CANNES 2014 (05): KANJI CHAMÁNICOS

CANNES 2014 (05): KANJI CHAMÁNICOS

por - Críticas, Festivales
20 May, 2014 09:33 | comentarios
thumb.php

Naomi Kawase

 Por Roger Koza

Cuatro soberbias panorámicas del mar, un fundido en negro y el primer ritual de la película: una cabra muere frente a cámara. El animal resiste un rato pero su vida se esfuma. El viejo que la mató por motivos desconocidos acaricia al animal, como si se tratara de un acto convenido por ambos, tal vez un contrato espiritual. El plano que cierra el procedimiento culmina con el descubrimiento de un cangrejo dando unos pasos. De la inmensidad del mar al microcosmos de un ecosistema. Bienvenidos al nuevo cine chamánico de Naomi Kawase, que sin duda poco tiene que ver con el cine chamánico del brujo surrealista Raúl Ruiz.

Los primeros kanji en movimiento de la nueva película de Kawase son enunciados filosóficos, acaso terapéuticos. El mar es aquí un signo que refiere a una totalidad viviente, una entidad inmensa tan temida como venerada por las criaturas terrestres. Dado que el surf más que un deporte es aquí una práctica ascética por la que se aprende a ser uno con el todo, esas panorámicas como los planos acuáticos que cierran el film exceden una forma poética de comunicar la belleza natural de la isla de Amami. En este cosmos idílico en el que la armonía es un valor supremo, la hybris también existe. No sólo se aniquila “amorosamente” una cabra, sino que inesperadamente un hombre muerto aparece flotando en el mar. Un verdadero acontecimiento para los habitantes del pueblo, pues en esta utopía naturalista la maldad parece erradicada. Más tarde, se revelará la identidad del muerto, aunque nunca se sabrá muy bien por qué murió o si directamente lo mataron.

Conforme a que uno de los protagonistas es considerado un dios (mortal), pues un chamán es aquel que existe en una zona intermedia, entre los hombres y los dioses, Still Water invita a divagar sobre las bondades del misticismo desconociendo la elegancia de la circunspección en temas que, de hallarse alguna coherencia lógica, el malentendido es un huésped inevitable. La máxima incongruencia y apoteosis de lo ridículo viene con el segundo crimen ritual que involucra a otro cabrito. La joven Kyoko contempla anonadada al animal moribundo y consigue divisar el momento preciso cuando su espíritu abandona el cuerpo. En una de las mejores escenas del film, reverso de la extraordinaria secuencia final del parto en Shara, la madre de Kyoko, nuestra chamán, está a punto de morir. Sus familiares y amigos le acompañan. Ella pide si es posible que interpreten un tema folclórico y tradicional. Es un momento glorioso, la puesta en escena de una forma de acompañamiento elegíaco en el que se confronta con un entendimiento heterodoxo sobre el acto de morir. Sin embargo, cuando la escena parece redimir a la película de su sensiblería sofisticada, apoyada en su sintoísmo demasiado difuso, la moribunda dice estar viendo a su madre muerta que la viene a buscar, un subrayado que solamente tiene por objeto ratificar una creencia y que resulta un gesto foráneo para una modalidad expresiva de una cultura definida por su retención emocional.

water

Still Water

Como en la mayoría de las películas de Kawase, el relato se articula a partir de una drama familiar e intimista. Por un lado, está la familia de Kyoko, modelo de institución ideal que representa la perspectiva preferencial del film a contraposición del modelo que se desprende de la familia del novio de Kyoko, cuyos padres están separados. En una escena harto significativa, se dará a entender que la reticencia de Kaito en hacer el amor con Kyoko es una respuesta diferida a la vida licenciosa de su madre, que según el joven debería aún estar con su padre. En un pasaje previo, Kaito visita a su padre en Tokio, una subtrama un poco forzada que solamente parece ordenarse simbólicamente para dar más peso al contraste entre esos dos modelos de familia.

La organización dramática de Still Water es triple: la relación amorosa entre Kyoko y Kaito; la espera por la muerte de la madre Kyoko; el posible asesinato de un hombre y su misteriosa relación con la madre de Kaito. Al mismo tiempo, todo lo que sucede está al servicio de ilustrar la vida espiritual de los isleños, una forma de vida idealizada que necesita reforzar su verosimilitud radicalizando el fuera de campo y dejando afuera todo signo social y político. Un mérito del filme es no satanizar la vida cosmopolita: cuando Kaito visita a su padre en la capital de Japón, un diálogo y un modo de filmar la cotidianidad de la ciudad sugieren una dimensión humana que contradice el lugar común de creer que las metrópolis constituyen materialmente una figura de la Caída.

Unknown

Still Water

El hermoso vitalismo de Shara es sustituido aquí por una espiritualidad abstracta y reduccionista que mistifica el encanto y misterio de la naturaleza como garantía física de un orden que desborda su propia dimensión visible. Las panorámicas aéreas sobre el mar y la isla son monumentales, pero a diferencia de el plano ingrávido de Shara, aquí el travelling aéreo se emparenta a un registro característico de un documental pedagógico sobre ecosistemas. Diríase, además, que el viento y el mar sobreactúan, ya que se les ha asignado convalidar a perspectiva de la Tierra en la que ésta es una entidad viva, un organismo que es mucho más que un planeta en una galaxia entre otras. Que una gran tormenta se desate tras la muerte de la madre conlleva a ligar a través del montaje dos fenómenos esencialmente aislados, unidos aquí por una demanda caprichosa de establecer una causalidad entre una muerte y un tornado.

El nuevo cine chamánico de Kawase puede resultar bonito frente a nuestros ojos, film paradigmático para un hipotético festival de cine espiritual en el instituto Esalen de California. Si así es, es bueno recordar la zambullida de los novios nadando desnudos en el mar y los tres planos finales del cielo en el atardecer con el aceleramiento parcial del recorrido de las nubes debido al viento. A esta altura es bueno traer a la memoria las dos ovejas sacrificadas. Necesitaban ofrendar sus vidas para que el cine esté al servicio de la superstición.

Roger Koza / Copyleft 2014