EL BAFICI DESPUÉS DEL BAFICI 2015 (04): LA MUJER DE LOS PERROS

EL BAFICI DESPUÉS DEL BAFICI 2015 (04): LA MUJER DE LOS PERROS

por - Críticas, Festivales
30 Abr, 2015 12:00 | comentarios
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La mujer de los perros

Por Marcela Gamberini

En el comienzo, la oscuridad. Sólo los ruidos del ambiente. Una espalda. La mujer de los perros desde su inicio remite a otro orden, un orden donde prevalece lo sensorial, la textura, aquello que resuena más primitivo: la convivencia de una mujer en un espacio fronterizo y su única compañía, la fuerte presencia de los perros, la íntima conexión que tiene con ellos y entre ellos, el compartir de sus silencios, la ausencia de pasado y también de futuro. La ambigua y frágil pero imponente a la vez presencia del presente.

Una cámara en mano algo temblorosa registra el andar del cuerpo de la mujer y siembra una intriga que se desvanece en el aire: la búsqueda de lo material. Una mujer que recolecta, cosas que otros desechan. Una fronteriza, como el espacio que habita, una mujer hecha de márgenes y escasos límites. Una mujer que recolecta. En el principio de los tiempos las mujeres éramos recolectoras. Y ésta lo es, porque la película es inmemorial, remite a tiempos pasados y se expande hacia el futuro, un poco apocalíptico, un poco desechable. Ella recolecta, no busca, sino que revisa aquello que va encontrando, selecciona y se queda con aquello que parece servirle. La naturaleza hará el resto. Como en la contracara femenina de La libertad de Lisandro Alonso, La mujer de los perros deambula por un espacio que le es conocido, recorrido, sabido. Una mujer y la naturaleza que la rodea. Y su jauría de perros. En una secuencia ella se encuentra de lejos con un hombre que tiene también perros a su alrededor; ella, lentamente amaina el paso, espera, espero que el hombre se vaya, porque ése es su territorio, marcado, como lo marcan los perros; ella es la reina de ese lugar, la “dueña” de esos perros.

En un plano secuencia magistral que va desde los hombres hachando árboles mecánicamente, pasando por ese ilimitado paisaje hasta llegar a la figura de esa mujer, sin nombre, que junta troncos artesanalmente; Citarella resuelve en una síntesis perfecta la marca ideológica de la película: los hombres trabajando, atados a una rutina sin fin y después, en un infinitamente después, la mujer juntando troncos, rodeada de sus perros, sola, sola su alma, sola con sus perros. Citarella – Lllinás escriben, con una caligrafía femenina y precisa, el transcurrir de esa mujer donde lo importante se revela en su conexión con los animales y con el espacio que la rodea y a la vez la contiene. La economía de esta mujer no es monetaria, sino simbólica; tiene la compañía de sus perros y lo que consigue en sus recolecciones, los deshechos de otros son su sustento. Sus largas caminatas con bidones de agua, el robo casi inocente de un paquete de fideos, la recolección de los frutos hacen a su modo particular de estar en el mundo. La marginalidad, la pobreza, la indigencia no son temas en la película; esta mujer tiene aquello que necesita, que va acopiando, como acopia el agua en ese rudimentario pero efectivo sistema de cañerías.

Frente a la opulencia del cine contemporáneo, donde los estallidos, las vueltas de guión, la violencia explícita salpica a los espectadores; el dúo Citarella- LLinás optan por la elegante sencillez de La mujer de los perros, optan por trabajar en la esfera de lo íntimo, de lo privado, de lo silencioso, alterado solamente por el ladrido de los perros, por el ruido de la naturaleza, por la poética recurrencia del espacio público que ella, esta mujer, nuestra mujer, habita con dignidad. Una mujer con su cuerpo, su maravilloso cuerpo, que anda y en ese andar, des-anda la supuesta armonía de un mundo (que es un espacio) construido hoy desde la artificialidad y el desencanto. La curiosidad de una mirada es lo que hace avanzar el relato, la mirada siempre atenta de esa mujer de la que desconocemos su pasado y no podemos intuir su futuro.

Citarella tiene experiencia en la observación precisa de sus personajes, a los que contempla con unos planos generales que permiten sentir, ver, palpar la soledad de esa mujer y de sus acompañantes caninos. Lo mismo había hecho en Ostende una película que no fue vista con atención en su momento. La recurrencia de sus protagonistas absolutas femeninas y andantes, la exploración del espacio laberíntico sin límites que tiene la cualidad de contener y ser contenido aunque no tenga límites precisos, las relaciones asimétricas sean con perros, hombres o bichos.

Con La mujer de los perros, el dúo Citarella- Llinás tocan un punto sensible, el retrato de la soledad de una mujer, la melancolía que destila su cuerpo, los efectos de sentido que provocan sus caminatas, la naturalidad de sus andares, la nostalgia de su mirada. Verónica Llinás brilla en ese mundo descompuesto hecho a pura naturaleza, deshechos y animales y Laura Citarella la filma como nadie, tomando riesgos formales poco comunes. Ambas, hicieron una película que conmueve, que invita a pensar sobre el presente no sólo social o económico, sino sobre el presente del cine argentino.

Marcela Gamberini / Copyleft 2015