MORIR COMO UN HOMBRE / MORRER COMO UM HOMEM

MORIR COMO UN HOMBRE / MORRER COMO UM HOMEM

por - Críticas
12 Mar, 2011 04:51 | comentarios

**** Obra maestra  ***Hay que verla  **Válida de ver  * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor

Por Roger Alan Koza

HUMANO, DEMASIADO HUMANO

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Morir como un hombre / Morrer como um homem, Portugal, 2009.

Dirigida por João Pedro Rodrigues. Escrita por J. P. Rodrigues, Rui Catalão, João Rui Guerra da Mata.

**** Obra maestra

(A continuación se podrá leer dos críticas sobre el film de Rodrigues; las dos llevan mi firma y han sido escritas en distintos momentos y para medios distintos; la primera en su versión original no llevaba título, y he decidido utilizar el título con el que se publicó la segunda crítica para los dos comentarios que siguen a continuación)

Una de las grandes películas de la última década; después de su paso por el BAFICI 2010, en donde ganó el premio de la competencia “Cine del futuro” (merecido galardón, pues no hay antecedentes precisos de una película semejante), se estrena Morir como un hombre y constituye una oportunidad única para verificar que el futuro del cine recién empieza y no es precisamente el cine en 3D.

Como si se tratara del rostro de un yanomami, un soldado se maquilla para ir al frente. Es una guerra imprecisa, casi onírica, cuya batalla transcurre en un bosque de noche. Dos soldados tendrán sexo, y uno de ellos morirá como un hombre. Inmediatamente, vienen los títulos de presentación que se intercalan con una original explicación médica sobre la transformación genital. Es una escena absolutamente genial, pues condensa el dilema filosófico del film.

Del resto del metraje se predica otro sentido de morir como un hombre, y, paulatinamente, Tonia, una estrella del musical, travesti que vive con su enamorado mucho más joven, y que tiene un hijo de la edad de su pareja y ama profundamente a su perro diminuto, irá articulando un relato esencialmente poético de carácter trágico, no desprovisto de humor, sobre la subjetividad travesti. Son 20 años de carrera, y un extenso período de tiempo para convencer al mundo de que es una mujer. Profesión e identidad simbólica y biológica definen los días de Tonia.

Estructuralmente rizomática, a pesar de que el título indica un telos ineludible, Morir como un hombre es siempre impredecible: un paseo por el bosque deriva en una estadía delirante en una casa de campo con dos travestis. Una de ellas es capaz de recitar a Celan en idioma original, mientras que la otra es una especie de ama de llaves, o, como se autodefine en algún pasaje, compañera de “claustro”. En algún momento, irán a cazar duendes en plena noche (americana que deviene en noche rojiza), y con un médico amigo de la casa terminarán juntando hongos.

En efecto, la libertad de Morir como un hombre es soberana: Rodrigues, entre otras cosas, reinventa el color en el cine, o más bien nos recuerda que existe un régimen de color dominante con el que nos hemos acostumbrado a codificar las imágenes cinematográficas. Redescubrir la luz sobre los objetos y los sujetos no es una virtud menor. Véase la escena en la que a través de una sobreexposición de luz se pinta el plano de un solo color: es sencillamente un triunfo de Rodrigues sobre el lenguaje del cine, y no se trata precisamente de la invención de un mundo metafísico habitado por entes celestes con rabos extensos. Morir como un hombre es también demasiado humana para ser reducida a un film paradigmático de festivales gay, como se sugirió en la ridícula crítica de Variety durante Cannes 2009, cuando tuvo su première mundial.

Es que la grandeza de la tercera película de Rodrigues va mucho más allá de la creación de una forma cinematográfica. Se trata de una larga preparación hasta alcanzar esa misteriosa elegía materialista con la que se cierra la película, uno de los funerales más hermosos de la historia del cine, musicalizado con una canción popular y que culmina con una panorámica de Lisboa. Los colores de Morir como un hombre, como ya se dijo, son inolvidables, pero no son sus tonos de color su mayor grandeza, sino los múltiples matices y tonalidades por los que se define la vida humana.

Esta crítica fue publicada por la revista Good News en el mes de febrero 2011

***

Un soldado se prepara para la guerra. Como un guerrero primitivo se pinta la cara. En el bosque y por la noche camina junto a otros miembros del pelotón en una misión imprecisa. En vez de matar tendrá sexo con un compañero, aunque posteriormente habrá un disparo, una reacción desmedida de Zé Maria, cuyo padre es un travesti.

La secuencia siguiente es fascinante. Un plano sobre las manos de un médico explicando la mutación quirúrgica del sexo, que se intercala con los títulos, funciona como un preámbulo filosófico: la identidad (sexual) es maleable, como si el mismo modelo de la materia (humana) fuera el origami. Así, plegando un papel, el doctor simplemente subscribe el deseo de Tonia: “vivir en lo plural”.

La tercera secuencia no es menos magistral: un extenso y elegante travelling lateral hacia la derecha va descubriendo el microcosmos multicolor del personaje de Morir como un hombre. Mientras caminan por un vivero Tonia y una amiga hablan sobre su posible operación genital, una decisión trascendental, quizás un gesto demasiado radical si sólo se trata de satisfacer a su joven novio Rosário, a veces hijo más que amante, un junkie caprichoso que indudablemente ama a Tonia.

Estas tres escenas consecutivas sintetizan la totalidad del filme, una ostensible obra maestra cuyo título cierra y anticipa literalmente la trama. Tonia, que vivió como mujer toda su vida, morirá como un hombre, pero lo que importa aquí no es el destino fatídico del personaje sino las coordenadas simbólicas de una vida. El catolicismo de Tonia, el amor por sus mascotas, su hijo y su amante, su fama como gran estrella del musical (siempre en fuera de campo, pues jamás veremos a Tonia sobre el escenario, aunque sí escucharemos a sus fans aplaudir) y su rivalidad con la bellísima Jenny.

La tercera película de João Pedro Rodrigues demuestra el potencial del lenguaje cinematográfico. Aquí, Rodrigues reinventa el color. Los planos al ras del suelo sobre zapatos, un paseo frente al lago, una caminata por un cementerio, un corte de pelo son pasajes en los que Rodrigues invita a percibir el color como un fenómeno medular de la experiencia humana. Una salida nocturna a un bosque para cazar duendes, liderada por Maria Bakker, un travesti que recita a Celan en alemán, es el momento más sublime y cómico del filme. Lo que vemos deviene rojo, y junto a todos los personajes escuchamos un tema musical.

El plano secuencia final también viene acompañado de una canción. Tonia le canta a Lisboa y a los hombres y mujeres libres del mundo. “El intento de estabilizar una identidad es en sí mismo un proyecto disciplinario”, decía Leo Bersani. En el cuerpo de Tonia y en su fe en lo plural Rodrigues revela el precio de la desobediencia.

Esta crítica fue publicada en La voz del interior durante el mes de marzo 2011

Copyleft 2011 / Roger Alan Koza