MES FICUNAM 2013 (09): BUSTER BUDA Y OTRAS ESCENAS BUDISTAS

MES FICUNAM 2013 (09): BUSTER BUDA Y OTRAS ESCENAS BUDISTAS

por - Críticas, Festivales
15 Feb, 2013 08:50 | Sin comentarios

imagesWalker / Caminante, Tsai Ming-liang, Taiwán, 2012

Por Roger Koza

25 minutos, 22 planos, sólo un primer plano de un rostro, ninguna pieza musical extradiegética que acompañe lo que vemos, un solo personaje, una ciudad y, sin duda, una clase magistral sobre el poder del encuadre en el cine mientras se desarrolla una especie de comedia budista sostenida por diversos contrastes: la velocidad frente a la lentitud, lo secular frente a la tradición, la multitud frente a la singularidad, en este caso de un monje budista, el caminante del título.

Posible material de una instalación, junto a otro cortometraje llamado Sin forma, Walker remite en su carácter observacional y en algunas secuencias a ese prodigio llamado Conversaciones con Dios, una obra genial y poco conocida del director. La novedad aquí pasa por una tenue comicidad ausente en aquella obra. El monje interpretado por el alter ego del director, Lee Kang-sheng, simplemente camina por Taipei a una velocidad que resultaría lenta hasta para una tortuga. La concentración del monje es extrema y la posición del cuerpo parece negar la realidad exterior por donde transita. ¿Es un koan visual? ¿Un chiste críptico?

La indeterminación semántica del film es totalmente consciente, al igual que el trabajo obsesivo con el registro, en el que se puede verificar una de las marcas registradas del director: el notable uso de la profundidad de campo, como en el plano inicial, cuando el monje baja unas escaleras dirigiéndose hacia la calle. No pasará mucho: en un pasaje se pueden ver algunos adivinos ejerciendo sus prácticas espirituales en plena calle y durante la noche; en otro momento, la soledad absoluta del religioso se torna hiperbólica cuando se lo ve caminando en medio de una peatonal atestada de gente; la inconmensurabilidad entre los transeúntes y este hombre totalmente sumido en su misión absurda quizás consista en una meditación, quizás sea una provocación.

Tsai propone un juego de adivinanzas. A medida que los planos se abren, la proeza para el espectador es descubrir dónde estará ahora el anacoreta vestido de rojo. Las panorámicas son soberbias y en una de ellas hay una pecera, acaso un guiño del director a sus fieles. ¿Habrá algún alma reencarnada en pez en esa pecera que se ve a la derecha del plano 13?

OLYMPUS DIGITAL CAMERAMekong Hotel, Apichatpong Weerasethakul, Tailandia, 2012

Apichatpong Weerasethakul nos tiene acostumbrados a un mundo misterioso regido por otros signos y a un cine trance donde los espectros deambulan, los animales se comunican con nosotros y los hombres y las mujeres flotan en la existencia sin desconocer los padecimientos del cuerpo ni las fatalidades de la historia. Una mujer recordará aquí la emigración proveniente de Laos durante la década del ’60 y el impacto sobre su estilo de vida humilde; también repasará su entrenamiento militar: el limbo del director tailandés nunca parece estar disociado de una memoria política y colectiva.

Mekong Hotel bien podría ser considerado un retrato del limbo en 36 planos. El hotel, situado a orillas del río Mekong, al norte de Tailanda, es tan sólo un escenario apacible para el (re)encuentro. Al comienzo, Apichatpong intercambia algunas palabras con un viejo compañero de escuela, Chai Batana, mientras éste ejecuta en su guitarra el tema musical del filme. En el hotel también están Phon y Tong (a veces también es Masato), que son pareja; a Tong le preocupa su perro, que ha sido devorado por un fantasma pob. Es posible que la madre de Phon, que también está en el hotel, sea el fantasma en cuestión, una entidad metafísica que devora entrañas tanto de animales como de seres humanos. Comer una mascota no le será suficiente, de modo que los otros pasajes que involucran al espectro pueden ser reales, como también un sueño o los recuerdos de vidas pasadas. No pasará mucho más, excepto por algunos diálogos que aluden sesgadamente al pasado y al presente de Tailandia en un contrapunto exacto con ciertas inquietudes tan metafísicas como cotidianas.

La imprecisión narrativa deliberada, el predominio de planos medios fijos y la sonoridad del lenguaje tailandés diseminan un estado de ánimo omniabarcante, como si se tratara de filmar un movimiento perpetuo del espíritu a la deriva, tal como lo patentiza metafóricamente ese plano general glorioso de cuatro minutos y medio con el que termina la película donde unas lanchas se desplazan sin dirección por el río.

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Las dos películas se exhiben en la sección Trazos, Ficunam 2013

Ambas críticas pertenecen al catálogo de Ficunam 2013

Roger Koza / Copyleft 2013