REALITY

REALITY

por - Críticas
31 Ago, 2013 10:50 | Sin comentarios

**** Obra maestra  ***Hay que verla  **Válida de ver  * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor

Por Roger Koza

DELIRIO PARA TODOS

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Reality, Italia-Francia, 2012

Dirigida por Matteo Garrone.  Escrita por Ugo Chiti, Maurizio Braucci, Matteo Garrone y Massimo Gaudioso. Wayne Thornley. 

***Hay que verla

La tercera película de Garrone confirma su talento y expone al mismo tiempo el universo simbólico que ha sumido a muchos artistas de su generación a una mediocridad general. 

Una mirada llega del cielo, desciende lentamente como sólo el cine puede mostrarlo. Una panorámica sostenida un par de minutos aterriza en la Tierra, como si una entidad celeste se propusiera examinar la vida de los napolitanos. ¿Quién mira? ¿Qué ve? Un plano cenital acompaña el desplazamiento de un carruaje de otro tiempo. ¿Por qué el primer punto de vista del film es vertical y flotante? El plano siguiente es sencillo: del carruaje bajan los novios. Se trata entonces de una boda. La cámara que desciende al principio volverá dialécticamente a su origen al terminar la película. ¿Qué es este círculo visual? He aquí la clave física y formal del film.

Se dirá que en este perverso cuento de hadas se lee la época que hizo de la intimidad una materia predilecta del espectáculo. Luciano, que vive relativamente bien con su mujer y sus hijos y algunos familiares en Nápoles, llega a vender su pescadería creyendo que será seleccionado para Gran Hermano. Luciano cree estar destinado a triunfar, un imperativo del presente. ¿Llegará a la famosa casa? ¿Será rico y famoso?

Tras una audición, la ilusión de Luciano por convertirse en una estrella del reality se transformará en una obsesión y después en pura paranoia. Un grillo en la pared de su casa puede ser un ingenioso dispositivo de observación; los transeúntes pueden ser agentes secretos de la producción que estudian al postulante. El paranoico distorsiona, pero sus datos siempre revelan alguna verdad. En algún momento, Luciano tomará la vía franciscana para obtener mayores méritos: desde su balcón regalará lámparas, sillones, zapatos. Caridad momentánea, estrategia de un desesperado que exhibe su desposesión como una virtud inobjetable para ingresar al espectáculo. Mientras tanto, del aliento familiar y vecinal se pasará a la preocupación y a la compasión. Tal vez el alivio pueda llegar por el lado de la fe. ¿No es acaso el Gran Hermano una versión banal de ese gran Otro? En Reality, la teología y el espectáculo son dos órdenes secretamente correlativos.

La predilección por el plano secuencia, que ya se veía en Gomorra, una modalidad de registro que suele acentuar el carácter realista de una escena, se combina con una dimensión casi surrealista, una especie de saturación de elementos fantásticos propios de una cultura y de un tema que impone el exceso. Es de ahí de donde surgen los presuntos guiños cinéfilos e influencias. ¿Visconti? ¿Fellini? Puede ser. Aun así, Garrone parece fiel a sus intereses y estilo. En Gomorra, el imaginario cinematográfico funcionaba como un suplemento del psiquismo de los mafiosos; aquí, la televisión sustituye al cine, o en todo caso el mundo vivido como espectáculo es connatural a dos órdenes muy diferentes de representación visual, donde los sujetos creen intelegir su deseo y un sentido para sus propias vidas.

La sólida puesta en escena funciona y es acertada, pero Reality no sería lo mismo si no tuviera a Aniello Arena como protagonista. Este preso devenido en actor en la cárcel (cumple una condena de cadena perpetua) le otorga al personaje un plus vital que desborda cada encuadre. Sus movimientos en el espacio, su vitalismo indescifrable expresado en todos sus gestos y un deseo de vivir que traspasa lo posible y la misma ficción transforman al film en un segundo reality acerca de la fantasía de un preso rodando una película. Se trata de una magnífica duplicación del argumento, su doble paradójico y su triunfo imprevisto.

Demasiada realidad la de Reality, film tal vez demasiado intolerable para mirarlo de frente sin pestañear, pues es mucho más que un retrato del universo simbólico de un país regido por la cultura celebrada por Berlusconi y de la actualidad global de la vida experimentada como un espectáculo permanente. Hay signos indirectos aun más perturbadores: el Vaticano a pocos metros de la casa de Gran Hermano es uno de esos signos. El delirio asoma justamente cuando creemos que alguien nos mira y nos vigila. Demencia admitida, y a veces televisada.

Esta crítica fue publicada en otra versión por el diario La voz del interior en el mes de agosto 2013

Roger Koza / Copyleft 2013