LE HAVRE / EL PUERTO

LE HAVRE / EL PUERTO

por - Críticas
16 Sep, 2012 03:37 | comentarios

**** Obra maestra  ***Hay que verla  **Válida de ver  * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor

Por Roger Koza

FIGURAS DE RESISTENCIA

El puerto / Le havre, Finlandia-Francia-Alemania, 2011

Escrita y dirigida por Aki Kaurismäki

**** Obra maestra

Desde su estreno en Cannes, el film de Kaurismäki, tal vez su mejor título, suele ser amablemente menospreciado como una historia simpática; se trata de una obra sensible y políticamente relevante, sin un ápice de cierto cinismo cool característico del director. 

La solidaridad es un término tan gastado como el concepto de resistencia; usados sin discreción se vuelven exangües. Pero en El puerto no se dicen, se muestran, y de un modo tal que la ternura preside los actos de los personajes y la lógica de los planos. No hay muchas películas como esta pequeña obra maestra de Aki Kaurismäki.

¿De qué se trata? En principio, de la inmigración ilegal en Europa, en un tono no muy lejano del cuento de hadas, incluso hasta habrá un milagro, aun cuando el apellido del protagonista, un lustrabotas, no resulte simbólicamente inocente: Marx. Será él quien lidere la resistencia barrial frente a un sistema de persecución casi militar que funciona al norte de Francia, en Le Havre, en Calais, como si se tratara de una guerra difusa contra el extranjero (Figuras de guerra, de Sylvain George, sin duda es el complemento perfecto del film de Kaurismäki, incluso, el director finlandés incluye un par de imágenes del campamento de inmigrantes, el mismo que George muestra hacia el final de su película).

Aquí, un niño procedente de África, hallado en un contenedor junto con otros “muertos vivos”, se ha escapado. En los diarios el intruso preadolescente ya casi parece tener vínculos con Al Qaeda, y habrá vecinos soplones, tal vez nostálgicos del régimen de Vichy, dispuestos a denunciar por teléfono el paradero del terrorista, sustitución ideológica del judío (lo que explica el anacronismo discreto de la puesta en escena: los teléfonos antiguos y la mixtura de autos antiguos y modernos).

Marx, que trabaja con un vietnamita con residencia y casado con una finlandesa, es sensible a la suerte del niño. Le dará un sándwich, un techo, hasta juntará dinero organizando un concierto de rock para pagar el viaje clandestino que lleve al pequeño Idrissa a Londres, donde viven algunos de sus familiares. Mientras tanto, su mujer será hospitalizada: una enfermedad mortífera anida en su vientre.

Pero El puerto, a pesar de lidiar con la xenofobia y la violencia de estado, jamás asfixia. Su paradójica austeridad expresionista opera un distanciamiento mágico sin anular la clarividencia. Los colores elegidos, la lectura de un cuento de Kafka, los ocasionales compases musicales de Rautavaara, la (in)expresividad de sus intérpretes y el retrato amoroso de una comunidad en la que los humildes se organizan para ayudar a esa criatura peligrosa llegada de un continente desposeído se imponen a la naturaleza aciaga del tema. ¿Así se filma la utopía?

El gran Kaurismäki, en un inclasificable estado de gracia, nos cuenta acerca del estado del mundo. De los planos iniciales de los zapatos de los transeúntes de una estación hasta el plano medio de un cerezo en flor, habrá pasado una hora y media: tiempo suficiente para volver a creer en el cine.

Esta crítica fue publicada en otra versión por el diario La voz del interior en el mes de septiembre 2012.

Roger Koza / Copyleft 2012