CUESTIONES PROVISORIAS: SUEÑOS, CONJETURAS Y ASOCIACIONES (03): MEMORIAS DEL TELECONDUCTISMO EVANGÉLICO

CUESTIONES PROVISORIAS: SUEÑOS, CONJETURAS Y ASOCIACIONES (03): MEMORIAS DEL TELECONDUCTISMO EVANGÉLICO

por - Cuestiones provisorias, Varios
21 Jul, 2020 10:19 | Sin comentarios
A propósito de cuando Michael Landon interpretaba a un ángel para la televisión.

Nunca me gustó Bonanza, menos aún La familia Ingalls, que siempre asocié al universo castrante de las Trillizas de Oro; la otra serie que Michel Landon produjo, dirigió y en la que actuó fue Camino al cielo; se estrenó en una época en la que yo albergaba sentimientos religiosos, quizás por eso le presté atención. Coincide ese período de mi vida con la primera vez que vi ¡Qué bello es vivir!, de Frank Capra (un film que me sigue emocionando, más allá de que una de sus premisas ocultas más poderosas me parece abominable: el sacrificio del deseo por el bien común). 

Camino al cielo

No me avergüenza haber sido un habitué de la transmisión de cada episodio, al menos por un tiempo. Al reencontrarme hoy con ese engendro que remite a una metafísica aniñada, no muy alejada de la del film de Capra, me impresionó la composición del registro en varias escenas. En el episodio que vi, Lorne Greene, el legendario Ben Cartwright, interpreta a un actor a punto de retirarse que en el final de una función de teatro descubre que en la tercera fila está sentado el Altísimo. Hay varios planos generales para narrar esas escenas, como algunos otros en otras, impropios del lenguaje televisivo; podría señalar otras decisiones formales que son completamente cinematográficas, en un contrapunto notable con el espíritu evangélico de la trama, concebida como una catequesis no dogmática para el pueblo estadounidense, no para los ciudadanos cosmopolitas de Boston, Nueva York, Los Ángeles o San Francisco. Esto explica los escenarios elegidos; son esos pueblos ignotos que conforman la nación estadounidense los elegidos por Landon.

La teología popular de los Estados Unidos es increíble. Se puede proponer la presencia de un ángel como si se tratara de un hecho asequible. La credulidad solicitada para ser espectador de esta catequesis televisada es hiperbólica; no es como en el mejor cine religioso, en el que todo lo concerniente a la fe se inmiscuye por el trabajo interior del personaje principal y asimismo por la relación entre un mundo vaciado de fe y las criaturas que no dejan de orientar su mirada hacia el cielo. En esto, algunos cineastas franceses son inimitables e imbatibles. Bresson y su cura rural; Pialat y su inolvidable cura interpretado por Depardieu. Podría ver Bajo el sol de Satán y Diario de un cura rural todas las semanas por el resto de mi vida, como si se tratara de un gimnasio en el que dos rutinas insustituibles se repiten porque aseguran el vigor requerido para el deporte. Durante la proyección semanal de esas dos maravillas, me convencerían de que la inmanencia del mundo y sus entes no es el confín último de la materia. Esas películas producen en mí una epojé: el incrédulo que soy y no elegí ser permanece eclipsado por su poder sonoro y visual, y en ese momento el mundo está encantado. ¿Cómo volver ahora a Douglas y la catequesis de los ochenta?

Lorne Greene en Camino al cielo

En el orbe cristiano ideado por un Ingalls, lo religioso se constituía como un sistema de fondo del que no se duda nunca y que a la vez resguarda a los televidentes, tal vez lastimados y dispuestos a sanar en cada uno de los episodios. Es teleconductismo evangélico, en ocasiones casi sofisticado, pero fielmente pragmático a la causa esencial que lo orienta: robustecer la fe de los espectadores.

No habría que omitir una cosa: Greene estaba estupendo en aquel papel. Parecía un zombi, un poseído. En el capítulo no es del todo claro si el personaje de la obra que interpreta explica la conducta esquiva y amablemente psicótica del personaje, porque por momentos el semblante del propio Greene lleva a considerar que el poseído es el actor mismo. El atractivo reside en ese juego de yuxtaposiciones. 

Nobleza obliga: la serie contaba con otro encanto; la relación del bueno de Victor French, haciendo un poco de él, con el ángel. Este eterno secundario del cine, al que se le destinaban papeles de malo, aquí se redimía por su nobleza. Era, finalmente, un bonachón. No lo parecía en Río Bravo, como Ketchum. Sí, el mismo French de Camino al cielo era parte del elenco de la última de Howard Hawks. Los destinos de cine, a veces, no son menos misteriosos que los designios del Señor.

Foto de encabezado: El cielo en la ciudad de Córdoba en el mes junio.

Roger Koza / Copyleft 2020