FICUNAM 2018 (13): LA VENDEDORA DE FÓSFOROS

FICUNAM 2018 (13): LA VENDEDORA DE FÓSFOROS

por - Festivales
09 Mar, 2018 09:12 | Sin comentarios
La poética de Moguillansky consiste en transformar actos y eventos reales en materiales de ficción. En La vendedora de fósforos su método alcanza su mayor perfeccionamiento. (Competencia Internacional).

*** Local Caption *** La vendedora de fósforos, The Little Match Girl, Alejo Moguillansky, Argentinien, 2017, V’17, Spielfilme

La vendedora de fósforos, Alejo Moguillansky, Argentina, 2017

La ligereza es una virtud de buen cineasta. En esta pieza de cámara se dicen muchas cosas y se relacionan universos simbólicos diversos: todos los signos que participan en el film son trabajados por una hermosa empatía estética, como si Moguillansky fuera un DJ nacido en el siglo XIX que desde esa época pretérita amalgamara sustancias literarias, musicales y cinematográficas que intervienen sobre el presente.

En el inicio, la voz en off de uno de los personajes enumera el variado repertorio. Quedan afuera de sus anuncios una apreciación de Lenin, el fantasma de Bresson, varios músicos decimonónicos y una hermosa carta de un militante alemán de la RAF que firma con la letra H. La milagrosa intertextualidad no es aquí ni un capricho ni un abuso, más bien se trata de una forma de habitar el mundo, acaso un método individual de resistencia.

El título remite al cuento de Andersen y también a una ópera (que cuenta con argumento pero en la que no hay personajes) del compositor alemán Helmut Lachenmann. El film se presenta como un diario de los ensayos del músico durante su estadía en Buenos Aires en enero de 2014, antes de estrenar la obra en el teatro Colón.

Tal declaración es un Macguffin, porque la ficción se apodera del eventual registro de esa visita y desarrolla las peripecias laborales de una pareja con una hija en una ciudad administrada por un gobierno conservador. Él tiene que imaginar la puesta de la ópera; ella ayuda diariamente a una extraordinaria pianista de edad avanzada. El contexto es bastante hostil, y como en cierto pasaje se enuncia, esto se debe a que todas las cosas del mundo pertenecen a los pocos dueños de las riquezas.

La elegancia de Moguillansky consiste en disimular su refinamiento, aunque a nadie se le puede pasar la delicadeza de los travellings para seguir una caminata o la amorosa referencia (narrativamente justificada) a Al azar, Baltasar.

Roger Koza / Copyleft 2018