DADDY LONGLEGS / GO GET SOME ROSEMARY

DADDY LONGLEGS / GO GET SOME ROSEMARY

por - Críticas
26 Jul, 2011 06:10 | comentarios
**** Obra maestra  ***Hay que verla  **Válida de ver  * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
Por Roger Koza

UN AMIGO LLAMADO PAPÁ

Daddy Longlegs / Go Get Some Rosemary, EE.UU., 2009

Escrita y dirigida por Joshua y Ben Safdie

*** Hay que verla

La segunda película de los hermanos Safdie es misteriosamente universal y un paso adelante después de su interesante aunque despareja ópera prima, La adorable ladrona. 

Había una vez una época en la que los jóvenes se escondían para fumar sus primeros cigarrillos y se dirigían a sus padres sin el tuteo, que suele denotar familiaridad y cariño; se hablaba con cierta distancia y asimetría, lo que para nosotros hoy resulta entre ridículo y bizarro, y, en última instancia, antidemocrático. Hoy lo sabemos: los padres son camaradas lúdicos en la niñez y posteriormente, en la adolescencia, compinches y amigos. A papá ya no se le dice “señor” sino “chabón”.

La segunda película de los hermanos Joshua y Ben Safdie, visceral en su registro y precisa en su relato, con elementos autobiográficos y que explicita comportamientos y prácticas de una sociedad específica y una clase social identificable, retrata, más allá de su contexto, una experiencia reconocible. Un padre relativamente joven apenas puede cuidar a sus hijos pequeños durante los 15 días de custodia que le tocan, aunque sí puede jugar y convertirse casi en un niño. Los tres, a veces acompañados por una novia no menos infantil, viven un universo simbólico sin límites: dar rienda suelta al deseo es la única ley. Así lo percibe el rector de la escuela, por ejemplo, que le advierte a Lenny (una interpretación genial de Ronald Bronstein) que uno de sus hijos golpeó a un maestro.

Lenny trabaja como proyectorista de un cine de películas clásicas; es evidente que sabe hacer bien su trabajo, aunque para cumplir un horario y responder a las mínimas exigencias de esta actividad experimenta una tensión devastadora. La inestabilidad laboral, emocional y doméstica es una constante, de lo que se predica un estilo de registro: la cámara en mano comunica en su perceptible vaivén el desequilibrio; y también se transmite la poca sabiduría que Lenny puede legar a sus hijos, que se expresa en una visita al Museo de Ciencias Naturales de Nueva York, en donde él subraya la importancia de mirar los detalles mientras los chicos observan a los animales. Aquí, la puesta en escena se compone de una suma pertinente de detalles. Lo que se ve como aleatorio (Lenny fumando en el baño, saltando una reja, durmiendo con un amigo en frente de sus hijos, yéndose de viaje de fin de semana familiar con una mujer que se levantó en un bar, o el encuentro con un excombatiente de Vietnam pidiendo dinero en la calle) y lo que queda fuera de campo (¿Hay abuelos? ¿Por qué tan sólo quince días al año?) son los signos que articulan la experiencia subjetiva y cultural de los personajes.

Daddy Longlegs (“Papito Piernaslargas”) pertenece a la famosa línea del cine indie estadounidense conocida como “mumblecore”, películas de poco presupuesto cuyas historias giran alrededor del malestar en la cotidianidad. La herencia del cine de John Cassavetes es ineludible, aunque reconocer un cameo del cineasta Abel Ferrara como un ladrón callejero y saber que los intérpretes infantiles son los hijos de un miembro de la banda Sonic Youth indican otras referencias culturales del underground neoyorkino.

Hay una escena onírica formidable en la que Lenny lucha con un insecto gigante, un sueño en el que puede ejercitar mucho mejor su función paterna, más todavía cuando en la vida diurna una decisión riesgosa puede llevar a sus hijos a dormir por varios días. En ese sentido, Lenny es perverso, porque ni legisla, ni protege, y en un mundo sin leyes y sin límites su legítimo amor por sus descendientes directos los puede poner en peligro, más allá de los placeres transitorios de un buen momento. Una de las consecuencias identificables de cuando los padres dejan de legislar y devienen en compañeros.

Esta crítica fue publicada en otra versión por el diario La voz del interior durante el mes de julio 2011

Roger Koza / Copyleft 2011