EDUARDO COUTINHO (1933-2014)

EDUARDO COUTINHO (1933-2014)

por - Críticas, Varios
02 Feb, 2014 09:20 | comentarios

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Por Roger Koza

Mi querido amigo Victor Guimaraes me había informado que Eduardo Coutinho estaba muy enfermo. Fue hace un año y medio, cuando Victor me lo contó en el Cineclub Municipal de Córdoba. Los dos admiramos la obra del cineasta brasileño, y nos apenaba profundamente la posibilidad de su muerte. Debido a su edad, 81 años, era previsible, si su salud estaba muy resentida, que su tiempo de vida podría ser menor. Pero, ¿quién podría haber pensado que su muerte llegaría de la mano de su hijo?

Aparentemente, su hijo padece de trastornos mentales, pero no quiero escribir sobre la desgraciada muerte del director, y menos aún sobre los móviles del asesino. El parricidio como tal es de por sí de una violencia extrema, fenómeno casi inexplicable que trastoca nuestro orden simbólico; hay algo ominoso y siniestro en él. Espero, eso sí, que los urubúes de la prensa amarilla no construyan un melodrama a imagen y semejanza de las novelas que provienen de ese país.

No escribiré mucho sobre el cine de Coutinho porque en las cuatro críticas que se podrán leer a continuación se desprende por qué siempre me pareció un cineasta importante. Su método socrático de conversación, su precisión sociológica para entender las distancias y cercanías (refrendada en la puesta en escena) con los grupos humanos que interactuó en sus películas y la economía formal (y de producción) de sus películas definían su singularidad. Bastaba una cámara y un equipo mínimo de trabajo para filmar la biografía del pueblo brasileño en el presente. Es que por cada película de Coutinho se vislumbraba un momento particular de Brasil. Todo sujeto era una singularidad irrepetible, y a su vez él o ella estaba atravesado por la Historia dejando esta última inscripciones en el habla e incluso en la postura corporal de éste. ¿Quién podrá hacer hoy películas como las suyas?

Temo que su muerte me obliga a saldar una deuda que nunca me perdoné en su momento. En Cannes 2013, se proyectó Cabra Marcado Para Morrer, su película clave y la que lo llevó a ser conocido. El rigor kantiano del deber no me permitió transgredir la agenda que debo obedecer por mis compromisos profesionales. No recuerdo que vi ese día, pero sí recuerdo pensar que me estaba equivocando. Mi corazón estaba en otro lado, mis ojos en la función que estaba.

Hoy, unos minutos antes de enterarme de la muerte de Coutinho (y de Seymour Hoffman), leí un artículo notable sobre Juan Gelman. En las postrimerías de su propia vida, Gelman escribió:

<<“Esqueleto saqueado, pronto
 no estorbará tu vista ninguna veleidad.
 Aguantarás el universo desnudo”. No mentirás>>

Desde que llegué a México no dejan de visitarme mis propios muertos en los sueños. No sé a qué se debe, tal vez a que he visto varias veces Dialogue d’ombres, de Jean-Marie Straub, donde se la ve a Danièle Huillet de muy joven. Hay algo tan poderoso en ese amoroso film de Straub por su compañera muerta que no puedo desentenderme de sus efectos. Desde entonces, los fantasmas me visitan en la noche. Creo que por eso la frase de Gelman me sacudió tanto, y me ha sido imposible no asociar estas muertes indeseables a esta experiencia interior.

Espero no desconcertar a los lectores con este final. Es demasiado personal.

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CUATRO PELÍCULAS RECIENTES DE COUTINHO

o-fim-e-o-principioFin y principio (2005): El lúcido realizador carioca Eduardo Coutinho visita un pequeño poblado del norte de Brasil, el territorio simbólico y político del genial Glauber Rocha, y a través de su peculiar metodología socrática de indagación consigue que un grupo familiar muy numeroso revele las estructuras sociales y culturales que lo constituyen; sus cuerpos develan una historia; sus palabras, un sistema de creencias. En efecto, la paradójica intimidad distante que establece Coutinho con sus entrevistados extrae de éstos discursos teológicos, históricos y existenciales, una radiografía social, a veces de una riqueza conceptual inimaginable en un contexto en el que la sequedad es mucho más que una condición climática. Los primeros planos de los rostros dignifican; el realizador consigue que sus protagonistas se singularicen a través de sus respuestas, por momentos geniales y de un rigor filosófico insólito. Hay disquisiciones cosmológicas, exégesis bíblicas heterodoxas y variadas meditaciones sobre la vida y la muerte, lo que permite verificar un modelo de saber que no es ni académico ni cosmopolita pero estimable y legítimo, más allá incluso de cualquier caridad antropológica. El Brasil de Coutihno no es de postal; nada de garotas, Cristos, Ronaldinhos, carnavales y el ritmo de samba. Se trata de un Brasil profundo, curtido por su pobreza material pero redimido por su excelencia espiritual, sin por esto transformar la carencia en una virtud o en condición necesaria de una sabiduría popular

