MEDIANOCHE EN PARÍS / MIDNIGHT IN PARIS

MEDIANOCHE EN PARÍS / MIDNIGHT IN PARIS

por - Críticas
04 Jul, 2011 11:22 | comentarios

**** Obra maestra  ***Hay que verla  **Válida de ver  * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor

Por Roger Koza

LA VIDA ESTÁ EN OTRA PARTE


Medianoche en París / Midnight in Paris , EE.UU-España-Francia, 2011

Escrita y dirigida por Woddy Allen

***Hay que verla

El cineasta cuya obra gira una y otra vez sobre algunos clisés característicos de una clase social con un perfil específico, vuelve con sus dilemas filosóficos pero con una amabilidad extraña en sus películas y algunos grandes instantes cinematográficos.

En una entrevista reciente con el crítico estadounidense Kent Jones, Allen dice: “Tengo un sentimiento recurrente e insistente de que la realidad en la que estamos atrapados es, en verdad, si la diseccionamos, una pesadilla”. Su declaración sintetiza Medianoche en París y una preocupación filosófica que recorre toda su obra: el cosmos es un fenómeno sin sentido, y la existencia de los hombres no constituye una excepción metafísica. ¿Cómo defenderse o vivir con esa clarividencia?

Los planos iniciales sobre distintos lugares de París son cinematográficamente elegantes. Quizás Allen recordó una conversación que tuvo con Godard acerca de cómo filmar la arquitectura de una ciudad sin ceder a la estética televisiva. Suena un tema de Sidney Bechet: el espacio remite al presente, la música al pasado, lo que anuncia una intersección futura en el relato.

Gil (Owen Wilson) es un escritor frustrado que trabaja como guionista en Hollywood. Junto con su prometida viaja a París, lugar que estima ideal para escribir en serio. Es evidente que se quieren, aunque sus agendas inconscientes son ostensiblemente disímiles, algo que la familia de la novia entiende bien.

Entre paseos y encuentros familiares, después de una cena, Gil se perderá caminando hasta llegar a la calle Montagne St. Geneviève, en donde el conductor de un auto antiguo lo invitará a subir. Será un puente mágico al pasado, a la década del ’20, un viaje que Gil emprenderá todas las noches. Allí conocerá a Fitzgerald y a Hemingway, inspirará a Buñuel la trama de El ángel exterminador, discutirá con Dali y Man Ray acerca del surrealismo, y hasta tendrá un affaire con una amante de Picasso. Gertrud Stein, por otra parte, le hará una crítica a su novela.

Al igual que en La rosa púrpura de El Cairo, ese circuito temporal y espacial no será explicado. En un pasaje lúcido, un personaje del ’20 y Gil se toparán con Lautrec en el pináculo de la Belle Époque. Esa escena constituye el centro de gravedad filosófico: la idealización del pasado es una falsa opción, que ni siquiera funciona como consuelo. El pasado mítico es un obstáculo, un impedimento, un deseo negativo. Finalmente, entre sus periplos al pasado, Gil tomará una decisión sobre su futuro.

Quizás porque la mayoría de los personajes son especímenes grandiosos de la literatura y la pintura, y todos ellos tratan a Wilson, el alter ego de Allen, como a un igual, la película carece del típico desprecio de Allen por sus criaturas, que siempre son menos inteligentes que su titiritero detrás de cámara y, por obsecuencia y consecuencia, también menos sagaces que su público. Wilson, además, le impone un tono ligeramente naif a su personaje. Es evidente que Allen ha trabajado conscientemente sobre la inocencia del personaje, pero el modo como Wilson interpreta a un imaginario Allen rejuvenecido trastoca la amargura cínica del cineasta en una ligereza que hasta puede confundirse con sabiduría prematura.

La mejor película de Allen en años insiste en una sola cosa: las cosas funcionan sólo por deseo.

Esta crítica fue publicada en el diario La voz del interior durante el mes de julio 2011

Roger Koza / Copyleft 2011