FICIC 2021 (04): RETROSPECTIVAS Y FOCOS: LOS DESOBEDIENTES: EL CINE DE GOYO ANCHOU

FICIC 2021 (04): RETROSPECTIVAS Y FOCOS: LOS DESOBEDIENTES: EL CINE DE GOYO ANCHOU

por - Festivales
27 Abr, 2021 11:32 | Sin comentarios
Una hipótesis de lectura sobre el cine de Anchou y cinco breves textos sobre cada una de sus películas.

Anchou pertenece a los cineastas que han estudiado el cine y su historia, pero en el momento en el que pasan del saber y el estudio a la práctica y al acto de empuñar una cámara abjuran de lo aprendido y se aventuran en la desobediencia y la experimentación. Porque se conocen las reglas se las puede ignorar o revertir, lo que se corrobora en una película como Safo, tan inclasificable como disruptiva, porque más allá de su aparente caos y desprolijidad el concepto sonoro de la película y la ruptura sistemática de la representación implican que el responsable de todo entiende perfectamente lo que está buscando en cada momento.

“Cine de guerrilla” y también “low fi” y “high concept” son formas conceptuales elegidas por el cineasta para situar sus películas en el ecosistema cinematográfico. ¿A qué se refiere? A una sola cosa: condiciones de producción precarias (con una estética concomitante) que no disimulan su índole menesterosa pero tampoco imponen obstáculos al trabajo sobre lo filmado hasta obtener un rendimiento artístico que es independiente del límite material del registro. En efecto, el trabajo cromático de todas las películas de Anchou, ciertas decisiones de encuadre y sus ideas sonoras siempre se ponen en juego sin depender estrictamente de la calidad del instrumental empleado.

El mejor ejemplo radica en las sobreimpresiones y los fundidos de Heterofobia, donde se doblega la precariedad material hasta esculpir la textura del plano y que este pueda adquirir un semblante enrarecido capaz de remitir a viejas cualidades lumínicas del cine silente y también a formas de degradación antinaturalista del color que invocan ciertos gestos del cine de vanguardia. Acá, ese menos que constituye el punto de partida material es siempre más, pero no por un recorte de excesos, sino porque el menos obliga a un más propiciado por la obstinación de quien en el reconocimiento de lo que le falta reinventa lo poco que tiene como si contara con vastos recursos.

Cineasta inigualable, Goyo Anchou, hombre que filma sin pedirle permiso a nadie y de la forma que se le antoja; el cine contemporáneo vibra en él y en sus películas se despliegan vertiginosamente cuestiones centrales del malestar de la cultura en el siglo XXI.

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El triunfo de Sodoma, Goyo Anchou, Argentina, 2020

“El hueso no se dobla, se quiebra”. La osamenta simbólica aludida es un término en boca de todos: el patriarcado; no es siquiera una ideología, porque sobre él pueden erigirse muchas, como el capitalismo o el especismo. El tema del nuevo film de Anchou es ese, pero qué es el film en sí resulta difícil saberlo. ¿Un documental sobre la mutación de la matriz que ha ordenado la Historia durante siglos? ¿Un retrato sobre un imaginario mutante? En esta película, dividida en capítulos con títulos tan irreverentes como ingeniosos, el encuentro entre dos personas para tener sexo (o no) deriva en un relato en forma de flashback que acopia escenas en Nueva Deli, Hong Kong, Mar del Plata y otras ciudades; la tenue ficción es apenas un recurso para pensar el actual (des)orden libidinal, leído como síntoma de un clima revolucionario. Varias secuencias tienen un valor documental incuestionable, como los primeros minutos, en los que se observa una manifestación feminista frente a una iglesia, del mismo modo que todas las texturas de la película y sus juegos cromáticos ostentan una hermosura inclasificable, testimonio estético de la época en curso.

