FLANDRES

FLANDRES

por - Críticas
01 Sep, 2007 12:28 | comentarios

**** Obra maestra *** Hay que verla ** Válida de ver ● Sin Valor

por Roger Alan Koza

Extensión del campo de batalla

Flandres, Francia, 2006.

Escrita y dirigida por Bruno Dumont.

*** Hay que verla

El problemático film de Dumont ofrece una abstracto aunque preciso retrato de la guerra como una conducta estructural de nuestra especie. 

Siglos atrás, decía Heráclito de Éfeso, el filósofo oscuro: «La guerra es el padre y el rey de todas las cosas». Aforismo preciso para rotular el espíritu de una obra y una película específica. En efecto, la cuarta película de Bruno Dumont, filósofo devenido en cineasta, actualiza el apotegma del pensador griego en un contexto contemporáneo reconocible, a pesar de su proclividad a la abstracción.

Flandres se estrenó en la competencia oficial de Cannes 2006, y como había sucedido con La humanidad siete años antes, recibió el premio del jurado. Ni Wong Kar Wai, ni Cronenberg, como presidentes del jurado en dichas ocasiones, neutralizaron el malestar del público y la desavenencia de la crítica especializada; Dumont no es condescendiente.

La vida rural francesa es su especialidad, y la monotonía nihilista de la existencia su diagnóstico respecto de ésta. Así Demester, el protagonista de esta alegoría del siglo XXI, trabaja la tierra, mientras que su única satisfacción es fornicar con Barbe, amiga de la infancia con la que mantiene, a primera vista, un vínculo desprovisto de romanticismo y compromiso. De hecho, ella hace de la concupiscencia un estilo de vida, y Demester es uno entre tantos. El sexo, en el cine de Dumont, es siempre un consuelo fisiológico, una réplica fugaz frente al hastío.

Un buen día Demester y otros jóvenes del pueblo se van para la guerra, incluso un reciente pretendiente de Barbe llamado Blondel. Ir a la guerra, para estos jóvenes desencantados, no es muy distinto que planificar unas vacaciones: «¿Dónde es la guerra a la cual vas?». Aunque en un pasaje posterior también se revela que alistarse implica una recompensa económica  y una inquietud moral: «En todas las guerras hay inocentes. Mueren niños». Una vez en el frente, en un conflicto bélico que bien puede remitir a Irak o a cualquier aventura occidental en algún país musulmán, la canción es la misma: «la guerra es un infierno». Pero Flandres no es una película de guerra sino de acción (moral). De acción porque cada acto tiene una consecuencia.

El plano en el cine es la crueldad. Todo se vuelve visible, y de lo que se muestra no se puede huir. Por eso la ética de un realizador determina una estética. Así Dumont elige representar la crueldad en un sistema de visibilidad en el que el fuera de campo y el gran plano general funcionan como un modo de respetar a las víctimas. De ese modo, cuando un chico enemigo muere se lo escucha, no se lo ve. Y cuando los soldados abusan sexualmente de un adversario la elección es ver a la distancia, pues de cerca uno se convierte en cómplice. Además, como señalaba Silvia Schwarzbock en una ponencia dictada en el festival de Mar del Plata durante este año, Flandres desarrolla una extraña noción de justicia, o sugiere un interesante ejercicio de reparo respecto de un acto de violencia gratuita. Mientras los occidentales eligen el exceso los árabes difusos de Flandres toman una senda moderada. Véase los efectos y la resolución del abuso aludido y cómo ello habrá de precipitar un conjunto de muertes de lo que se predica una concepción de venganza.

Formalmente prodigiosa, el paisaje es aquí una entidad, acaso la materialización de la intimidad de los protagonistas, un método que elude el psicologismo y apuesta por la sugerencia. Vida vegetal, vida mineral, el campo y el desierto, la subjetividad es un espejo del naturaleza, cuya expresión sonora es magistralmente orquestada durante todo el metraje.

Filosóficamente hobbesiana, todo es un combate infinito. Aunque es posible que Dumont pertenezca a esa tradición que Paul Schrader denominó estilo trascendental, en donde un momento decisivo define la esencia de un relato. «Te amo», es lo último que se escucha.

Esta crítica fue publicada con algunas modificaciones por el Diario La Voz del Interior durante el mes de agosto de 2007.

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