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254779891_640Las canciones (2011): El último film del gran cineasta brasileño Eduardo Coutinho consiste simplemente en un conjunto de entrevistas donde los entrevistados deben cantar una canción significativa para sus vidas y explicar el porqué de esa elección, lo que lleva a una suerte de relato ligeramente terapéutico para los involucrados. Como en las películas del inglés Terence Davies, la música tiene una función simbólica: un sujeto puede inferir de las letras un sentido para su experiencia y sus recuerdos; es el sonido de la intimidad en un contexto universal, o como lo sugiere uno de los “cobayos” de Coutinho: “todos tenemos una canción que identifica algo esencial de nuestras vidas”. En la mayoría de los casos, un tema musical equivale a retomar una historia de amor, lo que parece definir el sentido de sus vidas, a veces auxiliado por un plus religioso que constituye un marco mayor de contención: el deseo y la fe, dos vectores de la vida anímica. Coutinho, a quien no vemos pero sí escuchamos, ha perfeccionado su método de indagación y consigue extraer de sus entrevistados situaciones e historias que sobrepasan la psicología de sus intérpretes y tienen oblicuamente un valor sociológico. No sólo habla y canta un individuo sino que a través de él o ella también resuena el discurso de una clase social específica. Este Sócrates con una cámara, que conoce a sus personajes en el momento mismo del registro, sostiene la totalidad de la película a través de una puesta en escena discreta y preguntas pertinentes: planos medios, algún que otro travelling hacia atrás o hacia delante, un zoom abrupto en ciertos casos, una concepción teatral de la puesta de luces y un oído finísimo para formular preguntas que den confianza e inspiren a su entrevistado. El gran misterio es que Las canciones, que bien podría ser un producto televisivo, es cine del mejor; el realizador reconquista la entrevista como una forma posible para el cine y compone un álbum viviente y popular, por momentos extraordinario.

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juego-de-escena-blogJuego de escena  (2006): Juego de escena, del brasileño Eduardo Coutinho, es un ejemplo de cómo concebir el cine desde recursos mínimos pero guiado por un relevante proyecto cinematográfico en el que la conversación es el método de indagación del funcionamiento estructural de diversos agentes sociales, lo que está conjugado, a su vez, con una concepción precisa y económica de la puesta en escena. Juego de escena es fundamentalmente una película de entrevistas. A veces se ve la espalda de Coutinho, que por lo general está fuera de campo, aunque siempre se lo escucha. Su delicado modo de preguntar es inconfundible, a pesar de que su voz siempre se encuentra en menos decibeles que las voces de los entrevistados. A través de un aviso publicitario, Coutinho recluta a más de ochenta mujeres. Ellas hablarán sobre distintas temáticas de su vida; el espectro es muy amplio pero revela un patrón discursivo, síntoma de un orden simbólico determinado. Algunas de las historias son retomadas por actrices conocidas y desconocidas, que rehacen y versionan las historias originales. El dilema es que, si uno no conoce a las actrices, la distinción entre ficción y no ficción, entre quien interpreta y quien “confiesa”, entre quien recuerda y quien memoriza, permanece eclipsada por el procedimiento estético elegido, pero no por esto se diluye la veracidad y autenticidad de quienes hablan. Estas mujeres cuentan sucesos traumáticos de sus vidas: embarazos, anhelos personales y excentricidades varias. Pocas veces se articula un discurso social en el libre fluir del habla de las entrevistadas. Las clases sociales están expuestas en el modo de enunciación, y Coutinho, socráticamente, consigue que por ellas hable algo que está más allá de sus personajes: la ideología. En un momento hilarante, una mujer expone y explica oblicuamente su dolor como madre (e hija) respecto de su propia vida a través de Buscando a Nemo, lo que revela cuán profundamente cala Hollywood y sus productos en la constitución de la subjetividad e intimidad, e insinúa una tesis osada pero posible: los rostros que se ven no son los protagonistas ni hacedores de sus discursos. Es el habla el protagonista, y si bien todas las historias que se escuchan son interesantes, lo que se impone es la repetición del orden del discurso y no aquel que cree ser dueño de lo que dice.

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1469_edificio masterEdificio Master (2002): Durante una semana, Coutinho y su equipo se adentran en un edificio de casi 300 departamentos en pleno corazón del barrio de Copacabana en Río de Janeiro, ubicado a una cuadra de la playa, para entrevistar a sus moradores y componer así un relato colectivo y multigeneracional en el que se pueden vislumbrar tanto algunas características del psiquismo de una clase social determinada como el misterio irrepetible de cada ser humano. El método de Coutinho es sencillo: a partir del discurso del entrevistado, el realizador casi nunca deja de preguntar sobre lo que encierra y no expresa del todo una afirmación al paso. La intimidad entre los personajes y la cámara es admirable, y el tono confesional suele imponerse. Desde el portero que dice aplicar Piaget y, si no funciona, el método Pinochet, pasando por una prostituta, un tartamudo sentimental, parejas de ancianos, músicos, hasta un ex empleado de aviación que cantó en una oportunidad con Frank Sinatra, se prestan al juego socrático del realizador. El resultado es magnífico y conmovedor, y una lección de austeridad cinematográfica

Roger Koza / Copyleft 2014