Heterofobia, una rapsodia antipatriarcal (2015)

“Esta es la historia de Mariano”, dice la voz en off que cada tanto contextualiza el camino del protagonista que busca emanciparse (sin saberlo muy bien) de los distintos discursos que constituyen el patriarcado y sus efectos concretos sobre el cuerpo y el alma. Anchou imagina esa transición hacia la felicidad como una batalla conceptual y una fricción entre el placer sexual y un imaginario difuso poblado por el cristianismo que subyuga inconscientemente el deseo. Ese choque psíquico se representa abrevando de secuencias diversas del cine mudo, matizadas por temas musicales de tradiciones heterogéneas e interpretados en guitarra que se yuxtaponen con la trama, urdidos por un montaje lúcido en el que los fundidos dominan la gramática y la experimentación cromática se impone por el ingenio que ostenta para conquistar la hermosura de un registro menesteroso. Toda la secuencia de seducción que ocurre en un lugar en Constitución durante la noche es un ejemplo notable de empleo de recursos escasos maximizados por el saber estético de quien mueve los hilos de este cuento irreverente.

El nombre de los seres (2012)

Dos hombres se encuentran en un bar nocturno de Buenos Aires, salen porque uno dice que no hay buena onda, caminan un rato y luego se acuestan. En todo momento, una voz en off introduce una meditación metafísica sobre seres diversos que acompaña plenamente el desarrollo del encuentro, aunque nada tiene que ver con este. La descripción de algunas especies reales e imaginarias (roedores, perros, lobos y vampiros) y de la ciudad de Buenos Aires como una metrópolis ruinosa antecede a una lectura del vampirismo y del universo de los muertos vivos; todo eso se enuncia en paralelo a la evolución narrativa, aunque unido con ella por la magnífica oscuridad en todos los planos, la indumentaria de los personajes y el destacado trabajo sobre los fondos sonoros.

La peli de Batato (2011)

Personaje irrepetible, sujeto de una época discretamente luminosa, no hay psicología que lo explique ni sociología que descifre sus decisiones y acciones. Demasiado evanescente y singular para definirlo. Batato Barea, clown, travesti, literato, un personaje central del underground porteño tras la recuperación democrática a mediados de la década del 80. De ahí se comprende el método elegido por Peter Punk y Goyo Anchou: multiplicar las voces de la memoria de sus testigos y componer una descripción polifónica para capturar una existencia interrumpida en 1991 por esa enfermedad (rosa) de la que ya casi no se escucha hablar. Aparecerán sus amigos, sus defensores y admiradores, sus secretos enemigos, sus padres: Divina Gloria, Gasalla, Ronnie Arias, Cristina Moreira, Katja Alemann, Carlos Belloso, Verónica Llinás, Tino Tinto, Hebe de Bonafini darán su versión de Batato. Alguien dirá: “Un ser casi místico”.

Safo (2003)

Carlos Hugo Christensen jamás podría haber imaginado un remake de la ya mítica Safo, historia de una pasión en manos de un cineasta del siglo XXI que inauguró acá una forma antiacadémica y desposeída de hacer cine. Al personaje de Roberto Escalada que llegaba de Mendoza para estudiar en la capital y se enamoraba de una mujer más grande que lo trastornaba, lo interpretan muchos actores en escenas discontinuas en las que el sonido del film de Christensen revive como un espectro que se funde con la toma de sonido de la cámara. Las candidatas de Raúl suelen ser distintas mujeres que le profesan su amor, la mayoría drag queens de la noche porteña, y los escenarios elegidos, por otra parte, devuelven una imagen de Buenos Aires que luce convulsionada y vibrante. La película inaugura lo que Anchou presenta como cine de guerrilla, empleo de un viejo concepto del cine político que en su uso inicial y posterior tendrá en el cine del autor otras implicancias políticas distintas a las de antaño. 

*Este fue comisionado para ser publicado en el catálogo del FICIC 2021.

Roger Koza / Copyleft 2021