CINECLUBES DE CÓRDOBA (107): LOS RELATOS ENSOÑADORES

CINECLUBES DE CÓRDOBA (107): LOS RELATOS ENSOÑADORES

por - Cineclubes de Córdoba
06 Oct, 2016 04:57 | Sin comentarios

Las maravillas

Por Roger Koza

El padre da las órdenes, administra el tiempo, afirma las prioridades, vigila y mide si frente a algunas decisiones que van en contra de sus principios debilita su autoridad frente a quienes tiene responsabilidades. Ese mismo padre, severo e inaccesible para sus seres más queridos, se pasea a veces en calzones frente a sus hijas y su mujer, así igualadas como observadoras de ese inocente exhibicionismo que no tiene ninguna agenda secreta.

El párrafo precedente, que intenta delinear el conflicto central de la magnífica Las maravillas, podría ser la síntesis para saciar el imperativo y la obsesión editorial que requiere definir una película a través de un argumento, una modalidad bastante estéril de situar a los espectadores (y lectores) frente a una película. Sobre ese filme, si se trata de informar su historia, también se podría decir que es el relato de una familia aislada que sobrevive en una zona de campo trabajando la tierra y apostando a la apicultura. Es mucho más que un sistema de subsistencia; más bien se trata de una política familiar: estar lejos de la trivialidad del mundo y las maldades que se agrupan en las ciudades constituye una decisión colectiva.

Pero no existe posibilidad alguna en nuestro tiempo de no ser interpelado por el afuera, por los otros, lo que aquí se percibe como peligro. En el filme de Alice Rohwacher, un programa de televisión que viaja a los pueblos en busca de la familia perfecta, también un grupo de cazadores misteriosos que en la noche merodean cerca de la casa familiar y otras amenazas menores (un adolescente que puede seducir a la hija mayor; el veneno de los agroquímicos del vecino, etc.) definen, además, una forma de registro. El orden doméstico se confronta con todo lo que viene de afuera; la casa es el perímetro de la seguridad, fuera de esos límites reside lo impredecible, y los planos deben comunicarlo.

En esas coordenadas simbólicas Rohwacher trabaja su relato, el cual no se desarrolla como una línea recta para que el espectador exprese: “Aquí está el conflicto, acá están los personajes y los antagonistas, el nudo avanza conforme a esos elementos y en cierto momento habrá una resolución (y por tanto un aprendizaje)”. La joven directora italiana es menos aristotélica; sin proponer una estructura dramática clásica prefiere acentuar el difuso universo sensorial en el que se mueven los sentimientos y en el que también se invocan las asociaciones propias de lo sueños.

Se dirá que Las maravillas es un filme atmosférico, una expresión que necesita esclarecerse, ya que a menudo ese adjetivo puede pasar como un eufemismo de ineficiencia narrativa. Que Rorhwacher dilate su relato no significa que renuncie a contar una historia, pero ella es de los cineastas que cree en una flotación narrativa que intensifica la percepción y la indeterminación de los actos, como sucede fuera del cine en el misterioso mundo sin reglas firmes de los sueños. (Del jueves 6 al domingo 7 de octubre, en Cine Arte Córdoba, 27 de abril 275)

¿No es también así como funciona El apóstata, la tercera película del director uruguayo Federico Veiroj? La secuencia inicial es indesmentible. El protagonista, el joven que quiere apostatar, está descansando en un parque. Un hombre, a la distancia, parece estar observándolo mientras se escucha un tema musical que suena en una radio. Hay algo de irrealidad en la escena, apenas sugerido por elementos mínimos que no encajan del todo en el funcionamiento de una situación semejante en la vida cotidiana. Los movimientos del hombre son extraños, el sonido, la propia perplejidad del personaje.

Sobre ese desacomodamiento entre lo esperado y lo extraño, muy propio de los montajes oníricos de nuestros sueños, El apóstata erige su hermosa épica espiritual en la que un estudiante crónico de filosofía intenta sacarse de encima el yugo de la iglesia católica, que es también la tradición de su familia (y de toda una nación, la española). Las discusiones con el cura de la iglesia, la escena aludida del inicio, algunas escenas de inocente erotismo entre el protagonista y su prima, y el mismísimo ritual de apostasía con el que culmina el filme denota el característico sistema de asociaciones que los sueños precipitan, más allá de que el filme sí tiene una notable secuencia onírica (que es también un homenaje al gran cineasta onírico Darezhan Omirbayev) que se explicita cuando el personaje despierta.

Es curioso. La libertad que los hombres atestiguan en las representaciones que producen cuando descansan no se la permiten frente a los relatos cinematográficos. Los espectadores son grandes cineastas por la noche, pero no siempre en sus vidas diurnas se entregan a los placeres del sueños de los otros. (Del jueves 6 al domingo 8 en el Cineclub Municiapal, Hugo del Carril)

Este texto fue publicado en el diario La voz del interior en el mes de octubre de 2016

Roger Koza / Copyleft 2016