RAÍDOS

RAÍDOS

por - Críticas
02 Sep, 2017 01:40 | Sin comentarios
Una ópera prima notable sobre el trabajo. Quienes están delante de cámara son aquellos que están detrás de todo el proceso laboral por el cual una gran mayoría puede disfrutar de la bebida más tradicional del país: el mate.

**** Obra maestra  ***Hay que verla  **Válida de ver  * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor

LO QUE NO SE VE

Raídos, Argentina, 2016

Escrita y dirigida por Diego Marcone

***Hay que verla

El interés por filmar el trabajo y la vida de los trabajadores no suele despertar gran interés a los cineastas. He aquí una grata excepción, porque además el propio film denota trabajo por su responsable para filmar el trabajo.

El trabajo dignifica. ¿Es así? Según las condiciones laborales y el reconocimiento monetario, la aseveración positiva del trabajo tiene su comprensible justificación, al margen de que rara vez se problematiza la relación del trabajo con el deseo, como si las personas debieran detener sus anhelos frente a la necesaria certidumbre de saberse con un empleo. Las (buenas) películas sobre el trabajo, una circunstancia accidental para el cine más visto, atenúan las certezas sociológicas y evidencian la disparidad entre la aseveración general y el caso particular. Trabajar no necesariamente dignifica, a menudo desmoraliza y enajena.

La magnífica Raídos tiene ese poder de cuestionar las presuntas verdades de la doxología colectiva y alcanza a hendir la experiencia del trabajo para poder pensarla. El primer descubrimiento: la dignidad de los yerbateros misioneros no reside en el hecho de que reciben un jornal después de realizar la cosecha, sino en cómo llevan adelante una forma de ganarse el pan que no parece pertenecer al universo laboral de nuestro siglo. No son esclavos, pero las condiciones de trabajo están en el límite de lo tolerable. La falta de trabajo disciplina, y esto no se le escapa a Diego Marcone.

Raídos no es exactamente un documental observacional. El director no interviene, tampoco hay personajes mirando a cámara explicando lo que está en escena; la cotidianidad del trabajo y los escasos momentos de descanso se registran con precisión, pero hay también ciertas escenas que tienen mucho de repetición de una experiencia vivida, “ficcionalizadas” frente a cámara.

Raídos reúne las variaciones sobre cómo los trabajadores transitan la exigente faena que no reconoce horarios y los pocos instantes de ocio, una indispensable cualidad espiritual que debería ser reivindicada como otra fuente de dignidad. Como es de esperar, los más jóvenes le dedican tiempo al celular, los más adultos tienden a conversar, y cuando hay horas de descanso el placer físico es indesmentible. Hay tiempo para el fútbol y el baile, y el alcohol como forma de estímulo anímico es un hecho reconocido por todos. Marcone no deja escapar nada, como si su presencia estuviera adosada amablemente al tiempo de sus personajes. La confianza es aquí una condición de la poética: sin creer en ese hombre que está detrás de cámara, una película de esta naturaleza es imposible.

La comunidad retratada es hija de una época maldita del país en donde la macroeconomía se desentendía de la producción y apostaba a las finanzas, lo que explica las transformaciones del mundo del trabajo y la intemperie legal para los tareferos de la ciudad de Montecarlo y sus alrededores; son hijos de la década de 1990, y los hijos de estos han seguido los pasos de sus padres y algunos de sus abuelos. La movilidad social es apenas un atisbo, como se puede observar en un joven que todavía estudia con el afán de progresar.

El trabajo no suele verse, sí sus frutos. Todo trabajo conlleva tiempo, pues es un proceso. Una materia prima se convierte en una mercancía gracias a alguien que está detrás de la mercadería de la que otro hará uso. En cierto momento, Marcone permite visualizar la totalidad de ese proceso productivo; con pocos planos se comprende la secreta historia de cómo un bien de consumo llega a existir como tal.

Prácticamente todos tomamos mate en el país; ese placer universal depende del trabajo de muchos. Saberlo y reconocerlo dignifica al cebador y a los que gustan de esa bebida tradicional; se aprende entonces que en la yerba hay una huella del esfuerzo de un desconocido.

*Esta crítica fue publicada en otra versión en el diario La voz del interior en el ms de septiembre 2017

Roger Koza / Copyleft 2017