EL EXTRAÑO CASO DE MR. EASTWOOD

EL EXTRAÑO CASO DE MR. EASTWOOD

por - Críticas, Ensayos
05 Feb, 2009 03:37 | Sin comentarios

Por Nicolás Prividera

1.

Changeling (El sustituto), la anteúltima película de Clint Eastwood, no alcanza estatura ni para ser una película abyecta: es apenas una película miserable. Pero detrás de su tradicional reconstrucción (de época, de estilo) se oculta una persistente perversión: la destrucción del cine clásico. Si éste se definía por su mesura aristotélica (cuya noble forma se fundamenta, entre otras cosas, en la elipsis como exclusión de lo que debe quedar -literal y simbólicamente- fuera del mundo representado), Changeling nos propone en cambio una indigna falsificación del pasado: bajo su aparente respeto al pathos clásico, la degradación de su ethos.

Esto no es nuevo en Eastwood (que ya había mostrado sus bajezas en Million dollar baby), pero esa cara oscura no deja de sorprender en un director que en los ’90 había dirigido otras películas sobre la paternidad y la justicia (como Absolute power y True crime), que son la contracara de Changeling: en ésta la acumulación de iniquidades (electroshock, ahorcamiento, niños asesinados) se suma a la acumulación de referencias genéricas (drama judicial, novela negra, melodrama familiar) haciendo implosionar los cimentos del cine clásico. Y así Eastwood, saludado como el último bastión del clasicismo hollywoodense, se revela como su mejor enterrador.

2.

En esa empresa autodestructiva, la crítica afrancesada le presta su mejor pala (enterrando también la tradición clásica de los Cahiers) tolerando el despreciable Changeling (invitado a la competencia oficial de Cannes) como un film en el peor de los casos «menor» de un directores que rinde culto a la venerable tradición del Hollywood clásico. El extraño caso de Mr. Eastwood (sus dos caras) ha sabido despistar a quienes persisten en verlo como el último ejemplar de una especie (más cercano al «quiet american» de Ford que al de Graham Greene), que tan bien encarnó en White hunter, black heart. ¿Cómo explicar entonces este «changeling» demasiado frecuente en su filmografía, que va de films filofacistas como Sudden impact a su revisionista díptico sobre la batalla de Iwo Jima?

Tal vez haya que buscar el origen de esas dos caras en el doble origen de Eastwood: del actor de los primeros spaguetti westerns de Sergio Leone y director de policiales duros en la senda de Harry el sucio, Eastwood sufre una «conversión» (no porque haya tenido una experiencia mística, aunque Cannes fue su camino de Damasco…) al transformarse en un realizador «serio» (a partir de la sobrevalorada Bird), respetado como heredero de la gran tradición del gran cine clásico de Hollywood. Como si (gracias al voluntarismo de la crítica) hubiera dejado de ser la fina estampa de John Wayne para convertirse en el redivivo fantasma de John Ford.

3.

Y es que a veces (como en Letters from Iwo Jima) Eastwood parece arañar los pies de Ford, pero históricamente (como en Heartbreack ridge, que parece una involuntaria parodia de The green berets) se rebela como un mero superador de Wayne. En Unforgiven lograba incluso convencernos de que está más cerca del Ford revisionista de Liberty Valance que del conservador Wayne de El Álamo (y su visión de Iwo Jima es la contracara perfecta de The sands of Iwo Jima). Pero el problema es que más allá de esos inconstantes aciertos, Eastwood está más cerca de Wayne (de las películas maniqueas de Wayne) que de Ford (de la grandeza clásica de Ford).

Eatwood parece mas bien un Wayne que (atormentado por su mala conciencia o la conciencia de su mal desempeño) quisiera ser Ford. Y así tenemos que en su última película, Gran Torino, posterior a su Changeling, vuelve a sorprendernos (a intentar sorprendernos, porque ya le conocemos las mañas) con un nuevo cambio de dirección… En ella vuelve a ser un cascarrabias de buen corazón (o sea: todo lo liberal que puede ser un buen republicano…) en una fábula sobre el valor de la tolerancia. (Y su previsible próxima película será… ¡una biopic sobre Nelson Mandela!) Esa oscilación esquizoide entre el culto de la guerra y la paz del culto parece replicar la política de su país (ahora entregada al «change» de color pero no de pretensión) y en ese sentido, sí, Eastwood es la encarnación más notable (sólo comparable a Spielberg) de la mala conciencia americana. 

Fotos: 1) Eastwood; 2)  fotograma de El sustituto; 3) Fotograma de Cartas de Iwo Jima.

COPYLEFT 2009 / NICOLÁS PRIVIDERA