes de julio de 2015

Roger Koza / Copyleft 2015