EL PLANETA DE LOS SIMIOS: (R)EVOLUCIÓN / RISE OF THE PLANET OF THE APES

EL PLANETA DE LOS SIMIOS: (R)EVOLUCIÓN / RISE OF THE PLANET OF THE APES

por - Críticas
23 Ago, 2011 02:05 | comentarios

**** Obra maestra  ***Hay que verla  **Válida de ver  * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor

Por Roger Koza
LA LUCHA DE LAS ESPECIES

El planeta de los simios / Rise of the Planet of the the Apes, EE.UU., 2011

Dirigida por Rupert Wyatt. Escrita por Rick Jaffa y Amanda Silver 

*** Hay que verla

La resurrección de este ícono de la década del ’60 resulta un entretenimiento satisfactorio con algunos momentos de muy buen cine y esporádicas especulaciones filosóficas. 

El mono ha sido siempre un problema: hasta puede confundírselo con un anciano peludo y encorvado de los nuestros. La mano y la mirada de los simios han sido motivo de fascinación e inquietud. En esta versión resucitada de El planeta de los simios, acompañada del vocablo revolución (y origen), un gesto de la mano y la mirada sintetizan una cercanía indeseada. Faltará la palabra, y llegará tarde, casi en el crepúsculo del relato: un poderoso “no” le otorgará a la ira un sentido y un proyecto.

Algunos planos aéreos y el sonido de la jungla abren el filme. Inmediatamente, un grupo de hombres está de caza. Un mono entre otros es capturado; su destino, un laboratorio. Es “Ojos Brillantes”, una hembra, y la primera de su especie, que responde a los experimentos del genetista Will Rodman (James Franco). Una sustancia sintética llamada ALZ 112 intensifica y regenera las células del cerebro, lo que implica no sólo que un mono resuelva un problema geométrico sino la posible cura del Alzheimer.

La multinacional que financia la investigación ve un negocio; Will, en cambio, una oportunidad para curar a su padre. Además de adoptar al hijo clandestino de “Ojos Brillantes”, Will probará la droga en su padre. Su progenitor volverá a la vida, tocará el piano, volverá a manejar y oficiará como abuelo de César, el chimpancé inteligente, que, privilegiado por la herencia genética (modificada), podrá incluso hasta juzgar al ajedrez, y en su edad adulta, después de permanecer encerrado en un centro de primates, liderar una evolución y una revolución.

Si bien las distintas versiones cinematográficas inspiradas en la novela de Pierre Boulle El planeta de los simios tuvieron siempre un costado político, el implícito darwinismo difuso del tema sugería una “instintiva” contraposición metafísica. Eran simios monoteístas, amantes de las jerarquías eclesiásticas y cultores de un mono superior. El filme de Wyatt, al menos en este comienzo, es primitivamente político. César no se pregunta por el origen, simplemente concibe la libertad de su especie y se vale de la ira como fuerza revolucionaria.

En una escena misteriosa, un viejo orangután y César, ambos confinados en las celdas del centro en el que permanecen, mantienen una conversación de signos. No hablan pero se entienden a través de un lenguaje gestual (que es traducido extradiegéticamente). Es un instante potencialmente filosófico, precedido por un combate entre el macho alfa del grupo (no muy lejos en su conducta de uno de los guardias) y César, que todavía se viste con una remera. Lo primero que hará el mono sin modales es arrebatarle la remera a su contrincante. Parece un pasaje menor, pero su importancia conceptual es central: los animales desconocen la desnudez, una experiencia, para bien o para mal, esencialmente humana. Ambas escenas retoman el espíritu especulativo de las versiones anteriores, pero también aquí la teología es sustituida por una metafísica discreta.

Los planos secuencia digitales de César desplazándose por una casa (o en un bosque), un plano cenital de los monos liberando a otros en un zoológico, una lluvia de hojas sobre una calle ocasionada por una “tropa voladora” de simios colgados de los árboles de un vecindario, un travelling lateral siguiendo a las criaturas que arrasan un edificio de San Francisco y el enfrentamiento final con nuestra especie en el famoso puente Golden Gate constituyen algunas decisiones formales de Wyatt en donde el efecto digital está al servicio de una retórica visual y un cuidado narrativo.

Pero el gran efecto especial es la mirada de los monos. Miran, nos miran, se nos parecen. ¿Qué vemos cuando los vemos y nos ven? Y es en esa pregunta, justamente, donde reside el secreto de la película. Encantamiento digital y espejo inconsciente: identificarse con la rebelión de los monos es precisamente lo que nos constituye como humanos.

Esta crítica fue publicada en otra versión por el diario La voz del interior en el mes de agosto 2011.

Roger Koza / Copyleft 2011