FICIC / FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE INDEPENDIENTE DE COSQUÍN 2016 (05): EL VIENTO SABE QUE VUELVO A CASA

FICIC / FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE INDEPENDIENTE DE COSQUÍN 2016 (05): EL VIENTO SABE QUE VUELVO A CASA

por - Críticas, Festivales
07 May, 2016 10:41 | Sin comentarios

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Por Roger Koza

El título podría pertenecer a una poesía de Forugh Farrokhzad, la cineasta y escritora que inspiró a Abbas Kiarostami a filmar El viento nos llevará, o también a una apropiación del dicho bíblico, “el viento sopla en donde quiere”, que tanto le gustaba al cineasta Robert Bresson. En verdad, el título pertenece a un fragmento poético de Jorge Teiller, un destacado poeta chileno admirado por el realizador (y también por su protagonista). Pero esas referencias foráneas no son caprichosas. El cineasta José Luis Torres Leiva, si bien es chileno, tiene una sensibilidad cinematográfica en ostensible sintonía con los maestros citados, una sensibilidad que se encuentra en extinción entre sus colegas. Torres Leiva es una anomalía: la cámara es para él un instrumento óptico capaz de filmar lo imperceptible, por ejemplo el viento.

No es aquí donde Torres Leiva está interesado en capturar la manifestación y las variaciones de “la compensación de las diferencias de presión atmosférica entre dos puntos”, como define (“poéticamente”) el viento el astrónomo alemán Günter D. Roth. En todo caso, el viento que aquí importa es aquel que mueve el espíritu de las personas, en particular a los habitantes de distintas generaciones que viven en Chiloé, zona de islas en el sur de Chile. Supuestamente, un cineasta, interpretado por otro cineasta excepcional de esa cinematografía andina, Ignacio Agüero, está haciendo un casting para una futura película. La historia de ese film potencial pasaría por una lugareña historia de amor vetada por los familiares de los novios, quienes desaparecieron del lugar sin dar explicaciones.

Ese casting permite que Torres Leiva descubra una comunidad y su carácter. Los jóvenes que se presentan al casting, a través de sus testimonios, permiten entender fácilmente las peripecias simbólicas y físicas que les impone un ecosistema a los pobladores de las islas. Por otra parte, Agüero entrevista a personas de otras edades en las que se revelan capas más complejas y hermosas de la idiosincrasia de los sureños, en cierta medida atravesados a lo largo del tiempo por una diferenciación entre los que son mestizos y los pobladores originarios.

El humanismo discreto del film es tan exquisito como la concepción de registro. Filmar el espacio es aquí fundamental, ya que organiza mucho más que los desplazamientos de los habitantes de las islas. Lo que es afuera es adentro. El paisaje duplica su hermosa extensión como también su ineficiencia para acoger a quienes lo habitan. Una panorámica sobre el reflejo de la luna en el mar es tan imponente como la soledad de Agüero escribiendo algunas notas en una cabaña durante la noche. En esos contrastes, la película enseña a mirar. Por otra parte, en los diálogos de Agüero con las decenas de personajes que protagonizan el filme se aprende a escuchar. Victoria sensible del cine sobre los ruidos que ensordecen y las miles de imágenes que circulan por doquier y pocas veces devuelven algo del misterio del mundo y las contingencias de sus criaturas.

Esta crítica fue publicada en el diario La voz del interior en el mes de mayo 2016

Roger Koza / Copyleft 2016