HAN CINE 2021: FESTIVAL DE CINE COREANO: UN MAESTRO Y UNA PROMESA

HAN CINE 2021: FESTIVAL DE CINE COREANO: UN MAESTRO Y UNA PROMESA

por - Festivales
21 Sep, 2021 10:00 | Sin comentarios
Dos cineastas. Un hombre y una mujer: uno con experiencia, la otra con intuiciones. Dos películas distintas y cercanas.

Hermanos en una noche de verano / Nam-mae-wui Yeo-reum-bam, Yoon Dan-bi, Corea del Sur, 2019

Las historias familiares se parecen, y las películas familiares suelen repetirse sin importar el idioma: la caracterización de los personajes, el suspenso afectivo de la trama, los posibles conflictos de intereses no varían demasiado. La virtud de un cineasta reside en eludir sin exagerar el lugar común de un drama o una comedia familiar y por consiguiente singularizar sin extralimitarse lo que puede ser singular de una familia respecto de todas las otras. En este sentido, el relato de la primera película de la joven directora coreana Yoon Dan-bi acopia todo lo que puede sucederle a una familia en la que el abuelo tiene una salud frágil, los hijos, vidas difíciles, y los nietos, una situación inicial para proyectar sus vidas que no es del todo promisoria. La visita a la casa del querido abuelo durante un verano es el escenario y el tiempo elegidos para dar a conocer las pequeñas felicidades y frustraciones de cada uno de los personajes, incidentes y placeres que revisten siempre interés porque permitan atisbar rasgos de las personalidades y asimismo reflejan sentimientos decisivos en la vida de cada uno de los protagonistas. Lo distintivo de la película pasa por prescindir de cualquier matiz de sentimentalismo ramplón y erigir su fuerza afectiva en gestos microscópicos que tienen su correlato geométrico establecido en la distancia con la que se observan las acciones y las reacciones de los personajes. Al decoro estético sobre cómo filmar los sentimientos se añade una rara capacidad para emplear diversas angulaciones a fin de componer muchos de los encuadres generales cuya función poética no es otra que desmarcar la vida doméstica de la percepción cotidiana proclive a la inatención y la codificación mecánica. Es por eso que la casa del abuelo luce mucho más espaciosa de lo que es, porque los los espacios vacíos y las distancias en el interior de cada ambiente se aprovechan milimétricamente, como si el inmueble ubicado en el medio de la ciudad contara con muchas habitaciones y se hallara en una zona de quintas. Tales consideraciones formales pueden pasar desapercibidas, no así la simpatía del niño, la circunspección de su hermana, las vacilaciones del padre, la frustración de la tía y el silencio del abuelo. La síntesis es satisfactoria y promisoria: la película es una delicadeza, la directora, una revelación.

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La mujer que huyó / Domangchin yeoja, Hong Sangsoo, Corea del sur, 2020.

La antepenúltima película del maestro Hong Sangsoo se circunscribe a sus habituales sondeos sobre la esquiva gramática de los sentimientos sin inclinarse al drama ni al melodrama, a veces sí matizando con algún inesperado giro cómico los distintos episodios en los que sus personajes hablan, beben y comen. La ostensible austeridad de recursos con la que filma no significa que Hong se entregue a la pereza y se acomode a un estéril minimalismo de la puesta en escena: los zooms hacia adelante y atrás para encuadrar en el plano, el inteligente empleo de la repetición para sugerir alguna idea y el formidable trabajo sobre los intérpretes y los textos que verbalizan desdicen cualquier imputación sobre su manifiesta poética. Acá una mujer que lleva casada cinco años con su marido y jamás se han separado siquiera un día aprovecha la experiencia de su ausencia para visitar a dos amigas e ir a un cine. En cada oportunidad, los diálogos funcionan como un contraste respecto de la endeble certeza acerca de estar bendecida por un destino amoroso en común con el que reviste de éxito a su matrimonio. Todo lo que dicen los personajes no se inscribe en una exteriorización de sus psicologías, pero sí materializan con total naturalidad las formas de expresión cotidiana de cualquier persona interactuando con otra, discreta virtud de los parlamentos de Hong que pueden pasar desapercibidos en muchas de sus películas. El universo simbólico elegido es el de siempre: hombres y mujeres heterosexuales y de clase media relacionados con el mundo de las artes y también exponentes de una franja etaria de entre 30 y 50 años. Pero siempre hay una imperceptible variación, temática o formal en cada película de Hong; en esta ocasión, la novedad conceptual pasa por una ligera meditación sobre la vida animal y la distinción que puede establecerse entre estos y nosotros, los poseedores de conciencia, descripción de la que no se desprende ninguna superioridad, pero sí una cualidad de otra naturaleza. Este desvío filosófico menor y fugaz prepara astutamente uno de los mejores gags en toda la carrera de Hong: lo que sucede con un gato después de una conversación absurda y violenta entre algunos vecinos de un complejo es tan hilarante como humorísticamente milagroso. 

*Publicadas en Revista Ñ en el mes de septiembre 2021.

Roger Koza / Copyleft 2021